Instrucciones para batallar contra el patriarcado

Una columna para repensar los estigmas juntos.

27 de junio, 2020 | 17.08

“Vos y yo no podemos seguir siendo amigos. Estas mal, puto culo roto”, escribía X, la semana después de haberle declarado mi amor adolescente que imaginaba novelas románticas protagonizadas por los dos. X era el chico más popular de la escuela, el que podía tener la mina que quisiese, el que jugaba bien al fútbol, se llevaba todas las materias y era mi ‘mejor amigo’. O al menos, eso creía.

Para la cultura patriarcal (en la que fueron criadas varias generaciones de varones y mujeres) el culo, cola, ano o como desee llamarlo,  siempre fue un centro de placeres prohibidos y de mal gusto. Pueriles. De puto “culo roto”. Así como X, cientos de niñes se educaron con ejemplos de violencia machista que señalaban al hoyo “intruso” como algo que no se podía ni se debía desear en el campo sexual. La heteronorma hizo del orificio un objeto de descalificación hacia el disidente.

Cuando días atrás me preguntaron “¿qué es para vos el orgullo?”, una ola de respuestas prefabricadas acudieron a mi mente. Desde citas de referentes de las luchas LGBTIQ hasta ejemplos de reclamos históricos del colectivo –hoy apropiados por las grandes cadenas de productos, que durante el mes de junio hacen de la bandera del arcoíris una herramienta comercial- como es el deseo de luchar por una sociedad más igualitaria donde el amor supere todas las barreras. Pero no. Inmediatamente recordé los cientos de agravios que relacionan al sexo anal con una acción marica.

Pensar el culo como un territorio político es también una forma de sentirnos orgullosos y empoderados. Porque, a fin de cuentas y citando a Carlos Jauregui, "en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política". Orgullo por quienes somos y hacía dónde vamos, por todo lo que conseguimos y por la necesidad de no callar nuestras voces en un sistema heterosexual que, pese a las victorias sociales de los últimos años, no nos quiere ver felices.

El soplo de aire fresco lo atraen las nuevas camadas de pibes y pibas que entienden que la educación patriarcal y eclesiástica daña, limita, segrega y mata. Solo hace falta ver las cifras de personas travestis y transexuales asesinadas por crímenes de odio, víctimas de esa raíz purulenta que se niega a desaparecer. Pese a los clichés de la frase, lxs jóvenes sí son el futuro. Con información, conciencia y empatía no estimularán la reproducción de los estigmas de cancha que tanta mala fama le han hecho al ano, zona de placer erótico menospreciada. Cuando ese día llegue, los X de este mundo al fin comprenderán que “culo roto” no es un insulto sino un reflejo de un deseo reprimido. Pobres ellos. Cuando ese día llegue, todos entenderemos que la patria también puede ser el orto.