En cada uno de estos 39 años de democracia ininterrumpida que cumpliremos este año, han sucedido diversos hechos que le fueron construyendo su propio perfil. Algunos de ellos se enmarcaron en procesos que ayudaron a consolidar su promesa de una sociedad mas justa; no estuvieron ausentes aquellos que significaron marcas menos felices. Hoy, habiendo acumulado esas experiencias, aprendido sobre algunas de ellas, con menos reflexión quizás sobre otras, nos encontramos en un proceso que tiene varios rasgos inéditos. Por una parte atravesamos la primera pandemia mundial en 100 años, con todas sus consecuencias de dolor en vidas que se perdieron y a la vez también en un impacto descomunal que aún perdura sobre la economía de todo el planeta con la suba de precios como rasgo distintivo.
Si esta experiencia traumática, cuyos efectos repito están entre nosotros en varias dimensiones, hubiera generado pocas tragedias, los países centrales creyeron oportuno embarcarse en un conflicto bélico cuya resolución no parece inmediata y que como toda guerra es fuente de desastres humanitarios y al mismo tiempo desestabiliza una economía ya inestable que se manifiesta con subas en el precio de los granos y de la energía, empujando una ya instalada inflación mundial; estos primeros datos abren, en medio de la tragedia, algunas oportunidades para las exportaciones de Argentina, pero al mismo tiempo la complejiza con la suba del costo de la energía. No se ve allí un horizonte calmo. Todo esto sucede mientras nuestro país negocia con el Fondo Monetario Internacional el pago del prestamos solicitado por Mauricio Macri en 2018, el cual ocupa hoy la mayor parte de los esfuerzos de la cartera económica. Porque gracias a las gestiones del ex presidente la política económica de la Argentina está cercada, casi secuestrada por el re ingreso el FMI, ya que no solo la economía nacional debe asumir una deuda cuantiosa, sino que eso implica la presencia de un gendarme sobre las decisiones de un gobierno. Es como si el macrismo se hubiese quedado bajo otras formas; por eso escuchamos a sus referentes exigiendo reformas laborales y previsionales como si fuesen el ala dura de los negociadores del FMI; uno imagina la satisfacción del organismo sabiendo que cuenta con voceros tan comprometidos.
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En ese contexto, la Cámara de Diputados votó la propuesta del Ejecutivo para presentar al FMI. Esa votación, y todo lo que ella implicó, estuvo atravesada por el presente que le toca vivir al Frente de Todos. Este momento difícil, quizás crítico debe leerse a la luz de los procesos que mencioné más arriba y desde luego tomando en cuenta la derrota electoral de 2021 y las tensiones internas que ella implicó. Mencionaba más arriba cuestiones inéditas en nuestra democracia; hoy fueron los votos contrarios de un sector del oficialismo a una ley clave, forma parte de esas novedades en estas cuatro décadas.
La bancada del FdT se expresó mas que nunca como la bancada de una coalición donde conviven orientaciones y liderazgos; fue sin dudas un continuum de los días de septiembre post PASO, y una muestra que la “solución” de esa situación encuentra varios escollos. Para el gobierno y el FdT, que a pesar de estas situaciones continúan siendo lo mismo y ese no es un dato en absoluto menor, la complejidad del momento no deviene solo de la propia situación económica y social, sino del funcionamiento del artefacto político creado en 2019. En aquel año la consigna fue clara y precisa: la unidad para derrotar al macrismo. Ese principio fue clave para lograr el acercamiento de espacios hasta ese momento no solo distantes, sino enfrentados.
En pocos días, la propuesta de Cristina Fernández para que Alberto Fernández fuese el candidato, desató un nudo que parecía indescifrable. La unidad como garantía y como procedimiento se convirtió en el pacto principal del peronismo y sus aliados; la fórmula funcionó y las elecciones fueron ganadas. Pero ese mismo principio, dos años después, se enfrentó a una derrota en las elecciones de medio término; es evidente que la unidad ya no constituye el elemento suficiente para garantizar la victoria, mientras que sostenerla es una tarea imprescindible. Porque en el torbellino que implica la situación actual para el FdT, no faltarán quienes crean que la unidad ya no es imprescindible; sería un error político enorme suponer que fuera del Frente alguna de sus partes tiene horizontes. Recuerdo un hecho histórico. Durante el desastre para el Ejército Libertador del General San Martín que significó la Batalla de Cancha Rayada, el General Gregorio de Las Heras logró sacar del combate, intacta, toda su división de unos 3000 hombres; había fuerzas para una siguiente batalla, que fue nada menos la de Maipú. No es el caso, podría construir una épica pero de muy corto alcance y escasamente efectiva. No hay mucho futuro para las partes por si solas, frente a un macrismo articulado en Juntos por el Cambio, que, con sus grietas, sostiene la conducción incuestionable del ex presidente. Importa menos las razones que pueda enarbolar cada grupo, que el contexto político en el que nos encontramos y las posibilidades del macrismo. El desafío consiste en cómo traducir hoy esa iniciativa de unidad lograda en 2019 que necesita expresarse de otro modo, porque si el escenario es otro, pero las urgencias son las mismas.
El plano de la tensión política convive con el drama de la situación social, la pobreza, la exclusión, los precios. El repunte logrado en la economía durante 2021, necesita un nuevo acuerdo detrás de sí para fortalecerse este año y en una perspectiva donde bajar la inflación a niveles razonables llevará tiempo, la política es la herramienta clave para darle a ese duro escenario un horizonte de certidumbre y mejoras para las mayorías. Sería rasgo no deseado que las mejoras que puedan obtenerse en el plano económico, se vean oscurecidas por la arena política. Allí radica lo imprescindible de redefinir, expresar y reconstruir la unidad de 2019. Es el pacto del FdT con el pueblo, porque este sabe la catástrofe que significaría un retorno del macrismo al poder.