La cumbre de los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping, del 20 al 22 de marzo en Moscú, expresa con certeza que un nuevo orden internacional multipolar está en marcha. Ha nacido en Eurasia y su columna vertebral es el poderoso eje China-Rusia, es decir, la comunidad de la producción y la energía.
Los acuerdos entre las dos potencias trascienden ampliamente sus relaciones bilaterales. Los encuentros –el primero duró cuatro horas y media a solas y no trascendió su contenido-, los gestos, las declaraciones y los documentos muestran que ambos líderes no sólo han diseñado propuestas alternativas para un mundo “más pacífico, armónico y con un desarrollo global más equitativo” sino que están dispuestos a encabezar esos cambios sumando al resto de las naciones del planeta.
“Rusia y China buscan promover un orden mundial multipolar, la globalización económica y la democratización de las relaciones internacionales, además de fomentar el desarrollo de la gobernanza mundial de manera más equitativa y racional”, dice la declaración conjunta.
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Es posible imaginar la irritación y el pánico que provocaron, en las esferas del poder estadounidense, las imágenes de Putin y Xi despidiéndose como amigos entrañables luego tres días de intensas reuniones. ¿Qué planes trazaron? No se sabe, pero es seguro que allí se tejió nuestro futuro.
El texto sino-ruso no ahorra críticas a Washington: “Las partes piden a EE.UU. que deje de socavar la seguridad internacional y regional y la estabilidad estratégica global para asegurar su ventaja militar unilateral”.
Deja muy claro que el modelo que proponen como alternativa al unipolarismo de Occidente se basa en los principios acordados globalmente al finalizar la Segunda Guerra Mundial, es decir, el derecho y las normas fundamentales asentadas en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas. Ambos países afirman que “el orden internacional basado en reglas” decidido en forma unilateral por EE.UU. en los últimos años “es inaceptable”.
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El nuevo orden multilateral –dice el documento firmado en Moscú- respetará las características históricas, culturales y nacionales propias de cada país. "Las partes se oponen a que un Estado imponga a otro sus valores, a que se tracen líneas ideológicas, a que se cree una falsa narrativa sobre la supuesta oposición entre democracias y autocracias, y a que se utilicen la democracia y la libertad como pretexto e instrumento político para ejercer presión sobre otros".
En Nuestra América sabe mucho de esas imposiciones violentas, basta sólo recordar los brutales castigos recibidos por Cuba desde 1959 por elegir un camino político diferente. China y Rusia sostienen que cada nación "tiene el derecho a elegir su propio camino de desarrollo", sin la necesidad de una "democracia suprema".
La cumbre estuvo cargada de gestos y mensajes. En pleno conflicto en Ucrania, Xi Jinping eligió Rusia para su primera visita de Estado después de ser elegido para un tercer mandato presidencial a comienzo de este mes. La fecha no fue elegida al azar: el paso del invierno a la primavera en el hemisferio norte (20-21 de marzo) es propicio para una “nueva era”. Por otra parte, el 20 de marzo se cumplieron 20 años de la guerra de EE.UU. contra Irak, una embestida ilegal (nunca autorizada por la ONU), basada en una mentira (las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam Hussein) y que ha dejado al país árabe desestabilizado, empobrecido y violento. Enterrar ese modus operandi del imperio estadounidense es la consigna de Rusia y China.
En relación a los conflictos globales, ambos países convocan al resto de las naciones a colaborar en una nueva gobernanza mundial y en un nuevo diseño de seguridad. Opinan que:
- la ONU debe tener un papel central en el combate contra el terrorismo.
- se debe busca la reducción efectiva del riesgo de guerra nuclear y frenar la carrera armamentista.
- comenzar negociaciones sobre un acuerdo que prevenga el despliegue de armas en el espacio, el uso de la fuerza contra objetivos espaciales y garantizar la prevención de una carrera armamentística en el espacio.
- “evitar al máximo los conflictos entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, China, Rusia, Francia y Reino Unido), que tienen una responsabilidad especial en el mantenimiento de la paz y la estabilidad mundiales".
El altísimo vínculo acordado entre Moscú y Beijing impactará no sólo en el aumento exponencial del desarrollo que alcanzarán ambos países en los próximos años, sino en la metamorfosis del sistema financiero internacional. A partir de ahora se acelerarán los pasos dados, en los últimos tiempos, hacia la desdolarización, el intercambio comercial en monedas nacionales y el reemplazo del SWIFT (la red internacional de comunicaciones financieras entre bancos y otras entidades financieras).
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En el plano de las relaciones binacionales, China y Rusia aseguran haber entrado "en una nueva era" de su asociación global e interacción estratégica, alcanzando así el nivel más "alto de su historia". Aseguran que no se trata de un bloque, que no es una asociación para la confrontación y que "no está dirigida contra terceros países". Acordaron también celebrar reuniones anuales e intensificar la cooperación en las áreas de seguridad policial y militar; energética y financiera-comercial.
Según el diario chino “Global Times” (que refleja la posición del Partido Comunista Chino) el “comercio bilateral entre China y Rusia aumentó en 2022 un 29,3 %, alcanzando un récord de 190.271 millones de dólares, a un paso del objetivo de 200.000 millones de dólares establecido por los dos jefes de Estado”.
“Los productos de alta tecnología chinos a Rusia aumentaron un 51% y los automóviles y piezas, un 45% interanual. Moscú es la principal fuente de petróleo, gas natural y carbón hacia Beijing. El volumen de comercio de productos agrícolas entre los dos países ha aumentado en un 43% y los consumidores chinos prefieren ampliamente la harina, la carne de res y el helado rusos. (…) Además, se han creado nuevos puntos de crecimiento como 5G, comercio electrónico transfronterizo, economía digital y biomedicina”. En esta cumbre se acordó apoyar un mayor uso de las monedas nacionales en el comercio bilateral, las inversiones, los préstamos y otras transacciones comerciales y económicas además de proyectos energéticos en los sectores del petróleo, gas, carbón, electricidad, energía nuclear y otros.
En octubre del año pasado, durante el XX Congreso del PCCh, China prometió “milagros que asombrarán al mundo”. Se refería a su propuesta de crear una “comunidad global de futuro compartido” en un planeta en el que reina el caos. La coyuntura histórica ha llegado. El mundo unipolar se extingue y el nuevo orden ya está aquí. Resta sólo -como advirtió el genial italiano Antonio Gramsci- custodiar que en la transición no surjan los monstruos.