Hay algunos puntos de notable coincidencia entre el presente y el mismo momento del año 2015. Por un lado, una parte del oficialismo se comporta como si no lo fuese, como cuando se decía “el candidato es el proyecto”, una de las frases electorales más mezquinas y zonzas de la historia. Por otro, la oposición hablando de corrupción y de “plan bomba”, con increíble y profundamente irresponsable fotito incluida. De la actitud de una porción del oficialismo habrá tiempo para ocuparse en los próximos meses, a medida que se dirima la interna. Detengámonos entonces en el comportamiento opositor.
Conviene no ser ingenuos, cuando lo que se disputa es poder no se mide el daño que se causa al adversario, más si se cree que la acumulación propia depende de dicho daño y adicionalmente hay poco para mostrar de la propia experiencia de gobierno, que resulta preferible olvidar. Algún día, cuando la democracia finalmente madure, deberán definirse los límites entre el daño que se pretende infligir al oficialismo y el daño social asociado. Todavía hoy se debate al interior del oficialismo si no hubiese sido mejor en 2019, entre las PASO y las generales, soltarle la mano al macrismo. De no haber sido por el comportamiento responsable de Alberto Fernández, que en sus declaraciones públicas le puso un techo de $60 al dólar, es altamente probable que el macrismo hubiese sido eyectado por la ventana haciendo honor a su alto componente de radicalismo en sangre.
Se dice fácil que, en el caso de haberse detonado una crisis, el Frente de Todos podría haber construido mayorías más amplias en las cámaras legislativas, lo que le habría permitido gobernar sin la traba permanente y sistémica de la oposición. Los contrafácticos son siempre complicados, pero el costo de esas mayorías presuntas hubiese sido una crisis de proporciones quizá similar a la de 2001-2002, la que disparó la pobreza provocando una gran inestabilidad política y mucho sufrimiento social. Una crisis de la que ya transcurrieron más de dos décadas y que parece haber desaparecido de la siempre corta memoria colectiva. Es más, se trata de una memoria que ya no estaba presente en 2015, sino resultaría inexplicable la recaída neoliberal.
MÁS INFO
Cualesquiera sean los claroscuros achacables a los gobiernos 2003-2015 resulta incontrastable el proceso de desendeudamiento y, vía la liberación de las viejas ataduras a los organismos financieros internacionales, también de aumento de los grados de libertad de la política económica. Al mismo tiempo también es cierto que esos grados de libertad volvieron a restringirse sobre el final del período porque durante las primeras etapas no se aprovechó el contexto internacional favorable para alejar la restricción externa, lo que terminó afectando al segundo gobierno de CFK.
Vale recordar, sin embargo, que “la revolución de la alegría” no reparó las limitaciones de la etapa precedente, sino que agravó tremendamente todos los indicadores, especialmente el problema principal, la restricción externa, que en vez de resolverse fue tapada con deuda en moneda extranjera. Pero no sólo eso, también se recurrió profusamente al endeudamiento interno, es decir en moneda propia, pero agregando luego un disparate más, la transformación de mucha de esa deuda interna, incluso la intra Estado, en deuda nominada en divisas. Objetivamente: más mala praxis no se consigue. Sin embargo, como se trata de cuestiones “técnicas” y el macrismo goza de la propiedad de la hegemonía mediática, nadie parece reclamar la mala praxis.
A pesar de este precedente vergonzoso, el pasado lunes la alianza opositora, vía la pluma de los más conspicuos responsables de los manejos económicos 2016-2019, los mismos personajes que trajeron de vuelta al FMI y que provocaron ¡un insólito default real de la deuda en pesos! y un default virtual de la deuda en moneda extranjera, firmaron un comunicado sobre la presunta irresponsabilidad del gobierno por tomar deuda en pesos.
