La sublevación de Wagner: ¿Un nuevo elemento que define el carácter híbrido del conflicto armado en Ucrania?

30 de junio, 2023 | 00.07

La semana pasada, más precisamente el 23 y 24 de junio, el Grupo Wagner, una empresa militar privada liderada por Yevgueni Prigozhin, se rebeló contra el poder central y avanzó hacia Moscú en una suerte de rebelión armada. La noticia, rápidamente, recorrió todos los portales del mundo, y el mejor concepto que puede definir lo sucedido es el de “niebla”, algo que acuñó el teórico militar prusiano Karl Von Clausewitz para referirse a la incertidumbre en la que se toman ciertas decisiones.

Hoy, contrario a lo que el sentido común dice, con la masificación y penetración de los medios de comunicación la “niebla” se hace más espesa. Los acontecimientos desataron todo tipo de especulaciones y operaciones. Desde cuestionamientos sobre el poder de Putin en Rusia y la posibilidad de una guerra civil, hasta la afirmación de que había sido un plan interno para comprobar lealtades o trasladar el Grupo Wagner a Bielorrusia. La prensa europea y norteamericana no tardó en difundir un relato centrado en la “debilidad” rusa y la “preocupación” china, por la inestabilidad de su principal aliado geopolítico

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Fuera de tales especulaciones, y a partir de la lectura de los hechos, lo cierto es que pueden afirmarse algunas cuestiones centrales. Una de ellas es la creciente relevancia de los ejércitos irregulares y las capacidades militares privadas en el ámbito de la guerra. 

Los orígenes del conflicto con Wagner

El Grupo Wagner surgió durante 2014. Sus mercenarios y contratistas lucharon junto a los separatistas prorrusos en la región del Donbás. Su comandante era Dmitry Utkin, un comandante retirado de las Fuerzas Especiales Rusas. Desde entonces, según un informe publicado por The Political Room, en base a datos de fuentes abiertas, ha operado y/o asesorado en Ucrania, Siria, Venezuela, Mali, Burkina Faso, Mozambique, República Centroafricana, Sudán y Libia.

Según afirmaciones del Ministerio de Defensa del Reino Unido, el grupo cuenta con alrededor de 50.000 soldados, aunque Prigozhin esta semana habló de 25.000. Las cifras respecto de las bajas rusas en el frente, no son claras. De acuerdo con declaraciones de John Kirby, portavoz del Pentágono, 20.000 soldados rusos fallecieron en Ucrania, de los cuáles estimó que la mitad pertenecían a las filas del Grupo Wanger. 

Dicho Ejército Privado fue un actor relevante en la toma de la Ciudad de Bakhmut el pasado 21 de mayo por parte de la Federación de Rusia. De hecho, la retirada de Wagner de la zona para avanzar sobre Moscú, ha permitido que la contraofensiva ucraniana obtenga unos leves avances allí.

La larga ofensiva rusa sobre Bakhmut data desde mayo del 2022, y a principios de este año una declaración del Ministerio de Defensa ruso causó una serie de idas y vueltas, cuando afirmó que “muchas de estas operaciones (en Bakhmut) contaron con un apoyo deficiente”. El 3 de enero de este año, el jefe de Wanger, Prigozhin, respondió con un video en el que atrás aparecían los cuerpos de sus fallecidos soldados, diciendo: “La sangre aún está fresca”, señalando los cadáveres a su espalda, “vinieron aquí como voluntarios y están muriendo para que ustedes puedan sentarse como gatos gordos en sus oficinas de lujo”. Además, denunció que el Ministerio no enviaba artillería.

Posteriormente, el ministerio de Defensa llamó a que todos los “voluntarios” y sus empresas firmaran contratos directamente con esta institución, en un intento por centralizar el mando (y el poder) sobre estos actores tan relevantes. El plazo final para estos contratos es el 1° de julio, momento en el cual el Ministerio absorbería gran parte de Wagner. Prigozhin sostuvo que “solo el 1 o 2% aceptaron unirse al Ejército”. 

