A la actual yegua –Cristina–, tal como le sucedió a la otra yegua –Evita–, no le perdonan que sea mujer y se haya atrevido a afectar intereses de “los intocables”. Estas dos lideresas tuvieron la loca ocurrencia de cuestionar y transformar en derechos algunas necesidades de los sectores más postergados de un país donde la derecha sedimentó las jerarquías y los privilegios se han naturalizado. Los odiadores del poder sienten una horrorosa desestabilización identitaria, una verdadera amenaza cuando se plantea algo que incluye la igualdad, aunque más no sea como un horizonte posible de cuestionamiento al orden hegemónico.
Cristina puede ser condenada por el lawfare al igual que Prometeo quien, tal como cuenta la mitología griega, tuvo la osadía de desafiar a los dioses, robó el fuego y se lo regaló a la humanidad. Como castigo de Zeus, el titán mitológico quedó encadenado en una montaña del Cáucaso, donde diariamente un buitre o águila le devoraba el hígado que luego volvía a crecerle.
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El 1 de agosto comenzó en Comodoro Py la primera de las nueve audiencias que encabeza el fiscal federal Diego Luciani, en el juicio oral a la vicepresidenta Cristina Kirchner y otros doce acusados por el caso de la obra pública adjudicada al empresario Lázaro Báez en Santa Cruz, entre 2003 y 2015. Buscan condenarla, cerrarle el camino electoral en 2023 e inhabilitarla de forma permanente para ejercer cargos públicos. El periodismo de la corporación mediática colabora con la operación en marcha, injuriando y adjetivando negativamente día tras día a la vicepresidente, construyendo un sentido común que apunta a culpabilizarla y condenarla socialmente.
Es inadmisible para los señores del poder que una mujer, líder del pueblo, les haya hecho varios “gambitos de dama” que cambiaron el tablero político y los cálculos de la oposición. La palabra "gambito" fue aplicada en 1561 por el sacerdote español Ruy López de Segura para las aperturas de ajedrez, a partir de la expresión italiana dare il gambetto, proveniente de gamba (pierna) y del verbo gambettare (hacer zancadilla). Continuando con la metáfora del ajedrez, el juego consiste, como se sabe, en un tablero y dos grupos de piezas que simulan una batalla; Cristina encarna la prueba, insoportable para la derecha, de que es posible una batalla y transformación cultural donde las “negras” juegan, son escuchadas y pueden ganar de vez en cuando. De ahí que, a Cristina, tal como hicieron con otros líderes del pueblo como Lula y Correa, la quieren presa o por lo menos fuera de la carrera presidencial.
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La derecha de la región está desnuda: el lawfare expone con lente de aumento su modus operandi violento y elitista para derrocar gobiernos o líderes populares. La vieja estrategia del poder que se valía de las fuerzas armadas para combatir lo popular está demodé. “La Embajada” desde hace unos años entrena jueces y dirigentes políticos de las derechas de América Latina con la perversa operatoria del lawfare, que es la continuación del terrorismo de Estado por otros medios aparentemente democráticos, dado que en realidad las instituciones fueron tomadas por el neoliberalismo.
Las operaciones del lawfare proceden en equipo: algunos jueces, medios de comunicación corporativos y la derecha local; consisten en vigilar, controlar, perseguir judicialmente, demonizar y encarcelar o inhabilitar a líderes políticos, sociales y sindicales. El grupo de tareas político-mediático-judicial conspira para debilitar, desestabilizar y, si puede, voltear al gobierno democrático. La metodología empleada apunta a inhibir las disidencias al neoliberalismo, “enderezar” conductas, instalar miedos y conseguir políticos sumisos al poder.
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Asistimos a la era de las guerras psicopolíticas con camuflaje democrático, siendo el lawfare una de sus estrategias privilegiadas que, como dijimos, intenta disciplinar a los políticos y despolitizar lo social, construyendo un otro peligroso, subversivo o corrupto, enemigo de la sociedad. La operación consiste en transformar el conflicto político representado por dos modelos que se oponen, uno nacional, popular y democrático y otro neoliberal, en un hecho de corrupción que se judicializa transformando al disidente en corrupto.
Es cierto que la gobernabilidad nacional, popular y democrática está en riesgo. También es cierto que la derecha está en problemas: si no condenan a Cristina puede ser presidenta en el 2023, pero si la condenan puede transformarse en heroína, despertar el escarmiento y la movilización popular.