Diego Maradona murió un 25 de noviembre, exactamente cuatro años después que su amigo Fidel Castro, al que llevaba tatuado en la zurda “pero más en el corazón”. Ese vínculo, que había comenzado en 1987 pero se consolidó durante los cinco años que el futbolista vivió en Cuba, sirvió de plataforma para su compromiso con los movimientos populares en América Latina durante las últimas dos décadas de su vida. Hugo Chávez, Lula Da Silva, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales, Pepe Mujica, Rafael Correa, Nicolás Maduro, Alberto Fernández: todos tuvieron su abrazo y su foto con el 10. Maradona hizo propia esa causa con la misma intensidad que todo en su vida: sin marco teórico ni especulaciones, sin medir riesgos ni consecuencias.
Es probable que su muerte sea uno de los pocos fenómenos capaces de barrer con la grieta en este país. Por unos días, la enorme mayoría de los cincuenta millones de argentinos estaremos aunados en la pena. Eso no significa que Maradona no haya tomado partido. Desde sus redes sociales dejó claro su apoyo al Frente de Todos, primero, y al gobierno de Alberto Fernández después de las elecciones. Por la misma vía, en los últimos meses, reivindicó la labor de Abuelas de Plaza de Mayo, condenó el golpe de Estado en Bolivia, celebró el acuerdo con los acreedores externos y pidió por el impuesto a las grandes fortunas. A fines del año pasado hubo tiempo para una última visita a la Casa Rosada, con saludo desde el balcón, el mismo al que se asomó con la Copa del Mundo en 1986.
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A pesar de ese encuentro con Alfonsín, Maradona apoyó a Carlos Menem en las elecciones de 1989. Con el expresidente tuvo una relación con altibajos, que se deterioró en los últimos años de su mandato pero se volvió a consolidar después de la muerte de Menem Jr. Años más tarde, el futbolista fue uno de los pocos que fue a visitarlo durante su prisión domiciliaria, cuando era investigado por el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. Con Eduardo Duhalde, en cambio, nunca hubo lugar para acercamientos: el futbolista culpaba al entonces vicepresidente por el allanamiento en un departamento de Caballito que terminó en su primer escándalo por consumo de cocaína. A él le dedicó una de esas frases inolvidables con su sello: “Si me lo cruzo en el desierto le tiro una anchoa”.
Por sugerencia de Fidel Castro, Diego se subió al tren del ALBA que viajó a Mar del Plata para oponerse a un tratado de libre comercio de toda la región con Estados Unidos. A partir de ese viaje trabó relación con Kirchner, Evo y sobre todo con Chávez, que se sentó a su lado en la contra cumbre que se celebró en el estadio mundialista. Ese vínculo se mantuvo en el tiempo hasta la muerte del expresidente venezolano y lo heredó, como el poder, Nicolás Maduro. Una vez más, Maradona no especuló con los costos y siguió bancando al gobernante hasta último momento, incluso cuando la crisis humanitaria alejaba a muchos aliados del régimen, incluyendo a la propia CFK y a Alberto Fernández. Su última visita a Caracas fue en enero de este año.
Pocos lo recuerdan, pero la relación de Maradona con los Kirchner sufrió un cimbronazo durante el conflicto por la 125, cuando el futbolista marcó distancia con el gobierno. “El NO de Cobos lo grité como un gol”, dijo en ese momento. La muerte de Néstor, dos años más tarde, volvió a acercarlo y ya no se alejaría nunca más. Diego asistió al velatorio en la Casa Rosada, donde estuvo junto a Cristina, Máximo y Florencia. Tres años más tarde, la entonces presidenta lo visitaría en Arabia, donde él trabajaba como director técnico. Allí, en un momento delicado para su gobierno, saldría a defenderla: “Los que la critican son los que nacieron en cuna de oro y no saben armar un guiso”. Hoy, ella lo despidió en Twitter: “Mucha tristeza… Mucha. Se fue un grande. Hasta siempre Diego, te queremos mucho”.
El fútbol y la política se entrelazaron en una historia de mutua admiración y cariño con el actual gobierno. Diego debutó en primera en Argentinos Juniors, el club del que es hincha el Presidente. Y su carrera concluyó como técnico en Gimnasia y Esgrima de La Plata, al que le tributan amor CFK y el ministro de Economía Martín Guzmán. Después de conocer la noticia, Alberto Fernández declaró tres días de duelo nacional y suspendió su agenda hasta el fin de semana. “Nunca le vamos a poder pagar tanta alegría”, dijo en una entrevista minutos después de la muerte del astro. Desde un primer momento, funcionarios muy cercanos al jefe de Estado se pusieron a disposición de la familia y ofrecieron la Casa Rosada para el velatorio, que sin dudas será multitudinario.
Pocos lo recuerdan pero entre las peleas de Maradona hubo lugar también para el mismísimo Papa. “Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo”, dijo en una entrevista en el año 2000. La respuesta de la Iglesia la dio el cura Guillermo Marcó, portavoz del arzobispado porteño, entonces a cargo de Jorge Mario Bergoglio, que habló de “los efectos terribles de la droga” en el carácter del futbolista. La relación se quebró durante más de una década, aunque una vez que Bergoglio ya era Francisco hubo lugar para la reconciliación, un acto de generosidad común a la fe católica y el modo de vida del Diego.
Con el que nunca hubo acercamiento posible fue con Mauricio Macri, que asumió la presidencia de Boca en los últimos años de su carrera. La relación nunca fue buena y culminó con el retiro del astro. El tuit con el que el exmandatario lo despidió hoy, fingiendo tristeza, se contrasta con el relato que hizo de ese episodio en una entrevista el mes pasado: “Siempre se ha dicho que Boca es peronista. Es mentira, Boca es de todos los partidos y muchos credos religiosos. Boca es pasional, vehemente como es el peronismo. Cuando yo llegué a Boca tenía que construir un puente entre esa vehemencia, esa pasión, y una cierta racionalidad. Porque sin reglas, un club de fútbol tampoco funciona. Para eso tuve que hacer algo durísimo, porque también era mi ídolo, que fue sacar a Maradona de Boca".
La respuesta del ídolo, a través de sus redes sociales, no se quedó corta: "Yo le pido al pueblo argentino que apoye a este gobierno. Que lo haga desde sus casas, desde las redes. Porque este gobierno no es de Alberto y Cristina. Es de TODOS. Ya no es más el país de Ricachón y sus amigos. Y a vos Mauricio, te digo que a mí no me echaste de ningún lado. Fui yo el que dejó el fútbol, para proteger la salud de mis viejos. Esa fue una decisión mía, y no le hice mal a nadie. Pero por más bombas de humo que tires, vos sabés que TUS DECISIONES le cagaron la vida a dos generaciones de argentinos. Hacete cargo, querido. Ya lo dijo tu padre...". La última referencia alude a una frase que la sabiduría popular le atribuye desde hace demasiados años al viejo Franco Macri: “Mi hijo es un pelotudo”.