Sobrerreacción clasista y emergencia laboral

21 de noviembre, 2020 | 18.55

La sobrerreacción del poder económico y mediático a un tributo a la súper riqueza por única vez, que llegará a menos de 10 mil personas y recaudará la mitad del total entre las primeras 250 fortunas, muestra que se trata de sectores que viven en una burbuja clasista que pretende desentenderse del destino general de la población, especialmente con lo que sucede “abajo”. 

Aunque los profesionales de la economía prefieren monitorear el nivel de actividad, que este año registrará una caída histórica récord de alrededor de 12 puntos del PIB, el principal impacto de la doble pandemia –la del macrismo y la del Covid-19– se siente, o mejor dicho se vive cada día, en el mundo del trabajo. Los datos oficiales más recientes sobre este mundo corresponden al segundo trimestre del año, el peor de la pandemia y cuando el PIB cayó a una tasa de 19,1 puntos.

Según el relevamiento de la EPH, la Encuesta Permanente de Hogares, la desocupación del segundo trimestre del año fue del 13,1%. Aunque la cifra es grave en sí misma no refleja lo que realmente sucede. Ello es así porque el Indec considera desocupado a quien está buscando trabajo y no lo encuentra, pero en medio de la pandemia mucha gente ni siquiera salió a buscar. No sólo porque no se podía, sino porque tampoco se conseguía. Lo que debe mirarse, entonces, es lo que sucedió con la PEA, la Población Económicamente Activa, un indicador más amplio que se define como la parte de la población en edad de trabajar que tiene empleo o lo busca activamente, es decir el universo de los ocupados y los desocupados. En plena pandemia la PEA literalmente se derrumbó. Pasó de 13,44 millones de personas a 10,98 millones. La caída se produjo especialmente en la población ocupada, que pasó de 12 a 9,5 millones. Es decir que 2,5 millones de personas quedaron afuera del mundo del trabajo. Desde la difusión de estos números transcurrieron prácticamente dos meses, distan de ser nuevos. Sin embargo continúan ausentes del debate público, cuando deberían ser su centro.

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  Resulta predecible que desde entonces, con el lento regreso a la actividad, se haya producido una recuperación del empleo, pero los cambios provocados por este shock sobre el mundo del trabajo serán de largo plazo. Lo primero que se observó es que esta pérdida de ocupados se tradujo en el aumento de la pobreza, la que siempre en el segundo trimestre del año alcanzó un impresionante 47 por ciento. En plena pandemia uno de cada dos argentinos eran pobres. Para encontrar un porcentaje similar hay que retroceder tres lustros hasta 2005. 

Si la comparación se hace entre la evolución de precios y salarios, es decir si se considera solamente a los que se quedaron adentro del sistema, formales e informales, se tiene que en agosto (último dato difundido por el Indec) los salarios se habían incrementado en términos interanuales el 32 por ciento contra una inflación del 40,7. Sin embargo el grueso de esta pérdida se produjo en el último trimestre de 2019, ya que en 2020 las evoluciones de precios y salarios se mantuvieron más o menos paralelas. En los primeros 8 meses del año los salarios crecieron el 18,6 contra una inflación fue del 18,9. Quienes conservaron el trabajo no recuperaron lo perdido, pero tampoco empeoraron. Para ellos la pandemia macrista fue mucho peor que la del Covid-19. La diferencia de grado entre un gobierno popular y uno neoliberal es que aun en medio de una crisis histórica se preserva el ingreso de los asalariados. Al menos es lo que ocurrió hasta agosto pasado gracias a la activa intervención del sector público vía el programa ATP.

En cuanto a los trabajadores pasivos, jubilados y pensionados, la situación fue levemente mejor. Siguiendo un repaso realizado en un reciente trabajo del dentro Cifra de la CTA, elaborado por Mariana González, en los primeros 11 meses del año los ingresos de los pasivos le ganarán por 3 puntos a la inflación luego de perder 23 puntos desde diciembre de 2015 y 18 desde la reforma jubilatoria de 2017. Al mismo tiempo, la fórmula similar a la que volverá a aplicarse, que se introdujo a fines de 2008, fue la que permitió una mejora real en las retribuciones del 23 por ciento hasta diciembre de 2015. Al margen del trabajo de Cifra esto debe considerarse en paralelo con la evolución del Fondo de Garantía Sustentabilidad, que creció cuando crecía el nivel de las jubilaciones y viceversa. Sobre la base de estos resultados, la actual oposición debería guardar al menos algún recato en sus opiniones.

Lo que sucede en 2020 con las jubilaciones es similar a lo que ocurre con los salarios, por ahora, en medio de un desplome histórico de la economía, se logró evitar que continúe el deterioro de los años precedentes, pero tanto para activos como para pasivos el punto de partida quedó muy abajo.

El problema de este punto de partida es que con tanta población excluida, el poder de negociación de los trabajadores quedó en niveles mínimos, lo que puede constituir una seria traba para la recuperación. En una estructura económica en la que el consumo representa las dos terceras partes de la demanda agregada no puede haber crecimiento sin aumento de salarios. Al mismo tiempo, este crecimiento es indispensable para volver a incluir a las 2,5 millones de personas que la pandemia del Covid-19 dejó afuera del mundo del trabajo y para revertir los ominosos niveles de pobreza del presente. A la tarea no contribuye la codicia exacerbada de los más ricos, quienes una vez más pretenden que sea el resto de la sociedad quien cargue exclusivamente con todos los costos de la crisis. Esta es la verdadera grieta, la que separa a los 2,5 millones de excluidos del mundo laboral y al 47 por ciento de pobres de la profunda conciencia de clase de 10 mil millonarios.-