Una política de la crítica

13 de marzo, 2021 | 19.00

El Frente de Tod@s, gestado en función de derrotar electoralmente al modelo neoliberal que encarnaba el macrismo, surgió como una unidad de diferencias. Tanto en las bases militantes como a nivel de los dirigentes del frente las diferencias, que se expresan a veces como apasionados desacuerdos o acaloradas discusiones, continúan.

En general, se acepta la relación antagónica con la oposición, pero se cree, equivocadamente, que el conflicto en el interior de una construcción frentista es un defecto a ser erradicado o soportado.

En contraposición a esa concepción que suele expresarse como “los sapos que hay que fumarse”, sostenemos que la pluralidad de voces, lejos de significar un problema a solucionar, representa una virtud. La heterogeneidad resulta un beneficio no sólo por las obvias razones de sumar votos de distintas vertientes, sino porque la articulación de tradiciones, la pluralidad ideológica, el conflicto y la crítica, constituyen la materialidad de “lo político”.

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El concepto de "lo político" rescata la dimensión relacional de las subjetividades políticas, reconoce y precisa la existencia del "otro". Antagonismo, pluralismo y conflicto se presentan como obstáculos fecundos, que impiden el cierre totalitario de la unidad, que no debe ser sinónimo de discurso único ni de homogeneidad.

Los mayores peligros de una construcción frentista consisten en rechazar el conflicto interno o confundir la relación política entre adversarios como batalla entre enemigos. El conflicto interno, la batalla por los significados no constituyen fallas o “sapos” sino que, al contrario, revitalizan la construcción en tanto experiencia pedagógica y democrática, en el sentido de aprender a convivir con las diferencias. La pluralidad de voces es una potencia política que, afortunadamente, no se cancela en un consenso ni se resuelve por un diálogo racional entre las partes.

El presidente, Alberto Fernández, en su discurso del 10 de diciembre de 2019, anticipando las tensiones que se plantearían dentro del F de T, explicitó el derecho a la crítica: “Si alguna vez sienten que me desvío en el compromiso que hoy asumo, salgan a la calle a recordarme lo que estoy haciendo".

En el interior del Frente de Tod@s, principalmente por las redes sociales, aparecen quejas catárticas o de insatisfacción porque el Gobierno no es lo que se había votado, soñado o ilusionado. Si bien el frente es una experiencia popular y democrática, cabe interrogar la práctica de la crítica, por ejemplo: ¿todas son válidas? ¿se reducen a descubrir errores? ¿cómo hacer para que potencien y no debiliten, conduzcan al escepticismo o a la vereda de la impolítica, que es adonde convoca la derecha?

En 1978, Foucault pronunció una conferencia titulada ¿Qué es la crítica? El pensador francés propuso allí que repensemos la crítica, en tanto práctica material que interroga sobre un campo y sus límites. El derecho a cuestionar es una práctica de libertad y también es una virtud que rechaza la obediencia acrítica y absoluta a la autoridad.

Foucault afirmó que la tarea primordial de la crítica no consiste en evaluar si sus objetos -condiciones sociales, prácticas, formas de saber, de poder y discurso- son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino en interrogar, producir y proponer alternativas posibles a un ordenamiento.

La crítica, entonces, asume un riesgo, una responsabilidad, por lo que no puede consistir en un acto singular sino en una acción política producida por la práctica de un debate responsable, evitando caer en perspectivas dogmáticas o idealistas.

La crítica no es una expresión individual, un juicio moral (“está bien-está mal”) ni un juicio estético (“me gusta-no me gusta”), sino que es una práctica que asume la forma de demanda política, se organiza colectivamente como eslabón de una cadena y se articula con otras demandas.

Hay una tensión constante, un conflicto que no se resuelve -y que hay que aprender a habitar-, entre la crítica horizontal democrática de las bases y la conducción. Dicho en términos peronistas, se transita un camino sin recetas ni garantías, que combina la democracia crítica y plebeya, con el verticalismo del gobierno y de la conducción.

Finalmente, agrega Foucault, la crítica implica una legítima acción política que no es independiente de la ética porque se corresponde con un trabajo y un cuestionamiento sobre nuestras propias prácticas.

Tal vez esta dimensión personal sea lo más complicado de transitar en la actitud crítica que no sólo apunta a fijar y debatir las reglas de conducta generales, sino a realizar una experiencia buscando la propia transformación, la de nosotros mismos.

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