¿Hegemonía o consenso?

21 de marzo, 2023 | 00.05

El pasado 11 de marzo, la Universidad Nacional de Río Negro le otorgó a Cristina el reconocimiento Doctorado “Honoris Causa”. En esa ocasión, la lideresa del kirchnerismo brindó una conferencia que tituló "¿Hegemonía o consenso? ruptura del pacto democrático en una economía bimonetaria: inflación y FMI, crisis de deuda y fragmentación política”.
La actual vicepresidenta no se detuvo a definir las categorías de hegemonía y consenso, pero todo dejaba entrever que recogió el guante de Ernesto Laclau y, fundamentalmente, de Chantal Mouffe. 

Como genial estadista, el modo que tiene Cristina de teorizar la política se basa en lo que afirmaba Althusser sobre Maquiavelo, esto es, que nunca reflexiona “sobre la coyuntura”, sino que siempre se sitúa “en la coyuntura”. Desde ahí, inmersa en la crisis neoliberal global y en el barro de la democracia actual, siendo la líder del pueblo resulta también –y justamente por eso– la principal perseguida por la mafia judicial que, a la vez, impide a su pueblo votarla; desde ese lugar de enunciación, Cristina desarrolla las categorías de hegemonía y consenso.  

Repasemos algunas definiciones de Chantal Mouffe en su libro Por un populismo de izquierda. La autora afirma allí que una formación hegemónica es una configuración de prácticas sociales diferentes –culturales, jurídicas, políticas–, cuya articulación se sostiene en ciertos significantes claves que constituyen el sentido común y proporcionan el marco normativo de una sociedad. 

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La hegemonía implica la articulación de demandas heterogéneas y la construcción de una frontera política que divide a la sociedad en dos campos que se oponen: los de abajo –el pueblo– y el poder. Aclaramos que esa lucha política nada tiene que ver con “la grieta” ni los discursos de odio.

El objetivo de una lucha hegemónica es desarticular prácticas sedimentadas de una formación existente, la transformación de éstas y la instalación de nuevas prácticas.

Ahora bien, traducido al contexto nacional, ¿qué sucede cuando, como en el actual gobierno de Alberto Fernández, se multiplican las demandas insatisfechas y las instituciones o el presidente actúan como si no las escucharan? Los representantes terminan defendiendo el orden vigente, dejando de lado la lealtad a la gente. 

Según Chantal Mouffe, se presenta el consenso cuando no hay disputa al poder, como sucedió por el impacto de la “tercera vía”, teorizada por Anthony Giddens y puesta en práctica por Tony Blair y su partido Nuevo Laborismo. 

El ex primer ministro del Reino Unido y Líder del Partido Laborista entre 1994 y 2007, aceptó el terreno hegemónico establecido por Margaret Thatcher, en torno a que no había alternativa a la globalización neoliberal, terminando con la implementación de una versión socialdemócrata del neoliberalismo. Tony Blair, al afirmar que el modelo de política adversarial era obsoleto y celebrar el consenso del centro, promovió una forma política tecnocrática según la cual la política no constituía una confrontación partisana, sino una administración neutral de asuntos públicos. Los partidos socialdemócratas terminaron aceptando los dictados del capitalismo financiero y los límites que este impone a las intervenciones estatales.
Como consecuencia de la hegemonía neoliberal, la situación en muchísimos países y también en la Argentina puede describirse como una “posdemocracia”, término acuñado por Colin Crouc. Significa la pérdida de soberanía, el debilitamiento del rol del parlamento, la desaparición de los espacios de confrontación de los distintos proyectos de sociedad y que un conjunto de ciudadanos quede despojado de la posibilidad de ejercer sus derechos democráticos. 

En resumen, la hegemonía y el consenso ejercidos de manera unívoca constituyen dos modos opuestos de hacer política. Cristina en su discurso "¿Hegemonía o consenso? Ruptura del pacto democrático en una economía bimonetaria…”, estableció su diferencia con el modo de Alberto Fernández. El presidente consensualista, se caracterizó en todo su mandato por evitar el conflicto que lo condujo a cumplir más con el FMI que con la deuda interna y su base electoral. 

Esta situación terminó debilitando la política ya degradada por el macrismo, la desafección respecto de las instituciones democráticas y la desmotivación social. Crecieron las derechas que se ofrecen como alternativa a una parte de la sociedad, un segmento de la juventud que ya no cree en la política.

Cristina Kirchner pidió “unidad política para revisar el acuerdo con el FMI y poder crecer”, la vicepresidenta llamó a los argentinos a “despabilarse para que no les vendan espejitos de colores” y reclamó “alinear precios y salarios para que el crecimiento no se lo lleven cuatro vivos”. “Se crean empleos, pero de bajos sueldos” afirmó. Esto se traduce políticamente como articulación democrática y construcción hegemónica para batallar intereses. 

La lideresa del pueblo advierte que la posición política de no confrontar con el poder financiero que llevó adelante el gobierno de Alberto Fernández nos puede conducir a la consolidación de la hegemonía neoliberal. El llamado de Cristina acerca de revisar el acuerdo con el FMI será un paso decisivo para establecer una frontera política, romper el consenso y la consecuente subordinación al capital financiero. 

Está claro que lo que está en juego son dos modelos, el neoliberal y el democrático nacional y popular.

Después del acto en Río Negro, Cristina volverá a aparecer y emitir un discurso coronando la cumbre del Grupo de Puebla. El martes próximo, la asistencia de los principales líderes de la región junto a la presencia militante que se organizará afuera del CCK será la muestra del fuerte apoyo y un nuevo reconocimiento a su lugar de conductora del movimiento nacional y popular.

Romper con el consenso pospolítico y reafirmar la naturaleza partisana de la política, movilizar a las bases, convocar a las partes a un debate sobre las posibles alternativas, significa comenzar a reinstalar la democracia.