El rebote en V será de la inflación

04 de julio, 2024 | 00.05

La secuencia no parece dejar muchas dudas, después de cada una de las dos últimas conferencias de prensa del ministro Luis Caputo, el mesadinerista recargado, el mercado reaccionó mal. La primera fue por la baja excesiva de la tasa de interés de referencia y la segunda por el pase de los pasivos remunerados a los bancos desde el Banco Central al Tesoro, una zoncera híper ideológica vendida como supuestamente “técnica”.

La primera medida fue el resultado de la ansiedad, de apurarse con el esquema de convergencia de tasas que dejó en negativo a los rendimientos en moneda dura. Era esperable que la reacción de los operadores sería dolarizar carteras. La segunda medida fue sacarle funciones al Banco Central para hacerlas recaer sobre el Tesoro. Algo absolutamente innecesario que sumó incertidumbre entre los operadores, lo que se expresó en venta de títulos y acciones y en el refugio en dólares a la espera de que aclare el panorama.

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Lo notable es que se creyó que el efecto sería el contrario. Analicemos más de cerca: que los pasivos remunerados pasen al Tesoro significa que deben pagarse con cobro de impuestos o más recorte de gastos, es decir con superávit fiscal y no con la simple ampliación de pasivos del BCRA. La híper ideologización llevó a suponer que “el mercado” leería positivamente esto como una reafirmación de la voluntad de ajuste y, por lo tanto, que reaccionaría favorablemente.

Lo que no se contempló es que semejante decisión no ocurre en un momento de expansión, sino de recesión, es decir, de fuerte caída de la actividad y de la recaudación. Era esperable que la percepción de los operadores sería la de un aumento del riesgo de repago de las obligaciones del sector público. En consecuencia, el resultado fue la caída de los bonos, el aumento del riesgo país, la suba del dólar y el crecimiento de la brecha cambiaria. El próximo paso, también predecible, será el pase a precios del nuevo valor de los dólares financieros. Lo que se recuperará en V no será la actividad, sino la inflación, aunque algo frenada por la caída de la actividad.

Es imposible no preguntarse por lo que sucede en la cabeza de los “hacedores de política”. El camino lógico que puede imaginar cualquier observador es que, cuando se decide una medida, previamente se ponen sobre la mesa de debate sus potenciales consecuencias. El mejor “policy maker” es precisamente el capaz de prever con solvencia las relaciones causa efecto de las medidas que decide. Para eso sirve el conocimiento de las leyes económicas, es decir de la teoría. ¿A nadie se le ocurrió pensar cuál sería el efecto de negativizar tasas de interés reales o de aumentar el riesgo de repago de la deuda pública? ¿En serio los hacedores de política creen que el mercado se guía solamente por ideología? Las respuestas a estas preguntas son ambiguas cuando las principales credenciales del propio ministro Caputo son las de ser un operador experto.

Más allá de las dudas sobre las capacidades macroeconómicas del prójimo lo que quedó en la economía es un dólar un escalón más arriba, es decir una brecha más grande entre el oficial y los financieros, lo que no tiene vuelta atrás nominal. La secuencia es interminable. Que la brecha cambiaria haya saltado del 20 al 50 por ciento en dos meses significa una nueva vuelta para las expectativas de devaluación. Este es el verdadero dato de fondo: pasan los meses y el BCRA no acumula reservas. Lo que comenzó como la decisión del agro de retener ventas a la espera de un dólar más alto y siguió con las recomendaciones del FMI de devaluar se transformó en profecía autocumplida.

Pasaron más de seis meses de gobierno y el resultado, luego de haber disparado la bala de plata del “mega ajuste con consenso social”, es que la incertidumbre económica es mayor, no menor. Y el gran problema es que ya no parece haber margen social para repetir la jugada, la bala de plata se disparó, y que ahora quién empuja la devaluación es el mercado y quien resiste es el gobierno.

Más allá del discurso para su tribuna más bien árida, los economistas más lúcidos cercanos a La Libertad Avanza saben que la inflación no es una función de la cantidad de dinero, sino de la escasez de dólares, por eso la búsqueda tan desesperada como infructuosa de nuevo financiamiento. Saben que frente a esta escasez la demanda de divisas es infinita y autónoma de la cantidad de dinero. No sería la primera vez en la historia local que se congelan los agregados monetarios y el dólar se dispara igual. Anomalías del “bimonetarismo” o, mejor dicho, consecuencias de no tener moneda. La historia económica debería servir por lo menos para advertir estas relaciones.

Mientras tanto, la sociedad que eligió a Javier Milei advertirá que hablar de la convexidad de las curvas no tiene nada que ver con entender cómo funciona la economía que puede mejorar su existencia. Tomará conciencia, a través de sus padecimientos, que el gobierno no tiene ningún plan para salir de la encerrona en la que volvió a caer la dinámica económica. Descubrirá que destruir el Estado no mejorará su vida, sino que la empeorará, y que recortar gastos y retacear pagos no son el camino soñado hacia la estabilidad. Después de más de medio año comenzará a descubrir que “la casta” no era el otro, sino ella.