Aprendiendo a construir la unidad

02 de abril, 2022 | 19.00

Esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie. 

J.D. Perón, 21 de junio de 1973.

La unidad del FdT y la fórmula que propuso Cristina en 2019 funcionaron como la espada y el hilo que, en el mito griego, permitieron a Teseo vencer al monstruo que se alimentaba de atenienses, hallar el camino para salir del laberinto y salvar a la ciudad del terrible tributo al que estaban sometidos sus habitantes. 

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La unidad y la fórmula fue un experimento político que se extendió por varios países de Latinoamérica, constituyendo una estrategia imprescindible para enfrentar a las fuerzas de la derecha e impedir el ascenso de gobiernos neoliberales. Pero bien sabemos que no todo lo que brilla es oro. 

Como suele suceder con los remedios o tratamientos, el antídoto electoralista encontrado por Cristina resolvió algunos males, pero a la vez fue fuente de efectos secundarios, nuevos problemas que deben atenderse y solucionarse.  

Sin la unidad no se puede, pero con la unidad no alcanza 

Toda unidad política se afirma a partir de un rechazo o una negación radical, que implica el trazado de una frontera antagónica y la delimitación del conflicto político.  

En tiempos electorales, allá por 2019, la unidad del FdeT funcionó casi sin dificultades; el delimitado enemigo a vencer era el macrismo -quedó demostrado que no se trataba de un adversario-. 

A partir de la pandemia, pasados solo tres meses del triunfo del FdT, el oponente político se desdibujó y fue relevado por el virus maldito. Surgió la metáfora de la guerra y el coronavirus se planteó como un enemigo despolitizado al que había que vencer “entre todxs”.  “Primero la vida”, fue la imprescindible consigna bajada desde el gobierno, aceptada por la base electoral y gran parte del conjunto social.   

En la época de “todxs juntos contra el virus”, un cuerpo social comenzó a luchar unido en la llamada “guerra contra el coronavirus”, en la que todo daba a entender que se había comprendido el mensaje del Papa Francisco, que expresaba que nos salvábamos todos o no se salvaba nadie. Esa época del “amor y la igualdad” contra “el bicho” durante un breve tiempito encubrió o invisibilizó el conflicto político.  

Antes que llegara el gélido invierno, comenzaron las frías e impiadosas operaciones de guerra psicológica con su arsenal tanático, orquestadas por la derecha y los medios de comunicación concentrados de estiércol: boicot a la cuarentena, a la política del cuidado, ataque a las vacunas “comunistas” y a las clases virtuales. 

Volvió la política 

Luego de un largo período de latencia de un cuerpo social afectado, cansado y desvitalizado que hibernó en las cuevas pandémicas, una novedad logró “mover el avispero”. Dos cartas del 13 y el 21 de marzo, firmadas por referentes de la cultura, la política y la comunicación, surgieron desde las bases del FdeT. En un contexto y una dinámica en que la militancia kirchnerista se había malacostumbrado a la pasividad endémica de esperar las “cartas de Cristina” y su posterior trabajo de desciframiento, no es un detalle menor la emergencia desde abajo de estas manifestaciones. 

Una acción política se evalúa por sus efectos. La primera carta perturbó, mientras que la segunda cuestionó el rumbo del gobierno e invitó a un profundo debate sobre la unidad, expresada como “¿unidad para qué?” 

Desde nuestra perspectiva, las cartas no fueron contradictorias ni binarias, sino complementarias. Ambas relanzaron la decisión de mantener la unidad del FdT, aunque la segunda explicitó mejor el trazado antagónico que delimita al enemigo: neoliberalismo. 

Bienvenida la política y las tensiones que surgieron en las últimas semanas, referidas a la gobernabilidad del FdeT expresada por dirigentes y militantes a través del interrogante ¿quién manda al interior del Frente, la fuerza mayoritaria que aportó los votos o el presidente, dado que la Argentina es un país presidencialista?  

Junto a las cartas, otros dos acontecimientos devinieron puntos de inflexión que permitieron reacomodar el tablero político y el apaciguamiento de la tensión -no la solución- al interior del FdeT: la multitudinaria Plaza del 24 de marzo junto a las Madres y las Abuelas y la propuesta de Cristina de que la deuda o mejor dicho estafa con el FMI, la paguen los que la fugaron

El Frente, la unidad de diferencias constituye una herramienta política novedosa y experimental, aún debe inventarse un marco legal que aporte puentes entre las diferencias. Ellas deben dirimirse a través del debate y de nuevos procedimientos institucionales de discusión y toma de decisiones entre las distintas partes que componen el FdT. El establecimiento de esos nuevos puentes hará que la pluralidad de voces no se reduzca a la banalidad impolítica que opone votos a lapicera que, traducido a una metáfora barrial, refiere al tamaño fálico que inevitablemente conduce a la lucha a muerte o la fractura. Nadie es dueño del Frente ni de la verdad, por lo que deben inventarse respuestas inteligentes, creativas y generosas.  

Las invenciones políticas, como el FdT, la fórmula del ejecutivo que incluye al presidente y a la líder del pueblo, consiste en una articulación en la que están representadas los dos componentes principales de la democracia: las instituciones republicanas y el pueblo. Como dijimos, las nuevas estrategias plantean soluciones que permiten revitalizar y ampliar la democracia, pero acarrean nuevos problemas que deben escucharse y resolverse,  

La unidad constituida por el trazado “Nunca Más neoliberalismo” -el Mal en nuestra historia-, tiene como condición la construcción de una voluntad popular que nunca será armónica ni estable, sino atravesada por conflictos e insatisfacciones permanentes. 

Freud, en El malestar en la cultura, afirmó que frente al Mal no se trata de oponer el Bien, sino el Amor. Pero este amor no puede ser el de la masa, que cancela las diferencias y las tensiones, o el de la identificación por el compartido amor al líder, que desemboca en la destrucción del diferente. 

Se trataría de “un nuevo amor” que incluya el uso público de la razón que, como sostenía Kant, debe ser en todo momento libre. 

Hasta ahora, al FdeT lo unió exclusivamente el espanto: el macrismo, la pandemia y el neoliberalismo. ¿Es posible, además, incluir y comenzar a activar el amor político, un afecto imprescindible en la construcción de una voluntad popular?  

Tal vez pueda aprenderse a amar la diferencia y se aprecie como un enorme potencial. Tal vez la construcción afectiva de la unidad articulando la propia diversidad, nos permita ir más allá de lo destructivo del reproche, la estigmatización o el agravio.  

La tarea parece ser construir permanentemente la unidad, dialectizarla, habitarla y defenderla….de lo contrario reinará el Mal.