Descansar en paz

06 de diciembre, 2020 | 11.46

En los últimos días, hemos presenciado todo tipo de homenajes a quien fuera uno de los personajes más icónicos de la historia argentina. El mundo entero, se rindió a los pies de Diego Armando Maradona. En esta despedida inolvidable que le regaló el pueblo argentino, hubo algunos detractores que intentaron hacernos creer que había dos maradonas. Un Maradona futbolista y otro Maradona persona. Un Maradona del gol a los ingleses y la Copa del Mundo y otro Maradona mal padre y drogadicto. Pero por fuera de esa búsqueda puritana, a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo, solo cabe una certeza: Diego hay uno solo. Diego no es un santo de una iglesia o una virgen inmaculada. Diego es contradicción, es error, tropiezo, caída y levantada. Diego es como nosotros y nosotras, humano. Y por eso sentimos que perdimos a alguien tan cercano, por eso duele tanto que aquel mito en vida, haya pasado a la eternidad absoluta. 
La intromisión y la persecución constante en su vida privada, fue una de las tantas cosas que dañó hasta el último día la salud del 10. Aún hoy, a poco más de una semana de su fallecimiento, distintos medios de comunicación continúan apostando a una agenda amarillista, escasa de sensibilidad y respeto para sus familiares y allegados. El miércoles pasado, cuando se cumplieron siete días de su partida, la revista Caras publicó en su tapa una foto de Claudia Villafañe acompañada por una cita textual que hace alusión a la memoria de su ex esposo: “Quisiera que mis nietos lo recuerden como El Babu”. El revuelo se generó luego de que Dalma Maradona se mostrara indignada a través de las redes por la publicación de la revista, explicando que su madre en ningún momento le brindó una nota a dicho medio. “¡Otra de las tantas jugadas asquerosas de la revista Caras! Hacen una tapa con mi mamá cuando ella jamás habló ¿Qué pasa con las notas inventadas? Un poquito de respeto!”, manifestó la actriz visiblemente molesta. 
Resulta lamentable -y roza lo incomprensible- que luego de ver en las calles el dolor de una multitud que fue a despedir a su ídolo, haya oportunistas tan pendientes del morbo y ajenos a la empatía. Detrás de las “confesiones” de un entrevistado que se disfraza de íntimo amigo de Maradona o de las polémicas en torno a la herencia, hay un pueblo que está llorando la partida de un referente. 
Es momento de dar espacio a la memoria de cada cual. Porque la herida no cierra y porque el nudo que tenemos en la garganta se tensa cada vez que lo vemos en una foto o en un video. Ya llegará la ocasión en que podamos abrir la cajita de los recuerdos y hablar de él sin que nos invada la tristeza y nos consterne su partida. Hasta entonces, viajemos en ese vaivén de la risa que nos generó su picardía, la emoción que nos despertó alguna gambeta y el llanto que nos atraviesa porque su partida duele y lo vamos a extrañar mucho. 
Hasta siempre, Diego.