Las palabras y las cosas

15 de agosto, 2020 | 14.24

Agnes Gonxha Bojaxhiu estaba lejos de ser la abuelita de los cuentos para dormir, a pesar de que fue muy cuidadosa en la construcción de esa imagen de “viejita buena”. Fue una mujer de una personalidad fuerte y un espíritu combativo, de gran inteligencia y tenacidad, características que le alcanzaron para resolver varias cuestiones de estado en varios estados, siempre con su causa como meta final. Había nacido en Skopje, Imperio Otomano, pero decidió, en su segundo bautismo, que su nombre seria Sor Teresa de Calcuta.

Mantendría para siempre dos manos. Con la izquierda, acariciaba suavemente a quienes protegía y amaba, y con la derecha creaba ademanes que acentuaban sus frases mas duras: “Las personas son irracionales, inconsecuentes y egoístas. Ámalas de todos modos.”, dijo una vez en 1978 con la palma de la mano derecha hacia arriba, y uno se quedaba pensando en como esa mujer amaba a la humanidad pensando eso de la humanidad. Extrañamente, su esperanza dejaba ver en su sonrisa un gesto casi permanente de amargura, de cansancio. Creía que para construir había que comprender y amar. En ese orden. Allá ella.

La mayor impresión la tuve en una conferencia de prensa que dio en Roma, en 1991, era una charla amable, hasta que una pregunta desubicada la crispó. Sor Teresa de Calcuta descubrió que el periodista le quería hacer decir algo, vio una trampa en la pregunta, y con la palma de su mano derecha hacia delante, se puso de una seriedad grave, su gesto de ojos entrecerrados impuso un silencio de cemento y les dijo a los periodistas “Usted…ustedes, deberían tener mas cuidado con lo que escriben, (y su palma derecha se transformó en un dedo acusador) mas responsabilidad con lo que dicen, porque la gente se transforma en lo que lee y sus palabras andan muy lejos de las cosas” .

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Michel Foucault, escribió mucho sobre el conflicto de las palabras y las cosas, pero yo descubrí que el mundo se complicaba, cuando en 1986, sentados en un bar en Rio de Janeiro, Eduardo Galeano me dijo: “estamos siendo amaestrados para llamar a las cosas por el nombre que esas cosas no tienen”. Difícil siempre que las palabras coincidan con las cosas. Hay que hacer un ejercicio de honestidad muy arduo para conseguirlo.

Creo haber dicho antes que los noticieros me ponen de un humor cruel. Esto debido a la impotencia que me genera ver la estafa moral masiva a la que nos someten públicamente tres veces al día la mayoría de los canales de televisión. La mentira como ejercicio me parece de una crueldad miserable, despreciable y absolutamente comprensible en una raza que en los últimos miles de años no presentó ninguna mejora. Me refiero a la raza humana, por supuesto. Pero no termina allí. También existe Internet, que se transformó en una caja de palabras dichas para esconder las cosas. Muchas palabras. Pocas cosas. Casi ninguna firma. Y podría acabar allí. Pero no.

La perversa modalidad de las informatrices* de los noticieros es citar cosas de Internet. Citarlas como información. Que son puestas en la pantalla como investigación para que
nosotros, idiotas receptores, nos “informemos” de lo mal que va el país y de como nos vamos a morir todos. No es difícil ver que primero inventan la “noticia” que quieren, luego la ponen en Internet y después la bajan al noticiero. Es tan sencillo que espanta ver como la máquina de mentir tiene cada día más herramientas tecnológicas para contarnos la visión que los irracionales, inconsecuentes y egoístas, necesitan que tengamos. A diferencia de Sor Teresa, usan las dos manos para destrozarlo todo. Palabras-cosas-palabras.

Las primeras palabras que dijo el gobierno sobre la pandemia fueron claras: “vamos a la cuarentena para reforzar el sistema de salud y regular la recepción de infectados y evitar que colapse”. La cosa es que se hizo y sucedió. Nunca se dijo que con la cuarentena no habría infectados. Ahora las palabras de los “irracionales, inconsecuentes y egoístas” dicen que hay muchos infectados y la cuarentena no sirvió para nada. Y de nuevo tres veces por día los noticieros (que cuentan los infectados y los muertos, pero no los recuperados) trabajan en suicidarnos.

A los que durante tantos años fueron incapaces de construir nada, no les importa cansarnos, amargarnos la vida, matarnos. Y se divierten. Es más, trabajan para eso. Para, con palabras, alejarnos de las cosas.


*meretrices de la información.