Milei y la mentira: la diferencia entre éxito y fracaso reside en un falso relato

27 de mayo, 2024 | 10.50

No bastan con palabras grandilocuentes ni con discursos rimbombantes cuando nada palpable asoma en el presente ni permite presumir exitosa una gestión de gobierno, mucho menos cuando su tránsito breve -pero irrebatible- está cimentado por una serie continua de fracasos.

Cuando la mentira se hace un hábito

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Es común que en las luchas políticas se cuelen visiones acomodadas o subjetivizadas de la realidad, con el afán de darle mayor sustento a las posturas en pugna.

Las miradas divergentes sobre situaciones, actitudes o procesos, sean del pasado o del presente, encuentran razones muy variadas y aceptables, en principio, en función de las perspectivas de análisis que se adopten, el punto en que se focalicen y, lógicamente, las ideas o intereses que las animen.

Lo señalado no constituye ningún descubrimiento original, ni significa un problema por sí mismo sino sólo el emergente de la conflictividad propia de las relaciones de poder y las contiendas a que dan lugar y corresponde dirimir en ese campo.

Muy distinto es cuando se pretende ignorar lo que ocurre, ya no darle una explicación -incluso inconsistente- para justificar o denostar lo que acontece, encerrándose en una burbuja blindada a todo dato duro e incontrastable del mundo real.

Si esto último, además, se convierte en una conducta consciente que pretende instalarse como verdad, única verdad, y excede, largamente, un desvío en la apreciación subjetiva para conformarse en una práctica política deliberada de falseamiento de los hechos, si estamos frente a un problema.

La mentira, cuya repetición irreflexiva sabemos impacta en el imaginario colectivo cuanto mayor es su reiteración y difusión, no deja de ser tal ni, más temprano que tarde, ponerse en evidencia. Pero su descubrimiento final no altera al menos dos cosas: los efectos dañinos directos y colaterales, como la descalificación de quienes alimentan su accionar con un hábito distorsivo que les brinde todo aquello que les falta.

Cuando lo discursivo exhibe fisuras de esa índole, máxime si ese discurso proviene de aquellos que ocupan las principales responsabilidades de gobierno, se impone con urgencia cotejarlo con nuestras propias vivencias y experiencias cotidianas para evitar quedar atrapados en un laberinto del que será extremadamente costoso salir.

Si los números no cierran es añudo que los fajen

Los dogmatismos económicos, todos ellos, se fundan en premisas planteadas como indiscutibles y en virtud de las mismas elaboran las consiguientes conclusiones que dan sentido teórico a sus postulados.

Ahora bien, más allá de los debates o cuestionamientos a que en cada caso puedan dar lugar, lo mínimo que cabe reclamarles es rigurosidad y seriedad en el análisis de las variables consideradas, en particular cuando se proyectan en su aplicación práctica y ésta, mal que les pese a los economistas más fundamentalistas, no es otra cosa que producto de la política.

Entonces, una primera curiosidad que ofrece el escenario nacional es que quienes gobiernan nieguen la política, más aún agiten la idea de eliminar la política y se propongan como meros administradores técnicos de la Economía, con casi exclusiva dedicación a la macroeconomía, y definan a aquélla como el espacio en el que fluye -o debe fluir- libremente esa entelequia que llaman Mercado.

Sin embargo, ese Mercado -o en plural segmentándolo en distintos ámbitos- no ofrece signo alguno de ordenar virtuosamente lo comunitario, el bien común, el bienestar general, a pesar de las medidas direccionadas a eliminar toda intervención estatal que, por el contrario, favorecen a una desorganización cada vez más caótica y desprovista de un plan maestro que se asiente en valores colectivos.

El mantra del mentado “anarco-capitalismo”, eufemismo que encierra una falaz conjunción de términos antitéticos y de un vacío conceptual que sólo se expresa en consignas panfletarias que encubren la cara más brutal del Capitalismo en su etapa neoliberal, erige al Estado en enemigo de la “gente de bien” y sostenido por la “casta” que, a la vista de los resultados palpables, terminan representando a las elites y a la mayoría de la población, respectivamente.

En su faz economicista se expresa en teorías monetaristas, reiteradamente fracasadas, que entienden responsables de las crisis a la emisión monetaria y al déficit fiscal, aceptando mansamente el lugar que al país se le asigne en la división internacional del trabajo, entregando la soberanía nacional y resignándose a una extrema primarización de la Economía, desintustrialización y abandono de todo desarrollo productivo, científico y tecnológico.

La anunciada dolarización y la consiguiente pérdida de soberanía monetaria acompañada por la eliminación del Banco Central, dejó -afortunada y forzadamente- de ser una meta prioritaria pasando a ser un objetivo a mediano o largo plazo. Tampoco se verificó una caída en la emisión directa, que se potenció incluso con variados mecanismos indirectos de emisión.