El comunicado, que hizo público lo que los principales referentes cambiemitas repiten en privado desde hace meses, fue algo más que una muestra de irresponsabilidad en la disputa por el poder. Manifestó un contínuum de confusión sobre el funcionamiento de la economía. El macrismo insiste en mezclar pesos y dólares. Para la principal fuerza opositora lo único que diferenciaría a una deuda en pesos de una en divisas es el tipo de cambio. Es más, sus referentes suelen expresar indistintamente en dólares deudas que son en pesos. Debe recordarse que fue este modo de interpretar el endeudamiento el que estuvo por detrás de la explosión de la deuda en divisas que dejó condicionada a la economía local por generaciones. A pesar de la profusa experiencia histórica negativa, a partir de 2015, los economistas macristas volvieron a repetir que era mejor endeudarse en divisas que en moneda local porque se conseguía una tasa de interés más baja. Y no solo eso, sino que bajo esta consigna y como ya se dijo, transformaron profusamente deuda en pesos en deuda en dólares, es decir deuda interna en externa. No hace falta explicar mucho los efectos de estos errores garrafales porque son los que condujeron a la realidad del presente, es decir a la sujeción a los acreedores del exterior y a una política económica atada a los acuerdos con los organismos financieros internacionales.
El dato notable, una vez más, es que todo aquello de los que el macrismo acusa a sus adversarios es que luego hace peor. El “plan bomba”, era el de Axel Kicillof cuando intentaba evitar las extorsiones de los fondos buitres en tándem con los juzgados neoyorkinos. Pero la verdadera bomba, en cambio y como lo demostró la historia, fue la bola de nieve del endeudamiento cuya bandera de largada fueron los generosos pagos a los buitres, que dicho sea de paso se contaron entre los protagonistas de la campaña macrista de 2015, como surgió del affaire Cambridge Analytica y cuyos detalles hasta se puede ver en Netflix (“The Great Hack”). No hay nada oculto para quienes quieran anudar los cabos.
Siguiendo con el “te acuso de lo que yo hago”, nada menos que el partido del lawfare, que durante los cuatro años 2016-19 se dedicó a perseguir opositores operando con jueces y fiscales amañados y extorsionadores, es el que hoy habla de “embestida” y “ataque” a “la Justicia”, como se mal llama al militante Poder Judicial.
Existe un punto cierto, la economía local tiene un problema: no tiene moneda. El peso no cumple una de sus funciones principales, que es la de ser reserva de valor. Claramente esto se debe a “décadas” de alta inflación, un problema que llevará mucho tiempo y perseverancia macroeconómica resolver. Dado este contexto, colocar deuda en moneda propia supone elevadas tasas de interés “nominales”. Sin embargo, así como no deben confundirse pesos con dólares, tampoco deben confundirse tasas nominales con tasas reales. Las tasas reales de la deuda en pesos están lejos de ser explosivas como señalo el vergonzoso comunicado opositor. Incluso las tasas reales son en buena parte negativas. Según reseñó un breve informe de la consultora PxQ, “el 14 por ciento del total de la deuda del Tesoro + BCRA no paga intereses, el 37 por ciento está emitida a tasa fija y el 49 por ciento a tasa variable. Asumiendo una inflación en el orden del 100 por ciento, la tasa real ponderada del Tesoro es de 0,67 por ciento anual, y la del conjunto Tesoro más BCRA de 5,8 por ciento negativo”. De explosivas, nada. Adicionalmente el volumen de la deuda, como se comprueba en la profusión de ofertas de las últimas licitaciones, no es percibida por los agentes como impagable.
La conclusión preliminar es que si el Estado no se autofinancia debe colocar deuda y la mejor forma de hacerlo es en moneda propia. En la actual coyuntura, además, se ve compelido a hacerlo de esta manera, es decir evitando al máximo que el BCRA financie al Tesoro, para limitar las presiones sobre el tipo de cambio dado el exiguo nivel de reservas. Es decir, para evitar que el excedente de pesos vaya a dólares. Lo que intentaron los economistas opositores preanunciando que, en caso de ser gobierno, desconocerán estas colocaciones, cuyas tasas y montos se mantienen absolutamente razonables, fue provocar una corrida cambiaria y una crisis que debilite al gobierno y de lugar a un ajuste de proporciones, es decir que el ajuste que planean como inicio de un plan de gobierno sea hecho por el mercado bajo el actual gobierno. El detalle es que buena parte de los tenedores de la deuda interna son los integrantes del poder económico local. Y no sólo del “poder”, sino la mayoría de las empresas, que, dada la alta inflación, colocan sus excedentes en el sistema financiero. El irresponsable comunicado del pasado lunes, no sólo fue un malintencionado dislate teórico, sino que expresó también una ruptura con sus representados. El problema de fondo es que la actual fragilidad financiera permite predecir que la oposición persistirá con la metodología.