Cualquier observador de la realidad sabía lo que significaba el triunfo de Javier Milei. No importa aquí su persona, su modo de llegar al poder, las infinitas interpretaciones sobre su triunfo y el regodeo en el fracaso del Frente de Todos en el combate contra la inflación, eso que tanto parece haber enojado a los votantes como para elegir como reemplazo a un outsider extremista. El dato del presente, el hecho ineluctable, la realidad que no tiene remedio, es que Milei ganó ampliamente el balotaje y que la aprobación en Diputados de la ley “Bases” no expresa más que ese triunfo. La alianza de “las tres derechas” del parlamento, UCR, PRO y LLA, fue un proceso natural involuntariamente consolidado por el balotaje. Con prescindencia de los matices, la comunidad ideológica es evidente y se complementa con la vieja derecha peronista nostálgica del menemismo. Es verdad que “izquierda y derecha” ya no son las mejores herramientas para interpretar las nuevas dicotomías de la política local, entre otras razones porque adentro de “la derecha” hay mucho más de lo que normalmente se admite. Sin embargo, todavía se entiende lo que estas definiciones delimitan.
Vale insistir: a diferencia de Mauricio Macri en 2015, Milei no prometió “la revolución de la alegría”, prometió un ajuste salvaje y lo que está sucediendo es el resultado de llevar a la práctica el neoliberalismo extremista prometido. El propio Mauricio debe estar arrepentido de haberse dejado llevar por los moderados y no haber hecho él mismo lo que hoy hace Milei: desfinanciamiento de la educación, eliminación de la obra pública, dilapidación del patrimonio estatal y destrucción sistemática de las funciones del Estado. Hoy la sociedad quedó inmersa en una suerte de “neonoventismo”, pero que esta vez actúa sobre un Estado ya desarmado.
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Es duro asumirlo, pero cada una de las acciones libertarias representan el movimiento de fuerzas tectónicas que impactarán en el mediano y el largo plazo. En materia de capacidades estatales es muy fácil desarmar estructuras y extremadamente complejo reconstruirlas en tanto no sólo se pierden recursos materiales, sino mucho “know how”. Quienes viajan por el mundo saben que una de las sorpresas de los extranjeros cuando miran el funcionamiento de la economía argentina es la falta de continuidad de los cuadros de conducción del Estado. Sorprende, por ejemplo, el recambio en cada gobierno de todas las cúpulas de conducción de las agencias públicas, incluidas también buena parte del gerenciamiento. Con el gobierno de LLA el panorama es todavía peor, porque su objetivo es directamente desarmar, no reemplazar conducciones.
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Frente al terremoto libertario la tarea de las fuerzas nacional populares es primero actuar con estoicismo frente al presente y luego prepararse para el futuro. Uno de los grandes representantes de la escuela estoica, el esclavo liberto Epicteto (55-135 d.C.), escribió que “el único poder que tenemos es el de elegir nuestra actitud ante las circunstancias” que no podemos cambiar, porque “no es lo que te sucede (lo que importa), sino cómo reaccionas ante ello”. Los integrantes de las fuerzas populares tienen que “parar de sufrir” ante cada avance de LLA y especialmente asumir el dato de que Milei no va a caer y que su gobierno, salvo cisnes negros, durará como mínimo hasta 2027. La aprobación de la ley “bases” es una nueva muestra de que los apoyos al libertario son más grandes de lo que el grueso de los analistas suele conceder. LLA es una fuerza formalmente pequeña, pero que expresa una mayoría social. Es un bloque histórico en construcción que suma a la Embajada estadounidense y sus satélites, a las principales asociaciones empresarias, incluidas a muchas que sufrirán en el camino, al poder sindical que intenta conservar poder y a toda la clase política no peronista, con la casi única exclusión de la izquierda testimonial. A ello se suman, por ahora, las mayorías sociales que acompañaron con el voto. Se trata de una nueva fuerza catalizadora de todas las ideas anti Estado y antipolítica engendradas por los fracasos de los gobiernos nacional populares. Milei es el triunfo de la antipolítica porque antes fracasó la política.
La tarea más urgente parea el movimiento nacional popular, entonces, es concentrarse en la compleja tarea de construir una propuesta de poder real para 2027, lo que puede convivir perfectamente con el ejercicio de una oposición frontal al avance del extremismo, pero asumiendo el dato duro de que la voluntad popular fue una carta blanca para la destrucción en curso.