En un nuevo capítulo de la guerra entre Rusia y Ucrania, el pasado martes 6 de agosto, las Fuerzas Armadas ucranianas iniciaron un sorpresivo avance sobre territorio ruso en el Óblast (provincia) de Kursk y, en menor medida, en el de Bélgorod. Estos ataques fueron hacia el norte de la región del Donbás, el territorio ucraniano lingüística e culturalmente ruso. Teniendo como epicentro la localidad de Sudzha de 5.000 habitantes, las fuerzas de Kiev consiguieron ocupar a más de 28 pequeñas localidades, con pocas bajas civiles, pero con más de 130 mil desplazados, puestos a refugio por las propias estructuras civiles y militares que responden a Moscú.
Algunos analistas estiman en que Ucrania utilizó tres brigadas (entre 9 y 15 mil combatientes), que penetraron entre 15 y 30 km dentro de territorio ruso, en una línea de frontera de unos 80 km, para tomar posesión del suroeste de Kursk, evitando rutas principales, que estaban siendo vigiladas por fuerzas de fronteras y drones rusos.
El ataque ucraniano en un primer momento no pareció tener gran envergadura. Los principales países de la OTAN, incluido los Estados Unidos, supuestamente no estaban al tanto de la misma. Quizás por eso la prensa occidental tardó en visualizar una jugada ucraniana que tuvo, como objetivo operacional, llevar a territorio ruso el conflicto armado que ya lleva 2 años y medio de existencia. En el mismo plano de los hechos, Ucrania está intentando descomprimir militarmente al Donbás, al obligar a Rusia a desplazar parte de sus fuerzas hacia el norte, a su propio territorio.
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En relación a los objetivos político-estratégicos, pareciera que Ucrania está intentando cambiar las apreciaciones occidentales y de su propia población en relación al conflicto, algo que viene siendo así desde la derrota en la Batalla de Avdivka de febrero de este año, a partir de la cual las Fuerzas Armadas de Rusia se aseguraron el control del Donetsk, al norte del Donbás. Según el Coronel Mayor (retirado) Gabriel Camilli, “a largo plazo, el objetivo de Ucrania es mejorar su propia posición en el campo de batalla. De esta manera espera alcanzar una posición negociadora más favorable. La situación en Ucrania también debe verse en el contexto de un nuevo agravamiento de la situación en Oriente Medio. Si realmente se produjera un ataque de represalia iraní contra Israel, este tema dominará los titulares. Pero Ucrania necesita atención y presencia mediática si quiere seguir recibiendo apoyo, especialmente de Estados Unidos” (La Prensa, 18/8/2024).
En ese sentido, Kursk es, literalmente, un escenario para el “espectáculo”. A diferencia de lo que ha instalado la maquinaria cultural estadounidense –con el desembarco en Normandía-, en esa provincia rusa la Alemania Nazi selló su derrota en la Segunda Guerra Mundial en julio de 1943. Con el sangriento combate de tanques más grande de la historia (con más de 1 millón de bajas entre ambas partes, entre muertos, heridos y desaparecidos), la imposibilidad nazi de conquistar Kursk acabó con su última ofensiva y obligó a su repliegue definitivo hacia Berlín, particularmente luego del simultáneo desembarco aliado en Sicilia. Kursk se convirtió en la batalla decisiva para la Rusia soviética, que llegarían a Berlín unos pocos meses después, dando fin a la Guerra Mundial en territorio europeo.
La disputa por las centrales atómicas
Muchos analistas sostienen que el verdadero objetivo de las fuerzas ucranianas, en el terreno operacional, era llegar a tomar la Central Nuclear rusa de Kurchatov, a poco más de 30km de la Ciudad de Kursk. Con ello, Ucrania buscaría tener una situación equivalente a la que actualmente tiene Rusia, al tener en sus manos, desde los primeros días del conflicto, la Central de Zaporiyia, que es la central nuclear con mayor producción de electricidad de Europa.
Iniciada la ofensiva ucraniana en Kursk, el 11 de agosto la empresa estatal de energía nuclear rusa, Rosatom, informó un incendio en una de las torres de refrigeración de Zaporiyia, que sería consecuencia de un ataque de drones ucranianos.
Ucrania salió a desmentir el ataque, y denunció a Rusia bajo la idea que había sido un incendio intencional, para desviar la atención del ataque sobre Kursk. La OIEA, el organismo que regula la cuestión nuclear a nivel mundial y que preside el argentino Rafael Grossi, dijo que, a pesar de las múltiples explosiones en la planta de Zaporiyia, no existió peligro para la seguridad nuclear.
“Estos ataques imprudentes ponen en peligro la seguridad nuclear en la planta y aumentan el riesgo de un accidente nuclear. Deben detenerse ya”, exigió Rafael Grossi. Con esa declaración, y casi sin quererlo, quedó más del lado ruso del asunto.
La ofensiva ucraniana en el tablero geopolítico mundial
La operación ucraniana estuvo bien planificada. Sus fuerzas lograron establecer una guerra de movimientos, con una rápida penetración en la provincia rusa que todavía no logra ser detenida.
Sin embargo, y como indica el analista Guillermo Caviasca, “los ucranianos no han logrado lo que debería haber sido uno de sus principales objetivos: detener la ofensiva rusa en Donetsk. Pareciera más bien que ellos han debilitado sus posiciones en ese frente, mientras que los rusos han recurrido a todo tipo de fuerzas sin caer en la desesperación: cediendo espacio por tiempo”. Las Fuerzas Armadas rusas “continúan presionando en todo el frente del Donbass, especialmente en la dirección de Pokorvsk y logran éxito tras éxito, a su ritmo, muy lento, pero sin pausa y a una velocidad que podría significar en uno o dos meses la obtención de una victoria importante. Si esto es así, uno de los posibles objetivos más importantes de Kursk no se habrá cumplido”, agrega el Doctor en Historia por la UBA (PIA, 15/8/2024).
De estabilizarse la ofensiva ucraniana en Kursk, en una ventana temporal de dos a tres meses, Kiev tendría mejores condiciones de negociación política. Kursk y el Donbas son batallas de un tablero geopolítico más amplio. En el mismo, Ucrania es un punto de disidencia entre las fuerzas globalistas y neoconservadoras del gran capital angloamericano, y en sus traducciones político-electorales estadounidenses: Kamala Harris y Donald Trump.
Una hipótesis indica que, mientras Moscú sostiene el control sobre el Donbás sin dificultades, Kiev apuesta por Kursk para no llegar tan derrotado a cualquier mesa de negociación, como la que se ensayaba en Qatar. Según informó The Washington Post, los qataríes se encontraban en conversaciones indirectas con Rusia y Ucrania para negociar un acuerdo de suspensión de los ataques contra la infraestructura energética de ambos países, incluidas las centrales nucleares. Esas conversaciones secretas se hicieron públicas luego de que se malograran, a partir de la incursión sobre Kursk.
Hoy Kiev no dispone de suficientes capacidades y combatientes para sostener esta acción militar por muchos años. Luego de que Moscú logre estabilizar la ofensiva ucraniana, no tardará tiempo en pasar a la contraofensiva para recuperar su territorio. Cuando esto suceda, el costo para Kiev podría ser demasiado alto. El intento de llegar en mejores condiciones a una instancia de negociación, que debe insertarse en un tablero geopolítico mayor –con la elección estadounidense, por caso-, podría convertirse, peligrosamente, en la causa de una verdadera catástrofe militar, y en la debacle final de Zelensky, un presidente cuyo mandato formal culminó en mayo de este año.