Entre los actores que ya aceptaron estrechar la coordinación militar se encuentran las fuerzas especiales chechenas Ajmat, un cuerpo militar creado por el líder de esa región y aliado del Kremlin, Ramzán Kadírov. Otra formación altamente profesionalizada que podría firmar es REDUT, del magnate Gennadij Timchenko, que ofrece sueldos a la altura de Wagner y organiza importantes cursos de adiestramiento. A la lista se suman la "Bars", la "Don" (Unión de Voluntarios de Donbass) y otras. Algunas de ellas nacieron en 2014, cuando se desató el conflicto en el territorio por la anexión de Crimea.

La avanzada de Wagner hacia Rostov y Moscú terminó finalmente la semana pasada, en una serie de negociaciones mediadas por el presidente bielorruso Lukashenko, cuya resolución resumió el presidente ruso en una cadena nacional en la que anunció las opciones para los soldados y comandantes del grupo: “Tienen la oportunidad de continuar sirviendo a Rusia al firmar un contrato con el Ministerio de Defensa u otras agencias de aplicación de la ley, o regresar a sus familiares y amigos. Quien quiera puede ir a Bielorrusia.” Además, el canciller ruso Serguéi Lavrov dijo en una rueda de prensa que Wagner mantendrá sus operaciones en Mali y República Centroafricana.

Algunos atribuyeron el origen de estos sucesos a la participación de los servicios de inteligencia estadounidenses, otros a los del Reino Unido, e incluso otros a los de la propia Rusia. Joe Biden, ante estas acusaciones, dijo “no tuvimos nada que ver, fue una lucha del sistema ruso. Aún no podemos sacar conclusiones definitivas”. Sin embargo, miembros de la Casa Blanca filtraron a la gran prensa que Estados Unidos sabía que Wagner preparaba un movimiento armado contra el Ministerio de Defensa ruso. También Biden nos dejó una nueva “perlita” en su colección de furcios al declarar: “Es difícil decirlo (hasta qué punto Vladimir Putin se ha visto debilitado por los acontecimientos recientes) realmente. Claramente está perdiendo la GUERRA EN IRAK” (mayúsculas de los autores).  

Entre quienes leen el levantamiento del grupo Wagner como una interna entre fracciones, The Washington Post difundió información extraída de documentos internos de inteligencia del Pentágono, filtrados en mayo. De acuerdo con esta información, en enero, Prigozhin habría ofrecido a Kiev dar información sobre las tropas rusas en Ucrania a cambio de que se retiraran de las inmediaciones de Bakhmut. Esto habría sucedido justo en el momento en que reclamaba al Ministerio de Defensa ruso que sus fuerzas fueran reabastecidas.

Lo cierto es que, además de que pudiese existir cualquier motivación política o militar, hay una que difícilmente se pueda discutir y es la económica: el negocio de la empresa de Prigozhin parecía amenazado. Putin dijo esta semana que “entre mayo de 2022 y mayo de 2023, el Estado asignó 86.000 millones de rublos (unos 1.014 millones de dólares) para el mantenimiento del Grupo Wagner”, y que Prigozhin ganó en un año 80.000 millones de rublos (unos 945 millones de dólares) por el suministro de alimentos al Ejército ruso. Este jueves, Andréi Kartapólov, presidente del Comité de Defensa de la Duma rusa dijo que de no firmar los contratos requeridos con el Ministerio, “Wagner no participaría en la operación militar especial” y agregó que entonces “no se le asignaría financiación ni fondos materiales".

Por su parte, Prigozhin dijo que “el objetivo era no permitir la destrucción de Wagner y responsabilizar a aquellos que con sus acciones poco profesionales cometieron una gran cantidad de errores durante la Operación Militar Especial. Todos los militares que se encontraron en el camino apoyaron esto”.

Sobre por qué aceptó la propuesta de ir al exilio a Bielorrusia dijo que con su empresa militar privada “queríamos demostrar nuestro portento, no superar a la autoridad en Rusia”. Finalmente, sosteniendo su enfrentamiento con el Ministerio de Defensa, afirmó que “si las acciones del 24 de febrero de 2022 fueran realizadas por fuerzas tan entrenadas como Wagner, la operación especial podría haber terminado en un día”.

Todo esto, fue desmentido por Putin, quien apareció en dos cadenas nacionales durante esos días, al que luego se lo vio en una reunión con los altos mandos militares que fue televisada. En su segunda aparición, Putin dijo que “desde el comienzo de los eventos, siguiendo mis instrucciones directas, se tomaron medidas para evitar un gran derramamiento de sangre. Esto tomó tiempo, incluso para darles a quienes cometieron un error la oportunidad de cambiar de opinión”.

