Ahora que está de moda ir de visita a la embajada estadounidense, repasemos en concreto la amplitud de los acuerdos que nos propone el país del Norte, a través de su organismo de política exterior predilecto el FMI, el gran “prestamista de última instancia” durante la vieja hegemonía planetaria estadounidense.
Al respecto, el FMI y las autoridades argentinas llegaron recientemente a un acuerdo a nivel de personal técnico sobre la quinta y sexta revisión combinadas del acuerdo de Servicio Ampliado del Fondo, y se puede leer completo aquí.
Nos detendremos solo en el capítulo fiscal del muy pituco “acuerdo de Servicio Ampliado”, en particular, las demandas del noble organismo sobre los recortes a producir sobre el (por ellos) denominado “Gasto”.
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Se lee en el acuerdo: por el lado del gasto, siguen siendo necesarios esfuerzos para (i) contener el crecimiento de la masa salarial, (ii) actualizar las tarifas de energía para reflejar mejor los cambios en los costos de producción, mejorando al mismo tiempo la progresividad del sistema; y (iii) fortalecer los controles de gasto a través de una asistencia social mejor focalizada y una mayor racionalización de las transferencias corrientes a las provincias y empresas estatales.
Vayamos por partes. Respecto a contener el crecimiento de la masa salarial referida específicamente a los salarios públicos, el gráfico que sigue muestra que los niveles de masa salarial están aún por debajo de diciembre del año 2018, cuando el organismo concedió el préstamo delictivo al gobierno de Juntos por el Cambio. Y sin embargo piden más.
Con respecto al punto 2, que en concreto demanda el quite de subsidios a las tarifas de energía y la baja en las transferencias a empresas públicas, nótese la evolución de valor real anualizado de los subsidios y la caída notable desde inicios del año 2022. Y sin embargo piden más.
Complementariamente obsérvese la caída en las prestaciones a las personas y la masa previsional, que el FMI amablemente sugiere recortar en el punto 3 de las demandas: Se ubican por debajo de las registradas en diciembre de 2018, cuando el FMI otorgaba presuroso el préstamo delictivo e impagable con el cuál retorno a su tradicional función de gendarme del modelo social y económico de los países que caen bajo su influencia. Y sin embargo piden más. ¿Qué pretenden?
En fin, no hay que ser un especialista en el tema para observar que estas demandas no se pueden cumplir, no al menos bajo la administración de un gobierno popular - democrático como el que se proponen desplegar Sergio Massa y Agustín Rossi a partir del 10 de diciembre de este año.
Solo un gobierno de ajuste neoliberal - conservador, como el que en su momento desarrolló el ingeniero Mauricio Macri, que trajo nuevamente al FMI al país y que proponen reiterar profundizando Horacio Larreta y Patricia Bullrich, puede intentar implementar este desquicio que demanda el organismo de extorsión internacional.
Las consecuencias del cumplimiento las conocemos, pobreza, desempleo y recesión, entre otras bellezas que nos deleitaron en el pasado reciente.
Ya Néstor Kirchner, antes de liberarnos del lastre del FMI en el año 2005, advirtió “Los muertos no pagan”, y hoy más que nunca esa advertencia tiene absoluta actualidad.
Finalmente, a pesar del relato que circuló desde el año 2018, durante el gobierno anterior y parte del actual hasta la asunción del ministro Sergio Massa, quien adecuadamente califica a la deuda con el organismo como “ancla” para el desarrollo con inclusión, debemos conceder que no hay FMI empático y sensible, y no lo hay ni aún ante las peores circunstancias que muestren estar atravesando los países bajo su tutela.
Nada que no sepamos. Atilio Borón ya lo describió perfectamente. El FMI, así como el Banco Mundial, deben considerarse como extensiones del Departamento del Tesoro y guardianes de los intereses globales de Estados Unidos. Por eso, quien desee comprender los complejos meandros de la política y la economía de la Argentina debería comenzar por librar una batalla frontal en contra del uso de eufemismos que ocultan un hecho crucial: que el FMI no es un «organismo internacional» sino un órgano oficioso del Gobierno de Estados Unidos.
¡Y tan simpático y comprensivo que parece el embajador Stanley!
¿No es una pena, estimados lectores de El Destape?