Pausonias, Vernet y Cositorto

25 de octubre, 2024 | 19.55

¿Qué tienen en común Pausonias de Oréstide (el asesino de Filipo II de Macedonia quien fuera el padre de Alejandro Magno), el legendario dirigente peronista santafesino José María “Tati” Vernet y Cositorto (o los Cositorto, más genéricamente). O quizás debí decir las víctimas de Cositorito –aunque sobre la naturaleza de las víctimas volveré más adelante–?

Traigamos primero a Pausonias.

Pausonias era miembro del Guardia Real de Filipo y también había sido amante del monarca. Filipo mudó de favores y se interesó por otro guerrero (en este caso más joven) también llamado Pausonias. Nuestro Pausonias original, por celos o vaya a saber qué otra debilidad humana, insultó en público al joven Pausanias cuestionando entre otras cosas su hombría. Sintiendo su honor en juego, el joven Pausonias se hizo matar tontamente en batalla defendiendo al Rey (algunos dicen que se suicidó en la misma batalla).

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Aquí entra en escena el General Atalo, quien estaba interesado en la carrera profesional (y por qué no, en la vida misma) de Pausanias el joven. Por los sucesos que siguieron podemos inferir que Atalo tenía en alta estima al joven, a la vez que había desarrollado un grado importante de resentimiento para con Pausonias de Oréstide. Atalo invita, entonces, a Pausonias a un banquete en su residencia en el cual se asegura de emborracharlo, tras lo cual lo veja públicamente, y después se asegura que varios de sus sirvientes también lo vejen. Un ultraje.

Pausonias entiende que el ultraje debe ser castigado y plantea la cuestión a su Rey. En la expectativa que Filipo entienda al ultraje como si hubiera sido cometido contra él mismo. Al ser Pausonias miembro de la Guardia Real, cualquier ataque sobre la Guardia Real puede entenderse como un ataque al monarca. Ahora bien; ¿se trató de un “ataque” sobre un miembro de la Guardia Real o de un ajuste de cuentas entre oficiales del reino?

En todo caso, Filipo decide no sancionar a su muy valorado general y a la vez, tratar de calmar a Pausonias, nombrándolo Jefe de la Guardia Real, un gesto insuficiente para Pausonias. Ahora el agraviante es el propio Rey. Sobre llovido, mojado: Pausonias mata a su Rey (año 336 AC).

Aquí me quiero detener. Tengo para mí que lo que impulsa a Pausonias en su dramático curso de acción, no es la vejación, ni siquiera las vejaciones, sino el ultrajeLa humillación pública. La indignidad irreparable. Pausonias había perdido toda posibilidad de ignorar, de negar y de esconder su humillación. Ella estaba allí, por todos lados, omnipresente. Él, en tanto “ser” digno, ya no existía más.

Invitemos al "Tati". Sólo le vamos a pedir hoy que nos convide su apotegma; “perder no es grave, el problema es la cara de boludo que te queda”.

Vernet está en rigor desmenuzando esta cuestión clave de la condición humana. La derrota es una cosa, la visibilidad universal de esa derrota es otra cosa. Para que “la cara de boludo que te queda” acaezca deben ocurrir dos condiciones fundamentales. Una es que la “derrota”, la “humillación” o la “indignidad” (elijan el sustantivo que prefieran) ocurra efectivamente y sea incuestionable. La segunda es que no sea posible ignorarla, minimizarla ni esconderla.

Hola Leonardo.

Cositorto no es el primer arquitecto de un fenomenal esquema de estafa Ponzi. De hecho, Carlo Ponzi, el inmigrante italiano a EE.UU. en los 1920's que le dio el nombre popular al mecanismo, tampoco fue el primero. La lista conocida es larga (Jacob Young, Adele Spitzeder y varios más), pero la estafa en sí es anterior aún. 

Tengamos en cuenta que un esquema Ponzi no es aquel en donde meramente ocurren estafas o se engaña en la naturaleza de riesgo del negocio a quienes aportan capital, sino uno en el cual el “retorno” para los inversores se origina casi excluyentemente en el aporte de los nuevos (y crecientes) inversores. Todos los cuales creen que es seguro invertir en un emprendimiento que garantiza retornos irreales. Es decir, no es que “falla”, sino que sólo puede fallar. La única cuestión es cuándo.

La seducción es parte fundamental de este proceso, así también como la exuberancia, la percepción de ganancia extraordinaria y la Fe, por supuesto. Iría más lejos. Sensación de identidad, de ser parte. Cositorto también vendía “pertenencia”.

Es así, que una de las aristas más fascinantes de los esquemas Ponzi es que para las víctimas que así lo deseen (o lo necesiten) está disponible la duda. ¿Y si se recupera?, ¿y si le doy mas tiempo?, ¿y si colaboro un poco más?, ó “pero a tal le pagaron en su momento”, quizás es que “no lo dejaron seguir”, “lo boicotean”.

El problema aquí no son los Cositorto, o los Ponzi, sino “la cara de boludo que te queda”. La que te devuelve el espejo, y la que ven todos. Qué no daría una para no tener que enfrentarlo. Por negarlo, por esconderlo.

En la gran película “Belleza Americana” (American Beauty; Sam Mendes, 1999) uno de los personajes explica; “nunca subestimes el poder de la negación”.

Porque ¿qué hay del otro lado del apotegma de Vernet? Qué se hace con la cara de boludo que queda. Con ese vacío. Con ese cuestionamiento. El esfuerzo de entenderlo, procesarlo y superarlo es brutal. En verdad titánico.

Lo que ocurre en estos días con estafados incrementando su propia estafa tampoco es nuevo. Carlo Ponzi fue deportado a Italia. A su vuelta, muchos creían que había vuelto un benefactor.

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Mina Hannock