Recuperar en Santa Fe para ganar el país: ¿Massa y Perotti pueden hacer el milagro?

De una estrategia sólida y protagonizada por el gobernador y el ministro candidato depende la suerte de UP a nivel nacional

17 de julio, 2023 | 19.23

El peronismo unido (pero incapaz de amalgamar diversidad en la gestión) fue vencido por segunda vez consecutiva en Santa Fe. Perotti no quiso, Massa atiende demasiados frentes y Rossi no pudo. Que empiece la campaña. En principio, algunas consideraciones preliminares para espectadores y analistas no santafesinos:

Estaba claro -desde que Cristina optó por Omar Perotti, en 2019 y en 2021- que la media ideológica santafesina no da kirchnerismo, nunca dio; fue incapaz de contagiar incluso en el apogeo de Néstor y Cristina, pese al esfuerzo del Chivo Rossi, y fue resistido como opción hegemónica por sus dos dirigentes más significativos de los últimos 30 años: Reutemann y Obeid.

Al igual que el Frente de Todos a nivel nacional, el panperonismo se unió para derrotar al Frente Progresista y cortar una saga de 12 años, pero nunca pudo constituirse como una máquina de poder, capaz (no de repartir cargos) sino de definir roles claros y un mecanismo consensuado para la gestión. Omar nunca fundó el perottismo ni mostró una vocación de poder que lo proyectara independientemente de la imposibilidad de reelegir en 2023.

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Las consecuencias de las desinteligencias, operadas y afectadas por las desavenencias entre Alberto y Cristina tuvieron efectos devastadores en el peronismo santafesino, durante las PASO 2021. Se perdió por 10 puntos, Perotti no tenía reelección y ganó con un candidato que no quiso ni impulsó, Rossi fue derrotado de tal modo que sólo pudo proyectarse a nivel nacional y capitalizando la crisis del FdT y el cuadro que Cristina imaginaba como heredera de la franquicia kirchnerista, Marilin Sacnún, no pudo retener su banca senatorial. Tres candidatos menos de un plumazo y -con los resultados conocidos- sin recambio consistente.

En su primer discurso oficial como gobernador, allá por diciembre de 2019, Perotti no fue ni moderado ni elíptico, habló de “cortar los vínculos del delito con la política y las fuerzas policiales”. Con Saín como Ministro de Gobierno desafió abiertamente al complejo entramado que suponen las estructuras de lavado del narcodelito: las mesas de dinero, las cuevas financieras, los negocios inmobiliarios, a dirigentes de la oposición (incluido el gran ganador de las PASO, Maximiliano Pullaro) y a un sector importante del propio frente. Apuntando a Armando Traferri (hoy vencedor en San Lorenzo, triplicando al candidato de Unidos) se cargó a un poder consolidado e independizado de la suerte de cualquier gobierno peronista, los senadores departamentales, que le partieron el bloque en la cámara alta y lo dejaron sin mayorías legislativas para apuntalar su gestión. Las reconfiguradas bandas narco, el círculo rojo santafesino y la oposición, le cobraron caro un desafío histórico (nunca nadie los molestó tanto) pero que no pudo sostener.

El gobernador dijo dos cosas resonantes una vez consolidados los resultados: “Yo no competí como candidato a gobernador, no se evaluaba mi gestión” y “prácticamente no hicimos campaña, ahora se verá la verdad”. Para la primera no hay desmarque, casi nadie se salvó del urnazo: luego de 32 años, Luis Castellano perdió la intendencia de Rafaela, la cuna y reducto político de Perotti. Y uno de sus hombres de mayor confianza, el senador Alcides Calvo, disputará voto a voto la senaduría del Departamento Castellanos. La segunda frase es fruto de una honestidad típicamente piamontesa, hubo campaña pero para mostrar el plan de obras más importante desde el retorno de la democracia en Santa Fe, algo así como un “cómo quiero que me recuerden”, mientras Lewandowski se pegaba en todas las inauguraciones que podía.

El resultado fue una derrota prácticamente irreversible por 35 puntos (perdió más de 400.000 votos respecto de las PASO 2019), la peor desde el retorno de la democracia y donde el Frente Gorila de Masas superó con el 63.05% de los sufragios válidamente emitidos los picos históricos alcanzados en 2007 (54,92 para la victoria de Binner) y 2019 (57,59 para la derrota de Bonfatti y Corral). El radicalismo, coaligado con el neoliberalismo preperonista de Juntos y el aporte irrisorio del socialismo residual, vuelve a conducir la provincia después de 60 años, nunca desde 1983 Santa Fe tuvo un sesgo tan antiperonista como el registrado hace algunas horas según el escrutinio provisorio.

Lo que queda, lo que hace falta, lo que hay que poner

Un dirigente afín a Omar, del selecto círculo de colaboradores que le dicen la verdad y de frente al gobernador, marca el único camino factible: “vender la cara la derrota es lo mejor que podemos hacer, hay 26 días para recuperar votos para las PASO nacionales y dos meses para que los que votaron en blanco o no votaron, sean nuestros o no, entiendan lo que se están jugando”. Al cierre de esta nota, la ola expansiva de la derrota aún no produjo comunicaciones ni encuentros significativos entre Sergio Massa y Omar Perotti o Marcelo Lewandowski. El Chivo seguramente -como siempre- pondrá el pecho, pero el aporte del kirchnerismo realmente existente está en un piso histórico (incluso sumando a Cleri, Toniolli y a su delfín, Quico Busatto). Queda el sabor agridulce de la gran elección que hizo Juan Monteverde, referenciado en Juan Grabois (que no viajó a Rosario pero saludó efusivamente al referente de Ciudad Futura), y la posibilidad de que -más allá de ganar o perder con el Frente Unidos liderado por Pablo Javkin y aliado con el peronismo- se transforme en un nuevo punto de acumulación política para un retorno futuro.

Pero es preciso que el peronismo se despabile, que el gobernador conduzca el tramo siguiente como prometió en la víspera, que Sergio Massa se presente en Santa Fe tanto como en Córdoba, sin temor a bancar derrotas épicas, que alivien la carga sobre Axel Kicillof y complementen los resultados de la Provincia de Buenos Aires y que por fin empiece la campaña, pero no cualquiera sino una que banquen todos y todas y que -como pide Cristina- sea capaz de centrifugar votos por amor y convicción y no por espanto.