El 1 de marzo de 1823, el presidente de Perú Riva Agüero le pide a Simón Bolívar soldados para lograr su independencia. Fue un año de idas y venidas que terminaría con Riva vencido a manos de Bolívar, luego de que el presidente peruano se pasara finalmente al bando de los españoles en Septiembre del mismo año.
Hasta aquí es un hecho casi común, no solo en las peloteras de los años de las primeras independencias, sino hasta hoy en el continente nuestro: creer, ser traicionado, seguir luchando hasta vencer de nuevo.
El dato que me ocupa no es ese, sino la habilidad de Simón, que mandaba chasquis con informaciones falsas y cruzadas a los diarios de la época para confundir a los españoles y permitir así el avance de sus tropas desde Colombia hasta Perú. Lo había hecho antes y lo seguiría haciendo después. Era una ingeniosa herramienta de guerra, que él justificaba graciosamente hablando de los españoles: “solo hay que decirles para donde mirar”.
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Mas tarde ejercería una censura rígida sobre los que apoyaban a la corona. Rígida y necesaria. Así fuimos independientes.
Claro que para esa época, las operaciones de prensa ya eran un cuento viejo: En 1807, la corona inglesa importaba hasta Montevideo con gran esfuerzo, unas máquinas de imprimir para editar un diario llamado “La Estrella del Sur” y “The Southern Star” (ya que el diario salía en los dos idiomas) cuyo fin era volcar a la opinión pública a favor de Gran Bretaña en las conquistas y reconquistas guerreras que tenían con España, promover el libre mercado con Inglaterra y “ayudarnos” a sacarnos de encima a los malísimos españoles. Todo esto, estuario adentro.
El diario se repartía en Buenos Aires y Montevideo, hasta que Buenos Aires censuró y prohibió el periódico y ya sabemos cómo acabó aquello.
La lista histórica es larga, y llega hasta mas acá de la operación de la red O Globo para destituir a Dilma Rousseff, apoyar a Bolsonaro y hasta tener tiempo de arrepentirse. Pasa por las constantes operaciones de Clarín contra Cristina Kirchner, y hace mención a la importancia de los medios golpistas bolivianos que pasando por ventanilla a retirar el sobre, colaboraron con el derrocamiento de Evo Morales.
Sí. Es una larga lista cuyos variados escenarios vemos hoy con brillos y sombras en el universo mundo mediático.
Casi nadie sabía donde quedaba Ucrania, pero ahora los consumidores de la prensa libre saben que son unas pobres gentes que está siendo asolada por los malísimos rusos.
Casi nadie sabia que el nazismo con el consecuente racismo, se campea por sus calles. Y casi nadie lo sabe aun hoy. Casi nadie sabe incluso, que la OTAN, la misma que nos derrotó en la guerra de Malvinas, viene desde hace años montando misiles apuntando a Rusia desde la mismísima línea de frontera, con las consecuentes y estériles protestas diplomáticas de Putin.
El mundo libre, gracias a la prensa libre, ya “sabe” quien es el bueno y quien es el malo. Igual que en Argentina.
Y sí, el problema sigue siendo el déficit en la herramienta fundamental en toda batalla: la comunicación.
Hoy la mitad de los argentinos cree que la deuda que tomó y fugó el gobierno de Macri, es autoría de Alberto Fernández, que se esfuerza en no comunicar las cosas que hace bien y deja libre el espacio para que se refuercen las deudas reales, con la cuestión judicial, el control férreo que debería haber sobre los formadores de precios y la inflación, y la libertad irrestricta a las mentiras de la prensa golpista argentina, que para completar la faena, son la gran ventana por la que salen a saludar quienes fundieron de nuevo al país, quienes mataron chicos por la espalda, quienes metieron presos por cuestiones políticas (muchos de los cuales, incomprensiblemente siguen en prisión), quienes querían una Gestapo sindical, quienes pincharon cientos de miles de horas de comunicaciones privadas, y entre otra larga lista de calamidades, abandonaron a cuarenta submarinistas a su mala muerte.
Todo esto sin sonrojarse siquiera y bailando al ritmo de los globos y lo malos chistes en la prensa que los arropa como siempre antes, logrando que la gente vea aquello que quieren mostrar. Y escondiendo lo que quieren ocultar.
Hoy la mass media impone el camino, en base a manipulación y censura: nada de lo que salga de Rusia será publicado ni visto en los tentáculos de las fabulosas y eficientes herramientas de comunicación que para colmo de peras, dieron en llamar “redes sociales”. Y sí, en esas mismas empresas privadas nos dicen que tenemos que mirar al presidente de Ucrania, emocionado al recibir un contingente de mercenarios pagos a quienes titulan como “voluntarios por la libertad”.
Y así, como el combatiente libertador Felipe Varela fue derrotado en la historia con una canción, el mundo será derrotado con un videíto en “las redes”, y Argentina fue (y posiblemente vuelva a ser) derrotada con un baile con globos. O sea, manipulación y censura.
Hay quien asume naturalmente que la censura es herramienta exclusiva del gobierno, sin entender que los medios privados la ejercen de manera permanente, de una forma demasiado vieja para ser creída y que repiten en reuniones privadas entre risas, hablando de nosotros: “solo hay que decirles para donde mirar”.