El plan de ellos y los problemas nuestros

26 de marzo, 2022 | 19.28

“El Fondo no se cansa de repetir que el acuerdo alcanzado es “realista, pragmático y creíble”, mientras que en Washington y Wall Street hay consenso sobre que es demasiado “light”, apenas un parche para salir del abismo y que no impulsa medidas de fondo destinadas a solucionar los problemas profundos del país”. Así dice la periodista Paula Lugones en la edición de Clarín de hoy sábado 26 de marzo remitiéndose a dichos de Benjamín Gedan, director del Proyecto Argentina del Wilson Center, entidad de investigación social de Estados Unidos. El mismo investigador agrega: “Si permite que los sectores moderados del peronismo y de la oposición tomen más protagonismo y busquen consensos sobre políticas que puedan ser continuadas después del 2023, entonces el programa despertará confianza en la Argentina”.

Cuando las élites de Estados Unidos llegan a conclusiones como éstas, es difícil que el gobierno de ese país se cruce de brazos y se limite a esperar un curso de los acontecimientos que “salve” a Argentina. Está muy claro que la capital del imperio está muy comprometida con la política argentina. En las nuevas condiciones mundiales que se abren con la guerra en Ucrania, nuestra región y, dentro de ella nuestro país, pasan a ocupar un lugar relevante en el mapa geopolítico del Norte. Sería un grave error de la política argentina ignorar esta situación.

Claro que hay un sector de nuestra política que no disimula su total sintonía con afirmaciones como éstas. Son, por lo demás y desde hace rato, las vigas maestras de su colocación política local. Y cuando hablamos de un “sector de la política”, no nos referimos solamente a la que vive en el interior de partidos políticos o coaliciones: todo lo que se ha dado en llamar el “poder real” hace girar toda su estrategia alrededor de este tipo de premisas; los grandes grupos económicos y financieros, y el propio diario que publica la nota de referencia forman parte de ese circuito. Esa es la política de los poderosos locales.

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Si es así, ¿cuál tendría que ser la posición de quienes tenemos un rumbo completamente antagónico con esos planes? En primer lugar -sostenemos desde aquí- tomarse muy en serio estas operaciones político-mediáticas. Claramente están estableciendo una periodicidad para el futuro político argentino, que podría resumirse así: hay que atravesar una transición, con un gobierno heterogéneo, sometido, además, a las influencias de lo que la señora Giorgeva definió hace poco como los sectores “peronistas radicalizados”. ¿Cuándo termina esa transición? Eso no se sabe. Podría ser con la elección de 2023, triunfo de derecha mediante, o antes si se consigue en tiempos más breves el objetivo que la derecha persiguió durante los años de Cristina y no consiguió, el de producir un impasse de caos, desabastecimiento y hambre.

Tanto en los días que transcurrimos como en el futuro inmediato, el principal problema no resuelto en nuestro país es qué tipo de respuesta popular-democrática debe responder a esta operación de rescate “anti-populista” y “pro-occidental” de Argentina. Por ahora no se discute en estos términos y eso es muy peligroso porque se reduce la discusión política a una cuestión de sectores moderados enfrentados a sectores más combativos, de malos humores y de malentendidos. Y sin el concurso de un alto nivel de movilización popular y de una reflexión rápida y eficaz de aquellos sectores políticos comprometidos con una salida democrática y popular en el país, la situación puede tener derivas muy graves.

También asistimos a ciertas confusiones. Por ejemplo, se dice que estas cuestiones políticas (y geopolíticas) deben quedar subordinadas a la urgencia social. Se necesitan menos disquisiciones ideológicas y más pan en la mesa de los argentinos y argentinas, podría ser una fórmula que resumiera esa mirada. De hecho, circula mucho en estos días. Pero ¿se puede poner la necesidad del pan al margen de la “política”? ¿No se está abonando así el terreno para la antipolítica, que hoy es el arma más importante de los personeros de la situación colonial del país? Las urgencias, claro, son lo primero. Pero ninguna urgencia se resuelve sin política. Política es, por ejemplo, responder enérgicamente, con argumentos sólidos y energía a aquellos sectores sociales que se resisten a achicar un poco y de modo razonable, su tasa extraordinaria de ganancia producida por la crisis mundial. Política es capacidad de controlar los precios y sancionar medidas especulativas, siempre perversas, pero hoy insoportables.

Perón decía “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”. ¿No se deduce de eso, por ejemplo, la necesidad de fortalecer la capacidad estatal de ejercer el control de la legalidad en la conducta de los sectores empresarios que esconden sus ganancias estafando al fisco? Y para eso no hace falta una mayoría en las cámaras del Congreso, ni un fallo judicial: según algunos, alcanza con una buena balanza…Imposible sostener pacíficamente una situación de gravedad como la que vivimos (cada vez más, bajo la forma de gravedad alimentaria) si no es asegurando la vigencia de la ley para todos. Todo esto no es principalmente un dispositivo técnico. Es profundamente político. Presupone dirección, voluntad, organización y, sobre todo, convicción política. También la voluntad de preservar, poner en valor y especialmente utilizar la herramienta que mostró su potencia electoral en 2019 y hoy parece naufragar en el mar de los disensos y las múltiples querellas internas. La creencia de que hay que crear una unidad más efectiva y operativa sobre la base de tirar a la basura la unidad alcanzada no parecería conducir a ninguna victoria. Más bien facilitaría la tarea de los que actúan para generar una crisis inmanejable.

Se ha abierto un debate entre “moderación” y “radicalidad” en el interior del Frente de Todos. Pero desgraciadamente se aborda de modo abstracto. ¿Cómo definir esta cuestión sin referencias directas a las cuestiones concretas? Las peleas que hay que dar son concretas. No son todas, sino las más necesarias y urgentes. Son, ante todo, las que cumplen con dos condiciones centrales: atienden los problemas más urgentes que está sufriendo nuestro pueblo y contribuyen a reforzar al poder democrático surgido del voto ciudadano contra las amenazas desestabilizadoras. Los dilemas políticos y las correspondientes conductas no se resuelven en abstracto: “Yo soy duro con los duros y soy blando con los blandos” decía el Martín Fierro; “análisis concreto de la realidad concreta”, sostenía un tal Lenin.

El tiempo que tenemos es poco. Y lo que nos estamos jugando es mucho.