En cuanto al “déficit cero” que tanto se pregona tampoco se alcanzó, puesto que los brutales ajustes presupuestarios aplicados sobre los sectores más sensibles y vulnerables (jubilaciones, educación, salud, asistencia social, empleo público) e incumplimientos en materia de coparticipación federal, no fueron suficientes; y, además, las cuentas públicas incrementaron sus pasivos por falta de pago de obligaciones de diversa naturaleza, como es el caso de las importaciones que agravan, a su vez, la escasez de insumos básicos para la producción.

El ingreso de divisas que supuestamente llegaría dando paso a un aluvión de inversiones del sector privado brillan por su ausencia, que tampoco arriban por empréstitos de organismos internacionales de crédito que, a lo sumo como el FMI, acerca a cuentagotas lo mínimo indispensable para pagar parte de los intereses de la deuda externa que consecuentemente se incrementa en idéntica o mayor proporción.

Celebrar el 8,8% del IPC de abril parece una humorada, después de acumular en sólo cuatro meses (entre diciembre 2023 y marzo 2024) una variación superior al 100% que mal puede atribuirse a una “herencia” del gobierno anterior, estando a la extrema devaluación del 118% a pocos días de asumido el nuevo gobierno, la liberación total de precios -sujetos a cartelizaciones ostensibles- y el desmantelamiento de todos los dispositivos de control.

Un “récord” sólo comparable con el incremento del 25% de la pobreza (del 41% al 55%) y del 50% de la indigencia (del 12% al 18%) en cinco meses de gestión del presidente libertario, o con la destrucción de empleo en igual lapso (250.000 puestos de trabajo en el sector privado y una proyección de 70.000 en el sector público). Porcentajes y cifras que espantan por sí mismo, pero que imponen pensar en las personas de carne y hueso que representan junto con las de sus familias, unido al impacto sobre quienes viven del consumo interno directamente afectado por la pérdida de ingresos de los nuevos desocupados.

Los empresarios de los sectores de servicios, de comercio y -especialmente- de industria muestran una sustancial caída de actividad que promedia el 17% en aquel mismo período, aunque en términos interanuales se advierten variaciones más abruptas en la producción electrónica (- 42,8%), muebles (-40,4%), maquinarias (-32,6%), automotores (-24,7%), textiles (-22,9%), alimentos (-14,4%) y, muy superior, en la construcción (que acumula, sólo en el primer trimestre de 2024, -30,3%).

La aguda recesión que no exhibe política ninguna que permita avizorar una recuperación, en nada se compadece con la augurada “V” que pronosticaba un despegue de la Economía en el segundo trimestre de 2024.

A la caza de fantasmas

Sin acertar ni una sola de las predicciones de bienaventuranza, el Gobierno construye espectros a los que, esotéricamente, atribuirles la responsabilidad de sus seriales fracasos y multiplica conflictos -locales e internacionales- con fines distractivos que ponen de manifiesto la impericia para el manejo de todas las áreas del Estado.

No ha podido en casi seis meses sancionar ningún proyecto de ley, demostrando una ignorancia absoluta para la construcción de consensos y una tendencia al autoritarismo inconducente como antirrepublicana.

Careciendo de toda convicción federal y democrática el presidente Milei anunció un pacto refundacional de la Argentina para este 25 de mayo, que proponía sin acuerdo ni diálogo alguno con los gobiernos provinciales, sino sujeto a premisas unilateralmente impuestas y condicionado a la previa aprobación de una mega ley que importaba consagrar la suma del poder público, apelando a una extorsiva asfixia de los gobernadores convocados.

Sin visitar ninguna Provincia multiplicó los viajes al exterior para actividades privadas, en las que se empeñó en romper con las más elementales reglas de las relaciones internacionales y sin obtener fruto alguno que no fuera el de saciar su ego y ansias de constituirse en una figura de reconocimiento mundial en la lucha contra el comunismo, el socialismo, el liberalismo socialdemócrata y el colectivismo al que concibe como una bolsa en que cabe todo lo que no cuadra con el libertarismo reaccionario que representa, como fiel mandatario de las terminales del gran capital concentrado.

Su alineamiento incondicional con los Estados Unidos tampoco ha redundado en beneficio alguno para el país, y junto a su Canciller ha sumado desafortunadas controversias con Brasil, Chile, Colombia, Bolivia, Méjico, España y China, demostrando carecer de una política exterior que no sea la de convertirnos en un simple enclave colonial.

Sinceramiento o acto fallido, un enigma, pero su decisión de concurrir igualmente a Córdoba con motivo de esa fecha patria fundacional lo retrata sobradamente: “Como si fuera una broma de un mal guionista, el presidente Javier Milei se dispone a realizar el acto oficial del 25 de mayo frente al Cabildo de Córdoba, el único Cabildo en territorio argentino que en 1810 se opuso a la revolución y se puso al servicio de la corona española.” (señalaba en su nota de Página 12 Sergio Wischñevsky)

Las hogueras que no se ven terminan calcinando los sueños trasnochados

Ese peregrinaje mesiánico que le consume los mayores esfuerzos en su adicción lúdica por las redes sociales, tiene como hilo conductor el agravio, las denuncias permanentes frente a cualquier disidencia, la ofensa, el fomento del odio irracional y discriminatorio.

