Los juegos del hambre

25 de junio, 2022 | 00.05

El conflicto desatado en Ucrania genera una cadena de consecuencias a nivel mundial, por su importancia geoestratégica, pero también por su incidencia en el sistema económico global. La producción energética y alimentaria aparecen como sectores clave en el desarrollo del conflicto. 

Según datos del Centro de Estudios Agrarios (CEA), desde febrero de este año a hoy, el precio del petróleo aumentó un  31%, el del gas natural un 28%, el del trigo un 96%, el maíz un 25% y el aceite de soja un 34%, a escala global. 

A cuatro meses del inicio del conflicto bélico, el gobierno de Zelenski, junto a funcionarios  y medios de comunicación, principalmente “occidentales”, continúan intentando convencer al mundo de que la escala que ha tomado el conflicto es absoluta responsabilidad de Rusia. Sin embargo, esta crisis alimentaria y energética trasciende el conflicto ucraniano y abarca, de manera sistémica, a toda la estructura económica a escala global. 

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Los platos rotos, como siempre, los pagan las grandes mayorías 

A inicios de este mes, el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres, habló de cifras dramáticas: 1.600 millones de personas se ven afectadas por las consecuencias del conflicto en Ucrania, según el segundo informe presentado sobre el tema. De esa población, “tres cuartas partes están gravemente expuestos, al menos, a una de las dimensiones de la crisis (finanzas, alimentación o energía)”, siendo "incapaces de hacerle frente".  

Naciones Unidas advirtió asimismo que la "guerra podría aumentar el número de personas en situación de inseguridad alimentaria de 47 millones en 2022 a 323 millones para fin de año", y añadió que "la guerra amenaza con generar una ola sin precedentes de hambre y miseria, dejando una estela de caos social y económico en el mundo entero".  

El problema de fondo radica en el hecho de que más allá de los márgenes de maniobra de los distintos actores, las peores consecuencias de la escasez de combustible y alimento, su aumento de precios e incluso el desabastecimiento de ambos, afecta de manera directa a las grandes mayorías populares de todo el mundo. 

En suma, la crisis energética, alimentaria y financiera mencionada por Guterres, no puede ser escindida de la profunda transformación que transita el sistema económico mundial. La guerra en Ucrania trae grandes consecuencias, pero no deja de ser, como ya hemos afirmado en otras oportunidades, “la continuación de la pandemia por otros medios”. 

Latinoamérica en el mundo: la posibilidad de pensar la integración regional

El escenario de crisis multidimensional genera condiciones objetivas para suplantar lazos de dependencia histórica de Latinoamérica y el Caribe, permitiendo establecer relaciones comerciales entre países, donde se desarrollen cadenas regionales de valor, intercambio de productos como el gas, o el litio, los granos y subproductos,  plásticos y petróleo, así como desarrollos científicos y tecnológicos autóctonos, entre otras alternativas posibles.  

Recuperar lo que pueda ponerse en valor de las iniciativas como el Mercosur, una herramienta central para concebir un intercambio que potencie el acceso a alimentos de calidad y a buen precio, que ponga un plato de comida en la mesa de los habitantes del continente. Para ello es preciso agregar la materialidad de los hechos, impulsando a los gobiernos a que operacionalicen con políticas públicas concretas, que aporten para solucionar los problemas de inflación, desabastecimiento y pobreza que acarrea una guerra, concibiendo a la integración regional como instrumento de maniobra. 

Argentina por ejemplo puede aportar en sectores claves como la provisión de gas (segunda reserva a nivel mundial, de gas no convencional en Vaca Muerta). De hecho, a fines del 2021, el gobierno nacional anunció la construcción de la primera etapa del gasoducto Néstor Kirchner y del Sistema de Gasoductos Transport.Ar Producción Nacional que generará  ahorros por más de U$S 1.500 millones entre importaciones y subsidios.  

En materia alimentaria, iniciativas como la acción conjunta de Vicentin e YPF Agro, empresas que integran y se expanden en casi la totalidad de la cadena agroalimentaria, permitiría una integración para intercambiar y comercializar granos con agregado de valor por otros subproductos a escala continental. 

Si existe decisión política y voluntad de llevar adelante estrategias de integración, se abre la posibilidad de generar instrumentos para la estabilización de los precios, desde el control estatal de empresas de energía y alimentos, así como acciones tendientes a reducir la injerencia del dólar sobre las economías locales, mecanismo de extorsión y especulación financiera en la región. En tiempos de crisis la agudeza crítica, la creatividad, la audacia, y la lectura del tiempo político debe presentarse como el mayor desafío de quienes gobiernan. Si los gobiernos no están a la altura de las circunstancias, los pueblos latinoamericanos así lo demandarán, como ya sucedió en Chile, Colombia, y recientemente en Ecuador.