De la bronca a la esperanza

01 de noviembre, 2023 | 00.05

El resultado de las elecciones del 22 de octubre, donde Sergio Massa obtuvo el 36,6% de los votos –sumando casi tres millones de apoyos respecto de las PASO –contra el 30% de Javier Milei, fue una sorpresa para casi todo el espectro social, incluyendo la derecha, los medios de comunicación concentrados y los miembros de Unión por la Patria. Fue una derrota de la derecha y de los grupos Clarín y La Nación, que no lograron instalar la “desaparición” del kirchnerismo ni la Argentina como un pueblo de mierda.

Este inesperado resultado quedará en la historia y posiblemente será motivo de investigación académica. Ganó un candidato que es ministro de economía de un país que tiene una altísima inflación, salarios que no llegan a fin de mes y contó con el apoyo de quienes “más están sufriendo”, como él mismo reconoció. Teniendo toda la situación en contra, es aparentemente irracional que Massa haya sido el candidato mejor posicionado. 

Varios fueron los factores que aportaron al sorpresivo resultado del 22 de octubre, que irrumpió como un verdadero acontecimiento. Un acontecimiento que causa un quiebre, altera la situación vigente, determina un antes y un después que cambia todo el tablero político, resultando en consecuencia necesario comenzar a pensar con otras categorías.
Mas allá de las varias razones que pueden explicar lo acontecido, la disputa fundamental se jugó en el terreno de la insatisfacción y el sufrimiento colectivo.

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Milei en la primera vuelta resultó el candidato más elegido, representando el legítimo voto bronca de gran parte de la sociedad. Sin embargo, en poco tiempo fueron apareciendo rasgos de carácter del candidato de LLA, como la violencia verbal, impulsividad, desequilibrio emocional, etc., que comenzaron a configurar para la percepción de la subjetividad una manifiesta fragilidad psíquica. Milei insultó al país, a la bandera, al Papa, a la causa Malvinas, a los jubilados, a Patricia Bullrrich, a Miriam Bregman, etc. Habló de nuestra moneda como "excremento" y adelantó que volvería para atrás con muchas conquistas, como los avances en materia de género, etc. Pero lo que terminó desfavoreciéndolo fue su estado psíquico manifiestamente violento y desequilibrado emocionalmente. La visibilización de esos rasgos determinaron el viraje de la bronca al miedo social.  

El candidato de Unión por la Patria opuso una respuesta política a los deseos violentos expresados por la motosierra y los anhelos antidemocráticos de terminar con el kirchnerismo. Massa escuchó la insatisfacción, el enojo y el escepticismo generalizado. Disputó la bronca, pero, en lugar de motosierra, propuso el cambio del odio al amor, la esperanza y la unidad, lo que constituye una verdadera reconfiguración de lo sensible.

Massa fue armando un relato orientado por la unidad, el trabajo, la soberanía, se dedicó a explicar racionalmente qué hará cuando sea presidente. Se lo ve empoderado, sereno, demuestra capacidad de gestión, racionalidad, templanza y audacia para accionar en circunstancia hostiles. Rescató la bandera, la escuela pública, les habló a los jóvenes como estudiantes, a los jubilados, los trabajadores, las provincias… dijo que será el presidente del trabajo y de la seguridad. Insistió con la idea de la unidad nacional, convocó a los electores de las otras opciones, hizo visible la existencia de un espacio común donde todxs tienen parte y restituyó una subjetividad política que estaba desesperanzada.

El candidato de Unión por la Patria se perfila como un nuevo líder para una nueva época a nivel nacional y mundial, donde se define el ingreso a la multipolaridad y a los BRICS. 
Ya no se trata, como hace un tiempo, del voto por el mal menor o de evitar el fascismo, sino que Massa logró entusiasmar a la militancia y a vastos sectores que comienzan a percibirlo como el candidato de la esperanza.

El pensador británico Terry Eagleton, en su ensayo Esperanza sin optimismo, propone la esperanza como la mejor arma para afrontar el futuro. La esperanza, a diferencia del optimismo ingenuo de la autoayuda, requiere inteligencia, reflexión y compromiso.  El que tiene esperanza anhela que lo próximo sea mejor, pero no lo aguarda de manera pasiva. Está dispuesto a trabajar o a luchar por ese anhelo.

La esperanza compromete profundamente, involucra, se integra a la acción y equivale a un deseo no garantizado, que incluye la confianza en un futuro mejor. Afirma Egleton que la esperanza siempre es performativa porque implica apostar y entonces se puede realizar. La esperanza no asegura el éxito, incluye la derrota, pero conserva la dignidad.  Por el contrario, la desesperanza de la motosierra conduce a la bronca porque la subjetividad se posiciona en la idea furiosa que todo está perdido. Massa disputó la bronca y la convirtió en esperanza.

Este es el gran triunfo político de Massa: cuando las cosas se ven complicadas es un mérito causar y sostener la esperanza. El que dispute el malestar acumulado en todos estos años y lo oriente hacia un horizonte encarnará el liderazgo de la próxima etapa

El 19 de noviembre se juega la final.