En el análisis económico es importante discutir las causas y sus efectos. Para cumplir con esta premisa es necesario partir de una teoría consistente que pueda explicar de manera lógica y coherente las relaciones entre las distintas variables. De esta manera, es posible tener un diagnóstico acertado para la implementación de políticas económicas.
En una economía motorizada por el gasto autónomo (gasto público, crédito y exportaciones), los datos de consumo privado inducido publicados por INDEC arrojan un crecimiento interanual promedio de 2,3% en el primer semestre de 2022 para el caso de las ventas de supermercados y mayoristas a precios constantes. Casualmente un semestre donde la inflación acumulada arrojó un valor de 31,7% (un 40% más que el mismo dato del mismo período del 2021).
Ahora bien, partiendo de que la inflación es un problema de costos y puja distributiva, la pregunta es la siguiente: ¿Qué rol juegan los salarios en esta disputa y qué relación tiene con el consumo y la inflación?
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Ante un aumento de costos, explicado en la actualidad por las variaciones del tipo de cambio, tarifas y precios internacionales, dada la historia y la fuerte organización sindical que tenemos en nuestro país, se producen conflictos distributivos entre capital y trabajo con el objetivo de no perder participación en el excedente producido con resultados que son inciertos.
Respecto a esto último, se evidencia una mejora en la participación asalariada en el ingreso durante el segundo trimestre de 2021. Sin embargo, en el primer trimestre de 2022 se observa un fuerte empeoramiento de la parte del ingreso nacional que se llevan los trabajadores, aunque en los últimos meses se vislumbra un sendero con leve tendencia de recuperación.
A nuestro juicio, el problema con lo anterior es que en la sociedad actual discutimos en dinero y no en bienes físicos. En este sentido, ante un shock de costos (incremento del precio de los bienes básicos), al presentar inconsistencias en los reclamos por la distribución del ingreso, se dispara un espiral nominal que se vuelve difícil de sostener. A este mecanismo se lo denomina indexación y permite que en una economía en crecimiento como la Argentina se sostengan los niveles de consumo vigentes retroalimentando el proceso inflacionario cual perro que se intenta morder la cola.
En resumidas cuentas, el mecanismo recién descripto fue el medicamento que utilizó la economía nacional para defenderse de la inflación y mantener los niveles de consumo. Lo anterior, con meses donde el salario pierde y en otros donde gana poder adquisitivo en base a la tensión de la puja distributiva. En este marco, ante un shock en bienes básicos como fue el caso de alimentos y energía tras el inicio del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, la indexación ingresa a una nueva marcha de mayor velocidad. Velocidad que es cuantificable en los datos de las variaciones mensuales del IPC desde marzo en adelante.
De esta manera, la actual gestión económica intenta sostener (e incrementar) el consumo inducido vía indexación (adelanto de paritarias) y aumentos de los niveles de ocupación. Aunque no logra recuperar el nivel de salario real previo al hachazo recibido en tiempos macristas. Apenas se logra mantener el nivel del poder adquisitivo de diciembre de 2019.
En suma, en la economía nacional no faltan pesos, sino dólares. Y la desindexación es una condición necesaria para no chocarse con la restricción externa.
En cuanto a la salida de esta situación lo cierto es que nosotros no seremos novedosos. De todos modos, a nuestro juicio (y descartando una devaluación), la salida tiene una condición sine qua non: recuperar salario real.
En definitiva, con los datos recién descriptos, es claro que sólo con el método de paritarias no alcanza para lograr recuperar salario real debido a los altos niveles de nominalidad. Para ello, se debe innovar con instrumentos que mejoren la participación salarial en el ingreso en el corto plazo (creemos que la mejor herramienta posible es una suba salarial por decreto), para luego desindexar congelando la distribución del ingreso en el marco del Plan GANAR (Gran Acuerdo Nacional Argentino). Lo anterior, a través de acuerdos institucionales de precios y salarios cuantificables a corto, mediano y largo plazo, que permitan recuperar poder adquisitivo y bajar la nominalidad.
Estamos hablando de la famosa Moncloa argenta de la cual muchos hablan, pero nadie pone en práctica, porque para sentarse a la mesa de negociación cambian las condiciones: todos deben decir cuánto están dispuestos a perder.
Un claro ejemplo de ello, fue la praxis política del nuevo Ministro de Economía, Sergio Tomas Massa, con la implementación del esquema dólar soja que estableció un incentivo temporal vía precio permitiendo incrementar notablemente la velocidad de las liquidaciones de las exportaciones del complejo oleaginoso (US$ 1.700 millones entre el 5 y el 9 de septiembre), lo cual permitió que el BCRA acumulara divisas a un alto ritmo (US$ 1.036 millones a sus reservas, el mayor volumen para una semana desde finales de junio). Una condición necesaria para lo propuesto en esta nota.
En conclusión, es hora de que la política, arte de lo posible, haga lo suyo.