Son tiempos de cambio, ¿cuáles?

Algunos proponen volver al pasado, otros aún no definen el camino y a otros les gana el desaliento y el desencanto. Cómo llegan las fuerzas políticas y la sociedad a las elecciones.

24 de abril, 2023 | 00.05

Es común que se hable de la necesidad de implementar cambios, aunque no lo es tanto que se confronten las propuestas con las experiencias recogidas históricamente y con las consecuencias que de las mismas han devenido, sino al conjunto, a la mayoría de la población.

Algunos proponen volver al pasado

La oposición reaccionaria en sus diversas manifestaciones martillea con discursos que atrasan más de 80 años y que, con sus actualizaciones (en el ‘55, en el ‘76, en los ’90), no han hecho sino ratificar un rumbo de colisión, de desigualdades e injusticias, que llevaron siempre a un país plagado de desigualdades, cautivo de endeudamientos externos y frustrante de cualquier proyecto de desarrollo soberano. 

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En su última versión, con la singularidad de haber llegado al gobierno mediante elecciones sin fraudes, se produjeron aquellas mismas consecuencias. 

Han pasado poco más de tres años desde que fueron derrotados en los comicios de 2019, dando cuenta clara de los efectos depredatorios que las políticas neoliberales deparaban para las mayorías nacionales y, sin embargo, su sucedáneo (Juntos por el Cambio) se posiciona para las elecciones de este año con otros Partidos menores que pregonan similares postulados (La Libertad Avanza, Avanza Libertad).

Estas reversiones, que no expresan otra autocrítica que no sea la de haberles faltado más dureza y rapidez en la implementación de los cambios pergeñados, sí presentan algunas diferencias para nada menores, aunque de igual signo y nefasto pronóstico.

En lo político, acentuando su esencia antidemocrática, antirrepublicana y antipopular, a tono con los extremismos análogos que campean en la región y en el mundo. 

En lo económico, exacerbando sus postulados clásicos: el desguace del Estado en favor del Mercado como ordenador y distribuidor asimétrico de la riqueza; la liquidación de los activos públicos con privatizaciones que, reiteradamente, han acarreado peores y más caros servicios esenciales; la entrega a precio vil de empresas y bienes estatales; mega devaluaciones con el correlativo empobrecimiento de capas medias y bajas, en el solo beneficio de las especulaciones financieras tributarias de unos pocos; medidas monetaristas, que van desde secar la plaza local hasta, con un desenfado inconcebible, la dolarización, o sea, perder una pieza clave en cuanto a la soberanía, acompañada de la esterilización o eliminación del Banco Central; la apertura indiscriminada de la Economía, entregando el mercado interno a los productos importados en competencia insostenible con la producción nacional; la liberación total de las exportaciones, sin regulación ninguna que permita aprovechar la capacidad productiva del país, privilegiando los bienes primarios con nulo o mínimo valor agregado: la reducción drástica de la carga impositiva, centrada en los sectores dominantes que ya hoy ostentan ganancias extraordinarias.

En lo social, otra vez cargando todos los costos de ese proceso de “cambio” en los trabajadores con caída del empleo y reducción de los salarios; eliminando programas de asistencia y fomento para quienes se encuentran fuera o en los márgenes del trabajo forma. En los pequeños y medianos empresarios, que tantas veces han sufrido el cierre de sus empresas por inviabilidad macroeconómica. En los profesionales y técnicos, con cierto grado de desempeño autónomo, que deberán enfrentar la sustitución de sus servicios por corporaciones transnacionales o, en el mejor de los casos, someterse mansamente a una precarización indigna.

Otros no terminan de definir el camino

En el oficialismo hace rato que cuesta encontrar la brújula en procura de objetivos comunes y una senda para recorrer en conjunto superando los egos, ambiciones meramente personales e internismos inconducentes. 

Las excusas discursivas para disimular esas desviaciones no convencen a nadie, no basta con reclamar y declamar “unidad”, es indispensable ponerlo en acto, mostrar conductas efectivamente conducentes y abandonar furtivos ataques entre compañeras y compañeros. 

No se trata de idealizaciones ingenuas, de alcanzar una homogeneidad de suyo imposible. El Frente de Todos se construyó con serias dificultades como una coalición, en medio del desconcierto y el riesgo cierto de que Macri fuera reelecto con todo lo que suponía. 

El escenario actual repite en alguna medida al de 2019, aunque muestra importantes diferencias. 

Una, que quien gobierna es justamente el Frente de Todos y que, aun reconociendo dificultades extremas e impensables (pandemia, guerra en Ucrania, sequías sin precedentes), no ha logrado contener los efectos empobrecedores para la mayoría de la población tanto por fenómenos incontrolables como por errores propios en la acción del gobierno. 

Otra y ligada a la anterior, la alta inflación que se mantiene y acrecienta, repercutiendo especialmente sobre esos mismos sectores ampliados a las capas medias-altas de la ciudadanía.

También se verifica, como un elemento distintivo en las desavenencias internas, la falta de cumplimiento de aspectos centrales del contrato electoral que selló la victoria del 2019 y las responsabilidades que se atribuyen.

Por fuera del Frente gobernante no es menos relevante la incidencia que ello provoca en la pérdida de confianza en la Política, que es una consecuencia común en el notorio deterioro de los sistemas democráticos occidentales. 

La decisión del Presidente de no ser candidato a una reelección, lejos de un renunciamiento épico y más cercano a una lógica implacable que indicaba las nulas posibilidades de esa candidatura, llega tarde pero no tanto como para no ser útil para un reordenamiento de esa fuerza política de cara a los comicios de octubre próximo. 

