Feminismo, diversidad y justicia social

19 de agosto, 2020 | 22.07

“De nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social”, sostenía nuestra jefa espiritual de La Nación, Evita, en La razón de mi vida (1951) y tenía razón ―como siempre― porque para poder consolidar una sociedad más justa, con las banderas del feminismo entendida como la búsqueda de romper ciertos espacios de discusión, ciertas teorías o pensamientos que se transforman en prisiones, de ruptura de una dominación patriarcal que se niega a extinguirse definitivamente, de lograr la igualdad de condiciones y oportunidades entre los géneros, la justicia social es la estructura que debe cimentar esa nueva agenda de los tiempos que corren. Agenda que debe sumar el respeto absoluto a la diversidad, a la expresión libre de una construcción de subjetividades que no esté encasillada en una cuestión de géneros simplemente binaria. De nada sirve construir una agenda Nacional y Popular que contemple la exigencia del respeto a la diversidad sino se mantienen las banderas de la transformación social en un mundo preso de una sociedad capitalista hiper individualista, cuya principal característica, es la de ser excluyente.

Estas banderas, que son fundamentales para el siglo XXI, hay que defenderlas a capa y espada mientras no se bajen los sueños de una sociedad que no tenga al 40% de argentinos y argentinas en la pobreza, como dejó el gobierno de Mauricio Macri, profundizado lamentablemente por una pandemia que está haciendo estragos en el mundo, y que culpa de ese sistema perverso, egoísta y no integrador, afecta mucho más a los que menos tienen.
Cuando la gente no tiene laburo, cuando les pibes tienen hambre y tienen que revolver de la basura para comer, pero principalmente, cuando los sueños desaparecen, hay que entender que la causa que debe ser transversal a todas y todos, aquella que puede hermanar la fuerza del pueblo ―y también el consenso que se necesita para ello― se encuentra en la bandera de la justicia social.

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Por ello, para llegar a un mundo en que las condiciones de empleo sean igualitarias, que existan las mismas oportunidades, que la justicia y la educación sean sin sesgo de género y que los derechos sean los mismos, para que un joven o una joven de 15 años pueda tener la libertad de elegir su identidad y defender cada una de estas nobles causas, primero tiene que llegar con vida a los 15 años y, para ello, la justicia social tiene que ser esa bandera que enarbolen todos, todas y todes. Porque la identidad no es algo que se hereda o con la cual se nace, sino que es el resultado de una construcción social y para que ello se dé dentro de los parámetros de la libertad es necesario sin duda, una sociedad más justa.

Es que ésta permite consolidar las bases de una sociedad con pleno empleo, luchando contra las desigualdades que yacen en la distribución de las riquezas y las condiciones de vida, buscando un mundo que sea más justo, en la que todos sean felices teniendo las condiciones necesarias para ello, en la que los pobres y los más infelices sean los más privilegiados.

La justicia social volvió a tener consenso en el 2019 para vencer a Mauricio Macri, porque gran parte de la sociedad argentina había sido engañada por una versión hiper adulterada ―como dice Jorge Halperín― de un gobierno neoliberal que se decía progresista, que enamoró a amplios sectores de la clase media. Los mismos que comenzaron a caer en la pobreza cuando ese discurso “supuestamente progresista” dejó paso a una nueva versión de liberalismo, cuando el impuesto a las ganancias afectó a más trabajadores y se convirtió en mentira la palabra presidencial, cuando los servicios aumentaron sin cesar y la inflación llegó a ser la más alta desde 1991, en medio de salarios atrasados y de una poda al bolsillo de los jubilados/as y pensionados/as. Entonces ese mismo sector de clase media volvió a votar a un gobierno de políticas de transferencia progresiva de los ingresos para sacarlos del pozo, para arreglar aquello que se había roto.

El peronismo es pueblo y habita en el corazón de les trabajadores. Este fenómeno de las masas fue el que logró vencer al marketing, paradójicamente, en la era del marketing. La razón de esto está en que esta estrategia del mercado solo triunfa cuando la gente tiene la panza llena, o al menos la esperanza de que eso va a pasar. Pero cuando las necesidades básicas pasan a estar insatisfechas, se vuelve al instinto más natural de la política, el de decidir quién come, quién vive y quién accede a la educación.

Entonces, si pensamos en la justicia social desde los feminismos, esta categoría permite desmantelar aquellas heteronormas que se instalaron en nuestra cultura, la cual es necesaria transformar y comenzar un camino hacia una identidad inclusiva y colectiva. Hay que ser capaces de construir un mundo de carácter transgresor y emancipador, desde perspectivas que rompan con lugares tradicionales y concepciones hegemónicas para visibilizar cuestiones que permiten interpelar las nociones usuales de identidad. Hay que unir las luchas, no fragmentarlas y, sobre todo construir el mejor mundo posible habitable para todos, todas y todes. 

*Son integrantes del Grupo Artigas.