La derecha, las fake news y la crisis del 2001: la antipolítica se instala en las elecciones 2023

04 de agosto, 2023 | 00.05

El neoliberalismo es entre otras cosas el gobierno de las almas, lo que supone una tecnología emocional y discursiva que coloniza, disciplina e impone una agenda anímica. En relación a la gravísima crisis que sufre el país, causada por el irracional endeudamiento del gobierno de Mauricio Macri con el FMI, la derecha se ubica en una actitud puramente hermenéutica, sin involucrarse ni hacerse cargo de las consecuencias generadas por aquel irresponsable acto. Desde una posición de ajenidad cínica, emiten comentarios escandalizados, como si no hubiese una relación causal entre ese endeudamiento-estafa y la situación económica presente. 

La misma derecha que no admite ser artífice del desastre actual es la que participó del gobierno neoliberal de la Alianza –Cavallo, Patricia Bullrich, López Murphy, etc.– provocando la demencial crisis del 2001, y la que hoy afirma que la situación económica del presente es peor que la que hubo durante el 2001. 

El poder neoliberal, al que no le importa nada la verdad sino la post verdad, puso en marcha en los últimos días una operación que pretende imponer en la opinión pública la creencia que homologa la crisis actual con la de diciembre del 2001. Frente a la actual insatisfacción social, siguiendo la táctica de “sobre llovido mojado”, la derecha echa leña al fuego a través de los discursos de odio y las creencias basadas en fake news.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Una vez que se instala una creencia en el sentido común, lo que viene después es sólo cuestión de fe: nada importa la realidad de los números, como las tasas de pobreza por ingresos, de desocupación o los índices de actividad económica, mortalidad infantil o delito, que demuestran que estamos mucho mejor que en el 2001. La creencia mata datos.

La derecha política y el poder mediático estimulan un negacionismo respecto de las escenas que caracterizaban la vida cotidiana del 2001. Buscan asociar el paisaje actual con aquel diciembre de principios del siglo XXI, sabiendo que estamos muy lejos de las colas de desocupadxs buscando trabajo, los negocios cerrados en las principales avenidas, el trueque para subsistir, los niñxs yendo a comer a las escuelas para no morir por desnutrición o el violento corralito que se apropió del dinero de los ahorristas. 

Recordemos que, en medio de la angustia y la bronca social del 2001, se agitaba, tanto en las asambleas populares como en los cacerolazos que emergían a raíz del corralito, la consigna “que se vayan todxs”.

La operación que pretende instalar en lo social la homologación entre el 2001 y la actualidad busca generar aún más desconfianza en la política. El mensaje implícito estimula el rechazo de la política utilizando el nunca gastado recurso de “son todos iguales” o “hay que terminar con el populismo”.

¿Por qué en el actual contexto electoral se instala con fuerza el discurso de la antipolítica? 

La antipolítica siempre es funcional a la derecha y más aún en esta coyuntura electoral en la que se dirime el futuro entre democracia o fascismo. El escepticismo en la política conduce, entre otras cosas, al desinterés y al ausentismo en las elecciones. Si tomamos el dato de las elecciones de medio término de 2022, las abstenciones fueron fundamentalmente de los sectores populares enojados con el actual gobierno. Evidentemente la derecha está preocupada y opera a favor del ausentismo.

Está claro que para hacer campaña y ganar las elecciones es necesario una emocionalidad, una épica motivante que el campo popular debilitado no está encontrando. El kirchnerismo acepta que Massa es el candidato de unidad más competitivo, pero se le dificulta militar su candidatura. 

La militancia debe reconvertir los afectos de insatisfacción en acción política, para lo cual resulta importante generar formas novedosas. En ese sentido, durante los últimos días, sucedieron cataratas de memes y tik toks políticos con un renovado sentido del humor. 

Freud diferencia el humor del chiste y de lo cómico, acentuando que el primero se destaca como una actitud del sujeto frente a una realidad peligrosa. El yo se rehúsa a dejarse constreñir ante el sufrimiento y experimenta, aunque más no sea por un instante, un triunfo sobre la desdicha y la adversidad a través del humor, sin negar la realidad. De ahí que el humor aporta dignidad y tiene algo de liberador para el sujeto. 

Para hacer campaña el campo popular requiere, además de épica y humor, transformar la bronca en miedo. Claro que hay que hacer campaña del miedo porque ese afecto no es zonzo ni cobarde, sino que cumple siempre la función de alertar de un peligro: en este caso el peligro del fascismo.