Ante la obvia declinación de su poderío, Estados Unidos está redefiniendo sus estrategias en todos los campos. El pasado 8 de marzo, la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Pentágono, presentó ante el Congreso de su país, un plan militar donde se precisa quiénes son los rivales –China y Rusia en primer lugar-; cómo frenar la pérdida de liderazgo estadounidense y qué rol deberá cumplir América latina y el Caribe en esa batalla.
El documento tiene novedades importantes. En primer lugar, usa un lenguaje tan explícito que no deja dudas sobre las intenciones belicistas del imperio. Segundo, reconoce que la pelea con China tiene raíces ideológicas, algo que no aparece en ningún documento de defensa o seguridad desde la caída de la Unión Soviética. Dice: “En última instancia, la competencia estratégica con China es ideológica, entre democracia y autoritarismo. En la actualidad, la mayoría de las naciones del hemisferio occidental (se refiere a nuestra región) son democracias, y ocho de las 14 naciones que aún reconocen a Taiwán se encuentran en la zona de influencia del Comando Sur”.
Tercero y más importante, admite la importancia estratégica que siempre tuvo nuestra región para la expansión estadounidense y para su conquista de la hegemonía global. Entre las narrativas que se instalaron exitosamente a partir del fin de la Guerra Fría y el triunfo del neoliberalismo a nivel global, se encuentra la de la supuesta “irrelevancia de Latinoamérica”. El mito de que ni Argentina ni América latina figuraban en el radar político de los “países serios” dominó el relato académico y el de los medios durante la década de los 90. Nunca fue así y hoy Richardson lo deja claro.
“La defensa de la patria estadounidense está directamente vinculada a la resiliencia, estabilidad y seguridad de la región de América Latina y el Caribe. La proximidad nos sitúa en primera línea de la competencia estratégica, ya que compartimos retos transfronterizos y amenazas globales (…) Para hacer frente a estos retos es necesario hacer campaña mediante un enfoque integrado para utilizar todos los resortes disponibles a través del Departamento de Defensa, la interagencia estadounidense, los aliados y las naciones asociadas para establecer las condiciones deseadas de seguridad, paz y prosperidad en toda nuestra vecindad”, dice el documento.
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El texto de Comando Sur explicita tres cuestiones clave que afectarán el futuro de nuestra región:
1) La ansiedad guerrera que despierta en EEUU el imparable avance de China en el mundo y, sobre todo “en la proximidad de la patria estadounidense”, es decir, en América latina y el Caribe. EEUU no acepta ningún cuestionamiento al actual orden mundial.
2) La decisión de EEUU de resolver ese escenario crítico radicalizando su beligerancia. En el caso de nuestra región, se propone una mayor injerencia y un amplio incremento de la militarización.
3) La determinación de implementar en nuestra región el concepto de “disuasión integrada”, una categoría multifacética que abarca desde la tradicional formación de nuestros militares (ya no en la tenebrosa “Escuela de las Américas” sino en el campus de “Entrenamiento y Educación Militar Internacional”, IMET por sus siglas en inglés) hasta las variantes novedosas que incluyen aparatos no militares, instituciones académicas, iglesias, etcétera. La Guardia Costera de EEUU y los contingentes de reserva de las Guardias Nacionales (entidades estaduales) tanto civiles como militares tienen un importante papel en este diseño. (La ex ministra Patricia Bullrich acordó en 2016 con la Guardia Nacional de Georgia).
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La malignidad china
El texto presentado por el Comando Sur califica a China, constantemente, de “actor estatal maligno” y muestra con claridad el temor del imperio no sólo de perder dominio, control e influencia en América latina sino de reducir sus negocios. Según Richardson el comercio de China con nuestra región pasó de 18.000 millones de dólares en 2002 a 450.000 millones 20 años después, con una proyección posible de 700.000 millones para el 2035. “El comercio actual de EEUU con la región asciende a 700.000 millones de dólares, lo que sugiere que la ventaja comercial comparativa de EEUU se está erosionando”, dice el texto.
