"Era el subsuelo de la Patria sublevado (...)
Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años estaba
allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en
el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan
que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu
de la tierra estaba presente como nunca creí verlo".
Raúl Scalabrini Ortiz
El martes 16, en el congreso del PJ, se volvió a pedir la postulación de Cristina Kirchner como candidata en las elecciones nacionales. Ni bien terminó ese congreso la lideresa, a través de una carta comunicada en sus redes sociales, ratificó que no será candidata y pidió al FdT que confeccione un programa de gobierno.
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El próximo 25 de mayo es la fecha elegida para la realización de una gran movilización, y no cabe ninguna duda que será un día cargado de épica. El pueblo en la calle celebrará la gesta de la revolución de 1810, los 50 años de la llegada de Héctor J. Cámpora al gobierno y los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner. Todo hace suponer que Cristina cerrará el acto, no siendo exagerado afirmar que con su discurso se decidirá una cuestión clave para el destino de la nación: la confirmación de su decisión de no competir por ningún cargo o la reconsideración de esa negativa y el anuncio de su candidatura.
Dicho de otra manera, dado que Cristina es la lideresa que sintetiza al interior del FdT y quien más chances electorales posee, con su decisión se juega mucho del horizonte político de los próximos años de la patria: la democracia como poder del pueblo o la dominación de la mafia.
¿Qué hará Cristina?
Cristina debe elegir entre dos opciones: si se somete a la Corte mafiosa, que pretende locamente proscribirla e inhabilitarla de por vida de ejercer cargos públicos imposibilitando al pueblo elegirla como presidenta, o si se somete a la voluntad popular, que la demanda desde el operativo clamor como conductora del movimiento y presidenta de todxs lo argentinos.
Se trata de una elección forzada en la que en realidad no hay dos términos sino solo uno posible, por tratarse de una absoluta necesidad de supervivencia de la democracia. La lideresa del pueblo no decidirá lo que quiere ni lo que le gusta, sino lo que debe, lo que le indica su responsabilidad; son tres posibilidades: no competir por ningún cargo, la reconsideración de esa negativa o el anuncio de una candidatura de otrx dirigente.
El texto La política como vocación (o como profesión), es una versión más extensa de la conferencia que pronunció Max Weber ante estudiantes, en el Múnich de 1919. Tras el armisticio, en una Alemania derrotada y desgarrada por el conflicto civil, Weber culmina su reflexión hablando sobre el político de vocación, el que vive para la política y no de la política.
Se pregunta por las cualidades que debería reunir quien se dedica a la política, afirmando que esa actividad requiere de una pasión que responde a la real entrega a una causa y a los ideales que la inspiran. El sociólogo alemán afirma que en el político de talla han de confluir convicciones y responsabilidad: “La pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una causa y si no hace de la responsabilidad con respecto a esa causa la estrella que oriente su acción.”
Entonces, la ética de las convicciones debe ir de la mano con la ética de la responsabilidad, que es la que juzga a la acción por sus consecuencias. Weber, ya casi al final de la conferencia afirma que nadie puede, sin embargo, prescribir si hay que obrar conforme a la ética de la responsabilidad o conforme a la ética de la convicción. Un hombre político siente con toda su alma una responsabilidad por las consecuencias, actúa conforme a una ética de responsabilidad, que al llegar a cierto momento dice: "No puedo hacer otra cosa, aquí me detengo”.
Hanna Arendt, retomando el tema de la ética de la responsabilidad, sostenía que las acciones políticas deben someterse a una reflexión plural, a un juicio reflexionante. El pensar con otros, entonces, se convierte en la base fundamental para que los seres humanos puedan adherir colectivamente a la reflexión en la vida activa. Esto significa que no sólo la lideresa es responsable, sino toda la comunidad política. No sólo a Cristina le toca asumir esta tan drástica y exigente ética de la responsabilidad, sino que el sujeto fundamental de esta etapa debe ser el pueblo organizado en construcción.
Cristina es la política con mayor convicción y responsabilidad que tuvo nuestra patria. La responsabilidad política consiste en escuchar, hacerse cargo de la demanda de la voluntad popular, asumiendo los costos de la acción, sobre todo quién, qué y con qué paga por esa decisión, sea cual sea: proseguir con la decisión de no ser candidata a nada, como afirmó hace un tiempo, o reverla dado el contexto y la correlación de fuerzas.
MÁS INFO
Es necesario tener la convicción de que tanto el crítico contexto y la actual correlación de fuerzas desfavorable para el campo popular no constituyen datos fijos dados, sino que son variables. Es el sujeto político pueblo y la lideresa quienes los arman, producen y modifican, asumiendo la responsabilidad de hacer con eso un campo de batalla.
En la lucha social y política no sólo hay fórmulas, se precisa también imaginación, ya que ningún devenir está dado definitivamente, sino que se construye en reflexión con los otros, en un consenso siempre provisorio y con una inquietud permanente.
Que el acto del 25 implique un nuevo comienzo, la restitución de un amor político que haga de barrera al pesimismo, al odio impolítico y la desesperanza.