En un golpe de efecto con giros dramáticos, Mauricio Macri se quedó con la candidatura de Javier Milei. A dos días de la primera vuelta de las elecciones 2023, el pacto se forjó durante una cena en la casa de Macri y su objetivo manifiesto es trascender los límites partidarios para derrotar al “kirchnerismo” en las elecciones presidenciales. El acuerdo incluye la formación de un cogobierno entre el partido de Milei, La Libertad Avanza, y una facción del PRO, en caso de que el candidato libertario gane el balotaje. Esta unión implica la amalgama de equipos, un gabinete compartido y la adopción de medidas consensuadas que la fallida candidata Patricia Bullrich presentó a modo de "pliego de condiciones" en la conferencia donde anunció su respaldo a Milei. El pretendido pliego de 12 puntos se perfila como un intento por suavizar la retórica y las ideas de Milei, que resultan intolerables para millones de votantes del espacio antes conocido como Juntos por el Cambio.
Es de esperar que Macri hable de manera contundente en apoyo a Milei, pero por el momento escogió la táctica precautoria de tirar la piedra y esconder la mano. Lógico: si, como machacó Bullrich, el 65 por ciento del electorado se manifestó en contra del oficialismo, la misma cuenta expresa que son más -el 75 por ciento- los que votaron en contra del macrismo. Dato mata relato, como repiten los fanáticos “anti K”.
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La remake de “la grieta” con el kirchnerismo es el terreno vintage donde Macri se siente ganador. Tiene sentido: el recuerdo fresco del desastre que provocó su gobierno impidió que jugara el “segundo tiempo” por mano propia. Por eso debió recurrir a muletos, como Bullrich y Milei. A esta altura resulta vano discriminar quien constituyó su plan A o B, pero es evidente que el acuerdo que se anunció el miércoles se gestó antes del comicio general. Lo que sí se negoció durante 72 horas fueron los términos de la rendición libertaria y la estrategia para hacer presentable el acercamiento entre dos que se habían disparado munición gruesa a discreción. Ahora, Milei se enfrenta al desafío de convencer a los propios de las bondades de sumar a Bullrich, a quien había calificado como "montonera asesina". La aludida dijo que el asunto se fraguó en un brindis de madrugada: “Nos perdonamos”.
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En los encuentros reservados el trío avanzó con la organización de los próximos 30 días de campaña y la coordinación de la fiscalización, una falencia estructural del minarquista, que no tiene conducción territorial en ninguna molécula del país. El macrismo ofrece esa cobertura, a cambio de varios puestos en una eventual administración de Milei. ¿Los furiosos votantes "anti casta" aceptarán que la necesidad tiene cara de hereje, como indica la noción más elemental de la aritmética electoral? La primera expresión fue de furia: las redes estallaron de autopercibidos "libertarios" que bramaron contra el pacto de su ídolo con "juntos por el cargo", como los había rebautizado Milei en tiempos donde suponía que podía ganar sin balotaje.
El nuevo escenario es bien diferente: el candidato apenas sumó 700 mil votos desde las PASO, lo que fue percibido como un techo electoral que lo alejó de la Presidencia que creía tener en el bolsillo. Ahora, es Macri quien tiene en su bolsillo a Milei.
La novedad constituye una buena noticia para Massa, que puede avanzar desde ahora en su gobierno de “unidad nacional” convocando a radicales, peronistas disidentes y fundadores del PRO reactivos al pacto con Milei. Le permite, además, desplegar una agenda positiva -”Argentina sí”- mientras sus oponentes le ladran al fantasma kirchnerista y piden un voto por el “No”. En pocas semanas se sabrá a cuánto público convocó esa película sepia.