En la visión de Juan Ramón Quintana, ex ministro de la Presidencia de Evo Morales, sociólogo y agudo analista de temas de inteligencia militar, “estamos viviendo la agonía del momento unipolar y, ante esto, la respuesta de EEUU es un imperialismo beligerante contra los actores globales que, según ellos, están incursionando de manera maligna en América latina.”
Según Washington. Beijing “invierte en infraestructura, puertos de aguas profundas, instalaciones cibernéticas y espaciales que pueden tener un doble uso, para actividades comerciales y actividades militares malignas”. La iniciativa china de la Franja y la Ruta (o Ruta de la Seda), acordada ya con 21 países latinoamericanos incluye desde trenes balas que unen la costa atlántica con la pacífica hasta la construcción o modernización de infraestructura esencial como aeropuertos y carreteras. Es evidente que estas obras colaboran con la integración regional y alientan el desarrollo de nuestros países. Integración y desarrollo son dos bienes que Washington nunca quiso para nosotros.
En ese contexto, para la cúpula militar estadounidense, “esta década es decisiva y las acciones u omisiones respecto a la República Popular China tendrán ramificaciones durante décadas”. Y agrega: “No podemos aceptar estos riesgos tan cerca de casa y los afrontamos reforzando las alianzas, contrarrestando las amenazas y construyendo nuestro equipo. (…) Nuestros adversarios utilizan un enfoque multidisciplinar y multidominio para contrarrestar la democracia, y el Comando Sur, nuestros aliados y socios deben emplear todo el peso de la disuasión integrada, aprovechando el conjunto del gobierno, la industria, el sector privado y el mundo académico, para responder con eficacia. Con un propósito compartido y confianza mutua, debemos actuar colectivamente con un sentido de urgencia mucho mayor para garantizar que este hemisferio siga siendo un bastión de la democracia”.
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¿Qué es la disuasión integrada?
Este concepto plantea el uso de todas las dimensiones del poder norteamericano, involucrando a las Fuerzas Armadas de otros países (en este caso de nuestra región) como partícipes y responsables de las acciones militares que ya vienen planificadas desde el Pentágono según los intereses de la “patria estadounidense”.
En el 2022 fue incluida en la nueva doctrina de la OTAN y en la Estrategia de Defensa Nacional de EEUU. También fue “sugerida” a nuestros países por el jefe del Pentágono, general Lloyd Austin, durante la Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas (Brasilia del 25 al 28 de julio 2022) y por Laura Richardson durante la Conferencia Sudamericana de Defensa (Ecuador, 15 de septiembre 2022).
“Estamos frente a un punto de quiebre extraordinario y por eso el concepto Disuasión Integrada (DI) resulta tan relevante”, explica Juan Ramón Quintana. “Así como Rusia ha respondido por medio de la Operación Militar Especial en Ucrania apelando a su amenaza existencial, del mismo modo EEUU responde a China en término de angustia existencial. La DI es la respuesta a este síntoma angustioso de su declive hegemónico".
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Sin duda el concepto es muy peligroso, porque, de hecho, como en el siglo XX, Washington vuelve a otorgarle a nuestras FFAA un estatus jerárquico por encima del poder político. “Lo que dice el documento del Comando Sur –reflexiona Quintana- es que ya no caben las respuestas diplomáticas. La respuesta es la militarización hemisférica. Como es una amenaza infinita, exige el concurso de la fuerza militar sin límite. Esto tiene al menos dos efectos: primero, amplía las funciones a las FFAA y por lo tanto disminuye la centralidad del poder político, es decir, otorga una autonomía militar que deviene en autonomía política en un marco democrático y termina reeditando la supremacía institucional de las FFAA como en la Guerra Fría. La segunda consecuencia es que flexibiliza el diseño del gasto militar e incrementar el volumen del presupuesto.”
No sólo nuestros recursos naturales y nuestra votación en los foros internacionales son requeridas por el imperio en los momentos críticos. También calculan la participación de nuestras fuerzas en posibles conflictos y la sumisión a sus reglas. La aplicación de la DI implicaría un doble golpe a nuestra soberanía: no sólo por la inaceptable subordinación de nuestras FFAA al Pentágono sino por la injerencia y el control del Pentágono sobre nuestros países. Conocemos las consecuencias. En esta coyuntura de profunda transformación global el desenlace podría ser aún peor.