Una nueva etapa que no tiene antecedentes

El país entra en territorio político desconocido: una nueva fuerza en el poder, alineada con el momento más oscuro de la Argentina y el pensamiento neoliberal más extremo.

10 de diciembre, 2023 | 00.05

Con la asunción de Javier Milei el país entra en un territorio político desconocido. Todos los territorios políticos son, en algún sentido, nuevos. Pero éste en el que entramos traza una gran cantidad de incógnitas relevantes. Una fuerza que hace pocos meses empezó a irrumpir en el terreno de la disputa política central en la Argentina pasa a establecerse como centro organizador del sistema política. Es una fuerza que se reconoce a sí misma como de extrema derecha. Alineada desde su máxima conducción con la dictadura terrorista aupada en el poder en 1976.

Dogmáticamente enrolada en términos intelectuales con el pensamiento neoliberal de la escuela austríaca, es decir con los padres intelectuales del neoliberalismo realmente existente en el mundo a partir de la experiencia de Thatcher en el Reino Unido y de Reagan, a principios de la década de los ochentas. Furiosamente enfrentada con la historia sindical y política argentina desde 1945. Una fuerza cerradamente individualista. Creyente incondicional de las propiedades organizadoras absolutas del mercado e impugnadora de cualquier rol activo del estado (como no sea el de proteger los derechos a la libertad individual y a la propiedad privada (de los poderosos) de modo irrestricto). La justicia social querrá ser puesta en el lugar de una expresión del viejo régimen, del que, después de los “años gloriosos” del primer centenario, comenzó a construir la “decadencia argentina”. Del peronismo. Es una tarea en la que se comprometieron todas las dictaduras que en nuestro país han sido, sin éxito en ninguno de los casos

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No hubo esta vez -a diferencia del triunfo de Macri en 2015- disimulo alguno en cuanto al objetivo político, económico y social que se persigue. Estamos ante una escena “refundacional”, o que, por lo menos, se atribuye ese destino. No es la primera vez que el discurso neoliberal se atribuye designios mesiánicos. Pero en esta ocasión ha ganado una elección limpia, ha dicho la verdad sobre sus propósitos. Y, además cuenta -por primera vez en la historia de la derecha argentina- con un sólido apoyo de masas. De masas juveniles y trabajadoras en su mayoría. No hace falta decir, después de todas estas advertencias, que el discurso y la posición política de las fuerzas que se atribuyen la condición de expresión de los intereses de las “mayorías populares” están (estamos) en una instancia muy complicada.

Además, el contexto en el que empezará a desarrollarse esta experiencia con pretensiones refundacionales será particularmente crítico. Miley y LLA no convocaron al voto a su boleta electoral con ninguna mentira respecto de sus propósitos. Y, en los últimos días han subrayado con mucha energía que los días que les esperan a los argentinos trabajadores y a las clases medias serán días duros y difíciles. Esto no es nuevo, otros presidentes fueron igualmente “sinceros”, pero ninguno había anunciado el purgatorio del dolor antes de su triunfo electoral. 

¿Cómo consiguió todo esto el partido de Milei? No es el propósito de estas líneas -que son un simple artículo de opinión-dilucidar una cuestión tan compleja. Como recomendación, vale que nos remitamos al excelente trabajo sobre esta cuestión, recientemente publicado (“Está entre nosotros”, que compila el destacado sociólogo Pablo Semán). Desde una sensación y un estado de ánimo, más que desde una profunda reflexión, se puede considerar que un buen punto de partida sería poner en cuestión TODOS LOS PUNTOS DE APOYO sobre los que apoyábamos nuestras certezas hasta hace muy poco. No para abandonarlos, pero sí para repensarlos. Es menester rechazar cualquier causalidad simple (la inflación, la pandemia, los déficits políticos de las fuerzas populares que gobernaron estos años). Todo eso existió y tuvo mucha importancia, pero su exclusividad en el repertorio explicativo de los hechos no conduciría, según este analista, a ningún resultado importante. Porque todos esos ingredientes podrían haber determinado el regreso de la derecha conocida al gobierno. Con Macri, con Bullrich o con quien fuera. Pero este no fue el caso. Es un nuevo liderazgo. Un liderazgo de encuadre mesiánico, no un primus inter pares en el interior de la “casta política”. De lo que hablamos es de un proyecto refundacional muy potente. Esto está ocurriendo exactamente cuarenta años después de la recuperación en nuestro país de la democracia electoral como el soporte de la vida en común. Pero el próximo 10 de diciembre no escucharemos voces “oficiales” que reivindiquen la conquista, que la pongan en el lugar histórico que hasta aquí tuvieron. Serán “nuevas canciones” las que escucharemos. 

Será, seguramente, más tarde o más temprano un escenario de luchas. No es pensable que las políticas antipopulares que ya se han anticipado y serán llevadas al Congreso como nuevo plan de gobierno pasen sin ningún tipo de tropiezos. Las recientes palabras de Macri a propósito de las movilizaciones populares que tuvieron en su interior la amenaza de que “los jóvenes” sean la fuerza que las enfrente, deben ser tomadas muy en serio. Son la primera manifestación de la amenaza de violencia que está, de modo indiscutible, en el repertorio posible del nuevo gobierno. Se piensa a “esta juventud” como la fuerza de choque “paralegal” de lo que se considera a sí mismo como un “nuevo régimen”. Tendremos que hacer todo el esfuerzo posible para dialogar con esos jóvenes, sin soberbia y sin rencor.

La defensa de la paz social, de la democracia, de la convivencia entre los argentinos y argentinas pasa a ser una cuestión política central. Eso no significa ningún tipo de resignación ante una orientación política que comporta una amenaza enorme para nuestra convivencia social. Más que nunca se vuelve urgente retomar la metáfora que planteara hace poco Axel Kicillof, la  de la necesidad de cantar “nuevas canciones”. No para “revisar” la historia desde 2003 hasta hoy -a la que quien esto escribe considera la más luminosa en los años que le tocó vivir. Para hacerla revivir. Para superar el sectarismo. Para valorar al “otro”. Para comprender mejor una etapa nueva y distinta. Siempre bajo la inspiración de nuestra mejor historia -a la que estos años-, sin duda, pertenecen.