La guerra de Ucrania: un drama mundial que no tiene fin

En Ucrania se desarrolla un enfrentamiento principal de una guerra mayor por el control del tablero mundial. Esta guerra asume diferentes dimensiones. Sólo a modo de ejemplo, Putin declaró en abril que no habrá paz hasta que no se funde un “nuevo orden mundial”.

Al mismo tiempo, al intervenir durante una conferencia de prensa en Minsk, respecto de su mediación para la resolución del conflicto, el presidente bielorruso, Lukashenko, afirmó, en un claro mensaje para las fuerzas del “Oriente” de la geopolítica mundial: “Si Rusia colapsa, todos moriremos”. Durante su intervención, el mandatario hizo énfasis en el avance expansionista de la OTAN y las amplias posibilidades de que cualquier crisis en la región fuera aprovechada por occidente. “Occidente solo trata de desviar la atención sobre sus verdaderos planes e intenciones”, afirmó, para luego recalcar la amenaza que representan las fuerzas que intentan imponer “su propio orden”.

En este sentido, la presencia de fuerzas militares privadas en las guerras contemporáneas no es nueva, ni es patrimonio exclusivo de Moscú. Muchos enfrentamientos de carácter militar de ésta época han tenido como actores centrales a Ejércitos Privados, a Grupos Mercenarios, a Fuerzas Irregulares, o a una peculiar combinación de todos estos. La aparición de instrumentos militares privados, el uso intensivo de las tecnologías de la comunicación, los medios de combate no tripulados (drones), las operaciones psicológicas a gran escala (guerras de quinta generación) son los elementos centrales de la “hibridez” en la que se mueven los conflictos armados modernos, incluso cuando los mismos están determinados por el carácter interestatal del conflicto armado, como en el caso de la guerra europea librada en territorio ucaniano.

La Casa Blanca registra un sinnúmero de conflictos con sus Ejércitos Privados de mercenarios. El caso más resonante es el de “Blackwater”, fundado por un ex SEAL (Fuerzas Especiales) de la Armada estadounidense y que desde hace un tiempo fue renombrada como “Academi”, que en el año 2009 fue apuntada por la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton por crímenes contra civiles inocentes en Irak.

Sin ir más lejos, en Ucrania, además de la asistencia financiera y armamentística, la OTAN ha suministrado una gran cantidad de “voluntarios”. A finales de mayo, el Comité de Investigación de Rusia informó que más de 2.000 extranjeros de 71 países combaten contra el Ejército ruso del lado de Ucrania, incluso de nacionalidad argentina. Además, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski se mostró en muchas oportunidades como aliado del “Batallón Azov”, un grupo paramilitar de abierta simbología nazi responsable de grandes vejamenes contra la población rusoparlante del Donbás. 

La guerra en Ucrania se encuentra en un estado de tensión. La prolongación del conflicto muestra sus dificultades en uno y otro lado. La tan anunciada contraofensiva ucraniana, iniciada hace ya más de tres semanas, no ha logrado grandes avances. Las dificultades en la provisión de armamentos y municiones han sido parte de la agenda de la OTAN, e incluso esta semana se conoció la negativa de Alemania de proveer los misiles alados Taurus, que Ucrania había pedido “lo antes posible”. El martes, el New York Times publicó en su edición impresa una nota titulada “Una contraofensiva que comienza con vacilaciones”.

Por su parte, Rusia ya aclaró que no enjuiciará a ningún mercenario de Wagner porque “realmente demostraron valentía y heroísmo” en combate. Sin embargo, promediando junio, Putin participó del Foro Económico Internacional de San Petersburgo donde afirmó que Ucrania se está quedando sin armamento propio y que pronto dependerá sólo de la provisión gratuita de “Occidente”, asegurando así que “no puede combatir mucho tiempo de esa manera”. Aclaró, además, que cualquier caza F-16 que reciba Ucrania “va a arder, no hay duda sobre ello”.

Con todo este escenario, de conjunto, es certero afirmar que la guerra en Ucrania es un drama mundial que parece no tener fin.