Flaco de estructura político institucional a nivel de legisladores como de ejecutivos provinciales y municipales, sin cuadros medios con experiencia para ocupar cargos orgánicos en la administración, atravesado por internismos inexplicables salvo por la desenfrenada lucha desatada por el posicionamiento personal y el aprovechamiento de unidades de negocios a expensas de la política que desprecian, el gobierno -si es que a esta altura así puede pensárselo- se va convirtiendo en un “régimen” autorreferencial y que se agota en sí mismo.

Un régimen que va exhibiendo su cara más perversa y deshumanizada, ante cada revés político, frente al hundimiento constante de la actividad económica con su correlativo impacto en el nivel de ingresos y consumo de la población, en el abandono desaprensivo de personas que afrontan situaciones extremas.

El juego de parecer incorruptibles, a pesar de que afloran negociados a diestra y siniestra, multiplicando auditorías mal encaradas y peor ejecutadas, se vuelve particularmente cruel cuando privan de medicación a personas con patologías crónicas de la cual penden sus vidas, o niegan asistencia alimentaria a quienes padecen hambre a pesar de tener abarrotados depósitos con más de cinco millones de kilos de alimentos con ese destino.

Es evidente que el micro clima en el que se encierra al Presidente, con cercanos aduladores y experimentados especuladores, necesita ser sostenido por un montaje circense ya sea mediático -contando con un periodismo mercenario y dócil- o como remedo caricaturesco de un personaje emblemático, sabio y con dotes -celestiales o terrenales- que generen un deslumbramiento masivo.

Algo de esto se vivió en el Luna Park en esa bizarra presentación de su libro “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica”, cuyo mismo título da cuenta de la intención de darle una pátina de alta erudición más allá de las justificadas dudas sobre su autoría -con denuncias de plagio incluidas- y sobre los “pergaminos” que se atribuye su declarado autor que obligaron a la Editorial Plantea a retirar los ejemplares en circulación en España apenas unas semanas antes.

Con una arrogancia académica que luce grande para quien ostenta magros antecedentes curriculares, apelando a un lenguaje críptico cargado de tecnicismos incomprensibles para el común, falseando datos -como acostumbra- sin sonrojarse y repartiendo burlas a granel para quienes disienten con sus dogmáticas afirmaciones, supo ganarse el aplauso de una barra que no entendía ni jota de su discurso plagado de lugares comunes, ramplón e ininteligible.

Imposible evitar, entonces, la evocación de Scalabrini Ortiz cuando señalaba: “Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Sólo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende, es que están tratando de robarle”. O de aquella conocida reflexión campechana de Arturo Jauretche: “cuando los economistas hablan muy difícil y nadie los entiende, no es que uno sea burro sino que seguro le quieren meter el perro”.

Es cierto que otra peculiaridad actual que sorprende, es el elevado umbral de tolerancia que pareciera mantenerse ante el castigo cotidiano de una política antipopular que no muestra signo alguno de cambiar de rumbo, ni detenerse ante los desmanes que provoca.

Sin embargo, esa apreciación prescinde de datos de realidad que desmienten una sesgada mirada de esa índole. La suma de fracasos en todos los terrenos que registra el Gobierno nacional no pasa inadvertida, las inconsistencias y contradicciones del pensamiento libertario llevado a la acción son cada día más visibles, las protestas y movilizaciones -sindicales, sociales, universitarias- se multiplican exhibiendo una transversalidad creciente en su composición.

Los sucesos en la provincia de Misiones asumen una gravedad creciente que pretenden ignorar las autoridades centrales, en cuanto les cabe de responsabilidad, y se encienden alarmas en otras provincias del norte que también se replican en distintas regiones de la Argentina.

A días de cumplirse un nuevo aniversario del Cordobazo (29 de mayo de 1969) que marcó el comienzo del fin del dictador Onganía, quien se autoasignó la conducción de un régimen totalitario que según él duraría 20 años, es aconsejable repasar esa pueblada que ni fue “espontánea” ni configuró un episodio aislado, sino que fue el fruto de una conjunción de fuerzas y acciones con centralidad en el Movimiento Obrero que, en meses anteriores de ese año, dio otras muestras de resistencia organizada en Tucumán, Santa Fe (Villa Ocampo y Rosario), Chaco (Resistencia) y en la misma Capital Federal.

La paciencia y la prudencia son virtudes de las que no hay que abusar, la protesta y la resistencia son derechos básicos de la ciudadanía que cobran mayor entidad cuando se atenta contra la vida digna, las instituciones republicanas y la democracia, pero que se constituyen en obligaciones e imperativos impostergables cuando se pone en riesgo la soberanía nacional y popular.