El método que se acuerde, como los acuerdos previos e indispensables que se alcancen, ilustrarán más que las palabras que se ensayen sobre cuánto hay de vigencia de un lema emblemático para el Peronismo, repetido por todos y practicado por pocos: primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres (y las mujeres, en una versión acorde con la época).

Muchos ganados por el desaliento y el desencanto

Los internismos interminables, feroces a veces y con frecuencia sin clara expresión de otras motivaciones que las puras ambiciones personales, en nada ayudan a descifrar la existencia de intereses superiores que se afinquen con las necesidades del común de la gente cualquiera sea el sector social al cual pertenezca.

Esa tendencia se advierte también en muchas personas, no desinteresadas de la política, pero desalentadas por frustraciones de legítimas expectativas de un mejor desempeño de las dirigencias en momentos críticos, cruciales para el destino de la Argentina y de quienes la habitan. 

A lo que se une el desencanto de parte de la militancia, que no termina de comprender la deriva que se produce dentro y fuera del Gobierno. 

Una compleja realidad que favorece la persistente prédica de la prensa hegemónica, traccionando la expansión de la antipolítica y que se ha manifestado, ostensiblemente, en el abstencionismo verificado en las recientes elecciones provinciales (en Río Negro y Neuquén), en las cuales la proporción de votantes ha disminuido a niveles alarmantes estando a la tradición participativa electoral en nuestro país.

¿De dónde venimos? ¿Y en dónde estamos?

Se trata de interpelaciones imprescindibles, tanto para aclarar el panorama nacional, como para inteligir el presente y proponernos un futuro de cambios que contenga a la mayoría de la ciudadanía. 

Un simple repaso de lo que representó el último gobierno neoliberal (2015-2019) permite constatar que no significó un cambio positivo en ningún sentido, salvo para las clases dominantes y en claro detrimento de la calidad de vida del Pueblo. 

La baja en las contribuciones de los más favorecidos, expresada nítidamente en la disminución o eliminación de retenciones a las actividades más lucrativas (mineras y agropecuarias) con inclinación exportadora, traducido luego en la formación de activos y en la fuga de capitales al exterior con las ganancias obtenidas en el país, fue una constante. 

El retorno del cepo para un desarrollo autónomo que implicó el desproporcionado empréstito contraído con el FMI, sujeto -como siempre- a sus programas contractivos y fiscalistas, coadyuvó al proceso de desindustrialización en marcha, al cierre de más de 25.000 empresas (en su mayoría Pymes) y a la pérdida de más de 150.000 empleos formales. 

Las subas en los precios de servicios esenciales (2.000% en el gas, 1.200% en energía eléctrica), impactó tanto en la menguada capacidad productiva como en el bolsillo de la gente ya afectada por la abrupta caída de sus ingresos. 

Estos efectos fueron percibidos por la población que, mayoritariamente, se inclinó por una alternativa diametralmente diferente en las elecciones de 2019. 

Ahora bien, los ostensibles condicionamientos que le impusieron al nuevo gobierno y entre los cuales destacaba la enorme deuda externa, se acentuaron con la pandemia y las consecuencias de un belicismo internacional motivado en disputas por la hegemonía mundial de las grandes Potencias. 

La reconstrucción del Estado tanto orgánica como funcionalmente, las acciones desplegadas para una asistencia social impostergable, el fomento de la industria y el impulso a la recomposición del salario, posibilitaron sortear buena parte de los desafíos. 

Sin embargo, faltaron otras acciones para lograr las fortalezas necesarias de una gobernanza capaz de concretar las transformaciones sociales, económicas e institucionales postuladas y que integraban el compromiso electoral. 

El gobierno del Frente de Todos tampoco pudo superar, ni supo implementar medidas con relación a las distorsiones institucionales que tenían en jaque a la República, en particular para desarmar el Partido Judicial y su alianza con el Poder económico concentrado. 

Los resultados más visibles son un funcionamiento democrático de baja intensidad, un crecimiento de la Economía e incluso del empleo que no soluciona los problemas cotidianos de las personas, una ampliación de la pobreza e indigencia.

Sembrar esperanzas no es simple voluntarismo

Los antagonismos que se perfilan como liderando la confrontación electoral no escapan a otros que se han registrado históricamente, representando básicamente dos Modelos de Nación. 

Uno, ceñido a los intereses transnacionales con sus terminales locales, que postula un Estado mínimo, sujeto a los mandatos del Mercado y generando mayores desigualdades sociales, una maximización de la rentabilidad del Capital concentrado y promotor de un orden sólo sostenible mediante mayores niveles de represión de las disidencias. 

Otro, que propone un desarrollo soberano, inclusivo y con ampliación de derechos, cuyos frutos sean objeto de una distribución equitativa y con justicia social. Esa confrontación clásica, hoy exhibe cierta singularidad por demás relevante que debe ser especialmente advertida. 

Los discursos del odio se han intensificado, a punto tal que han provocado una violencia disruptiva del pacto democrático a casi cuatro décadas de continuidad institucional republicana. 

Las operaciones destituyentes no sólo se proponen la desestabilización de un gobierno, sino profundizar un estado crítico que habilite la entronización de un neoliberalismo autoritario y una intensificación de la dependencia. 

Una alternativa nacional, popular y democrática es factible, pero exige dar real cause a las transformaciones indispensables y aún pendientes, así como a un reordenamiento del Movimiento Nacional que no se agote en alcanzar una victoria electoral, sino que se consolide en una conducción orgánica condicionada a un programa de gobierno consensuado. 

El cambio deberá consistir en una real disputa de poder, en una efectiva participación de las organizaciones sindicales y sociales que la respalden, en la convicción de que un país mejor que contenga a todos es posible.

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.