Economía, FMI y post pandemia: El rumbo después de dos años

04 de diciembre, 2021 | 18.42

Suele escucharse que a dos años de iniciado el nuevo gobierno todavía no fue marcado el rumbo económico. “No hay plan” fue un cliché de la derecha, pero también comenzó a serlo de una porción ansiosa de los propios. Lo primero que debe decirse es lo más obvio. La pandemia demoró los tiempos y redireccionó recursos, materiales y humanos. Sin embargo el plan siempre existió y el rumbo también. Y 2021, a pesar del traspié electoral, demostró además que el plan comenzó a funcionar y el rumbo a encauzarse. Está lejos de funcionar perfecto, los proyectos y la realidad chocan hasta encontrarse, pero cuando termine el año se tendrá que la recuperación económica habrá sido bastante más rápida de lo que se esperaba.

La mayoría de los sectores clave de la economía comenzaron a reaccionar rápidamente gracias al estímulo de la demanda a través del Gasto, pero también de la oferta a través de las políticas industriales impulsadas desde las áreas de Producción. La industria fue el sector que más rápidamente se recuperó. Cuando crece la industria crece el empleo, especialmente los empleos formales. Es un hecho estilizado la existencia de una relación inversa entre desarrollo industrial y empleo informal. El ejemplo es la noche macrista, cuando mientras se hablaba de sectores inviables y se decía que “la mejor política industrial es que no haya política industrial” se festejaba el crecimiento del “cuentapropismo”, es decir del trabajo informal que se expresaba en cientos de miles de nuevos monotributistas. En el presente ocurre lo contrario y es hora de verlo. Otro sector que explotó fue el de los hidrocarburos, especialmente en la cuenca neuquina, donde la cantidad de pozos no convencionales y sus “fracturas”, alcanzaron récords históricos. Aquí tampoco fueron las fuerzas del mercado quienes provocaron la expansión, sino las políticas sectoriales activas, como el Plan Gas. Ello llevó también a la aceleración de los proyectos de nuevos ductos para distribuir y, quizá pronto, exportar esta producción.

Citar las tendencias de regreso a un crecimiento moderado en sectores clave, con reducción del desempleo y de los niveles de pobreza alcanzados en la pandemia, o describir anuncios de inversiones en minería e hidrógeno verde por más de 12 mil millones de dólares, puede tener gusto a poco o hasta ser considerado un “relato” para quienes todavía no llegaron los beneficios del cambio de rumbo. Pero lo que es un hecho es que el rumbo cambió.

El cambio de signo de los indicadores no significa que la economía haya resuelto ya sus problemas principales. El primero era y es el mega endeudamiento. Para los gobiernos nacional-populares pagar las deudas que no contrajeron es una desgracia histórica. En lo que va de gobierno ya se resolvió el capítulo con privados con quita por alrededor de 37 mil millones de dólares, período de gracia y extensión de los plazos. Se sostiene que el arreglo fue “un fracaso” porque los mercados privados internacionales siguen cerrados. Sin embargo, ello se debe a que todavía no existe reestructuración sobre la peor parte de la deuda, que es la que se tiene con el FMI. No es la peor por volumen, sino porque es la que limita los grados de libertad de la política económica. El FMI es la herramienta que tiene el Occidente desarrollado para imponer a los países endeudados no sólo los lineamientos principales de su política económica, sino también su política exterior y la distribución del ingreso entre el capital y el trabajo.

Debe recordarse aquí que el “no pago” nunca estuvo en la agenda de ninguna de las partes de la coalición gobernante. También que el país nunca estuvo en default con el organismo y que además, aunque sea doloroso decirlo, carece de poder real de negociación. Es poco lo que los negociadores locales pueden hacer, apenas les queda la opción de aceptar lo menos peor. Describir esta realidad no entraña falta de patriotismo, desdén por la soberanía o un carácter pusilánime, es apenas asumir los verdaderos grados de libertad con los que cuenta hoy la economía. Por esta razón fue desesperante observar el proceso llevado adelante en los cuatro años del gobierno precedente. Traer de regreso al FMI fue el gran éxito del macrismo en tanto su injerencia significa una limitación de largo plazo para las políticas “populistas”. Por la misma razón, haberse sacado de encima al FMI a partir de 2006 fue el gran éxito del kirchnerismo. 

No haber arreglado todavía con el Fondo explica parcialmente la inestabilidad macroeconómica que se traduce en alta inflación. La alta inflación de la economía local no se debe a la existencia de empresarios aprovechadores. Empresarios hay en todo el mundo, no solamente en Argentina, pero no todo el mundo tiene las tasas de inflación que se experimentan aquí. El problema de la inflación empieza con el tipo de cambio, con la inestabilidad del precio del dólar, lo que dicho en términos más generales se expresa en la pérdida de la función de reserva de valor de la moneda y en el bimonetarismo de facto, una moneda para los intercambios, el peso, y otra para la reserva de valor, el dólar.

En tanto en estos dos años, por distintas razones como la caída del PIB en 2020, no existió restricción externa real, es decir hubo superávit comercial y de cuenta corriente, la causa de la inestabilidad del precio del dólar (y por extensión de la alta inflación) se debió fundamentalmente a la incertidumbre por la situación financiera. Decir esto no significa negar alguna inconsistencia temporal de algunas políticas. Tampoco las variaciones de los precios internacionales o alguna sobrerreacción sectorial (que siempre debe vigilarse). Lo que se busca es enfatizar que no tener resuelto el problema de la deuda es la fuente principal de la inestabilidad. 

Dentro de la coalición gobernante están quienes creen que estos problemas, la alta inflación o la relación con el FMI, se resuelven a lo guapo, a pura fuerza de voluntad, para no usar una expresión de tribuna. Cuando los azares les traen cargos de responsabilidad descubren de golpe que el mundo real era más complejo. Los que se quedan aprenden a arremangarse, los que se van redoblan el tribuneo. Para quienes desde fuera depositaron esperanzas en las soluciones falsas solo queda la decepción.