El gobierno de Milei ya fracasó

06 de junio, 2024 | 17.34

Esta conclusión es la única que importa para la práctica política concreta hoy y ahora. Los argumentos y los análisis que puedan sustentarla, y que se desplegarán en estas líneas, solo tienen el pequeño objetivo de satisfacer las conciencias de aquellos que aún mantenemos cierto respeto por la reflexión, el pensamiento crítico y ese último objeto del deseo de los analistas: los datos. Pero no sirven más que para eso: tranquilizar las conciencias de aquellos que no tenemos, hoy, ahora, hambre en nuestros cuerpos. Millones de compatriotas y, peor aún, millones de niños y niñas, tienen ahora, sí ahora mismo, hambre. Eso solo debiera bastar para terminar cualquier debate, pero intentemos.

Hay dos formas de evaluar algo: desde fuera, aplicando sobre el objeto de análisis los criterios y valores propios del crítico observador, o desde dentro, es decir aplicando los propios términos de lo que sería exitoso según los hacedores. Empezando por aquí hay que decir que, en solo seis meses, Milei ha traicionado al menos la mitad de su contrato electoral: el ajuste efectivamente sucedió y sigue sucediendo, pero realizado en territorios muy alejados de la “casta”. El supuesto objetivo del ajuste, el ordenamiento de “la macro” y la consiguiente baja de la inflación, es por ahora contabilidad creativa, tuits afiebrados y la fe inclaudicable de los fanáticos y los beneficiarios de estas políticas: quince o veinte megamillonarios de nuestro país y un coro mediático de indignos operadores de prensa, que periodistas no les voy a dar el gusto de decir.

Al mismo tiempo, el plan económico también fracasó. Los superávits están atados con alambre, la baja de la inflación está amesetándose con riesgo de retomar un sendero al alza, las reservas dejaron de crecer en los meses donde se supone el agro liquida su cosecha, el riesgo país vuelve a elevarse por sobre los 1500 puntos, la brecha entre el dólar oficial y el ilegal vuelve al 50%. Y estos datos son los supuestos éxitos del plan económico de Milei y Caputo.

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El costo de esta aventura ya está entre nosotros y solo puede empeorar hacia el futuro: una economía desplomada en todos los rubros y todas las ramas. Crecimiento de la pobreza (que según la UTDT pasó de 41,7% en diciembre a 48,9% en abril de este año), de la indigencia y del desempleo (que según los datos de CABA pasó de 4,6% en el último trimestre de 2023 a 7,5% en el primer trimestre de 2024). Parálisis absoluta de la gestión del estado, con ministerios enteros que no hacen absolutamente nada, salvo amenazar con el despido a sus empleados que, mientras tanto, esperan sentados que algún funcionario les diga algo, alguito, para hacer mientras se destruyen las ya enflaquecidas capacidades estatales. Desidia, vagancia y crueldad que emanan del mismísimo Presidente y que son festejadas por un aparato comunicacional compuesto por tres pilares: medios masivos, redes sociales y encuestas de opinión.

Y aquí debemos detenernos. Supongamos que efectivamente las encuestas nos marcan un nivel de apoyo popular al Presidente aún vigoroso, aún con expectativas ¿Es eso condición suficiente para que nosotros, que pensamos y sentimos radicalmente diferente a los valores que hoy encarna Milei, nos callemos? ¿Vamos a resignar nuestra moral, nuestra ética y nuestros sueños porque hoy son, supuestamente, minoritarios? Por supuesto que no. Entonces ha llegado el momento de dejar de ser tributarios de una industria del llanto que solo beneficia a nuestros adversarios políticos.

Tenemos, desde el campo popular, muchos desafíos por delante. En primer lugar, alzar la voz. Acompañar a cada uno de los sectores perjudicados. Trabajar para enhebrar lo que por ahora son eslabones sueltos de malestar social. Toca hoy ser opositores rabiosos y decididos: con el oficialismo nada, absolutamente nada. En paralelo, dejar de lado el internismo y los pases de factura por el evidente fracaso de nuestro último gobierno. Fuimos todos responsables. La sociedad ya hizo nuestra autocrítica al darnos la espalda en la última elección. Ya está.

Por último, el desafío mayor: con ser opositores no alcanza. Debemos construir una alternativa de gobierno clara hacia adelante más temprano que tarde. Y tenemos ahí la responsabilidad de ser creativos y osados. Hay un mundo nuevo cada día y debemos tener una propuesta nueva cada vez. No necesitamos un programa, necesitamos un proyecto. Porque en un momento, un día de estos, la sociedad levantará su mirada buscando otra cosa a este desastre nacional que vivimos. Y ahí debemos estar listos para hacernos cargo. Porque como siempre, eso vamos a hacer.