La Libertad Avanza está cumpliendo sus promesas, las tácitas, no las explícitas.
Mes a mes se asiste a una transformación de la estructura de distribución del ingreso con transferencias desde el trabajo al capital. No importa el sector que se mire, formal o informal, público o privado, activos o pasivos, los indicadores de ingresos de los trabajadores están todos por debajo del nivel de un año atrás.
En paralelo se asiste también a una flexibilización de las condiciones del mercado laboral, aseguradas por la ley Bases aprobada por el oficialismo y el amplio universo del paraoficialismo, lo que demostró que no hacía falta una reforma laboral explícita negociada con la CGT. En los próximos meses, el paulatino aumento de la desocupación y la pobreza completarán el disciplinamiento social en curso.
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El hartazgo de las mayorías con la movilización callejera durante los gobiernos anteriores facilita en el presente la represión a las movilizaciones focales de los más desesperados, todos aquellos a los que les llegaron más rápido las consecuencias del ajuste estructural, como fue esta semana el caso de los jubilados. Los palos indiscriminados y el gas pimienta solo se ahorran, por realismo logístico, en las manifestaciones más multitudinarias, que por ahora fueron solo dos, el paro nacional de la CGT y el reclamo por el sostenimiento de las universidades públicas. Para los focos de descontento “de los otros” la sociedad hasta parece consentir y desear los palos. Principio de acción y reacción, memoria reparadora del caos de los cortes y acampes del pasado.
Mientras tanto, la clase empresaria, incluida la más perjudicada por la recesión galopante, está eufórica. En el reciente festejo del día de la industria, en un escenario en el que una de cada dos máquinas están desenchufadas y con el Presidente Milei prometiendo apertura comercial, los industriales entraron en éxtasis al escuchar las promesas de libertad de despido de Federico Sturzenegger. La felicidad empresaria no pasa por las expectativas de un futuro de mayor producción, sino que responde esencialmente a una cuestión de clase. El economista polaco Michal Kalecki, el autor de “Aspectos políticos del pleno empleo”, vería nuevamente confirmadas sus hipótesis todavía un siglo después.
El primer balance es que sin mayores estridencias, la sola continuidad gris del gobierno libertario asegura la consolidación de una nueva estructura de distribución del ingreso y una dominación social más eficiente. Y la sociedad parece aceptarlo sin mayor pataleo. Según las encuestas de las consultoras de opinión ello se debería a que, contra viento y marea, en las mayorías persiste la confianza en que el esfuerzo del presente sólo es el dolor necesario para purgar el fracaso del pasado. Incluso entre los más pobres persiste la idea de esperanza y creen que el Presidente es portador de soluciones. El segundo balance es que el principal margen de maniobra de la actual administración es, como coinciden los analistas, la ausencia de una oposición consistente. Las alternativas son creer en el éxito del presente o reventar.
A fuerza de gastar reservas interviniendo en los mercados paralelos el gobierno va llevando la economía. Los analistas de distintas tendencias asumen y ponderan el pragmatismo de no hacer zonceras como levantar el cepo sin dólares, a la vez que advierten sobre la potencial insostenibilidad de seguir consumiendo la droga estabilizadora de la revaluación. O sea, muestran los peros sin decir el cómo, pero mientras tanto los meses pasan y las transformaciones se consolidan. El Estado se achica, las obras y las obligaciones de algunos subsidios se pasan a las provincias y a la CABA, las provincias se adaptan a las menores transferencias, los jubilados y los trabajadores se resignan y los dólares que no se consiguen en el mercado internacional y en el flujo inversor del exterior comienzan a ser aportados por las exportaciones.
La gran novedad del año, que no fue una sorpresa, es que el país comienza lentamente a ser exportador neto de hidrocarburos. Mientras que en el primer semestre del año las exportaciones de soja estuvieron levemente por debajo de los 10 mil millones de dólares, las de hidrocarburos superaron los 5 mil. Dicho de otra manera, comienzan a consolidarse nuevos sectores proveedores de divisas, que son la fuente de la verdadera estabilización. Es un cambio de tendencia. A los hidrocarburos podría sumarse más o menos rápidamente el sector minero, que tardará en comenzar a exportar porque las inversiones deben madurar, pero los procesos de construcción y puesta en marcha de las minas suponen una entrada de capitales inmediata y constante.
Cuando en 2022/23 se miraba hacia el futuro desde las restricciones del presente se pensaba en este escenario inicial, sectores “nuevos” con base en los recursos naturales aportando divisas y dinamizando las regiones. Por entonces, el temor era que el proceso sea conducido por un gobierno neoliberal y que el flujo de divisas no se utilice como un pasaporte al desarrollo, sino solamente como una herramienta para sostener sobrevaluaciones estabilizadoras mientras duren los recursos. El escenario más oscuro se está cumpliendo. Los únicos nubarrones del presente se centran en la hasta dónde se profundizará la recesión, en la continuidad de la estabilización y, especialmente, en la renegociación de los pasivos externos a partir de 2025. Contra algunas predicciones, la resistencia social no aparece como una amenaza. Finalmente, lo que no puede temerse en el presente es que el gobierno deba resignarse a un ajuste para afrontar las demandas de los acreedores, por la sencilla razón de que el ajuste ya está en curso y corre al FMI por derecha