¿Cómo pudo ganar Milei?

23 de noviembre, 2023 | 00.05

El desconcierto es muy grande entre buena parte de la militancia popular y la intelectualidad progresista. Que el 55,7% de la ciudadanía votara por un candidato ultraneoliberal y con modos tan autoritarios parecía algo que no podía ocurrir en nuestro país, más allá de la dura situación económica que atraviesan muchos hogares, la inflación que genera zozobra incluso en familias mejor posicionadas, y la frustración de quienes esperaban más del gobierno del extinto “Frente de Todos”.
Los motivos del voto de cada uno/a son extremadamente particulares y en él inciden múltiples cuestiones. En esta nota quería simplemente enfatizar en una cuestión que considero clave: la gran afinidad ideológica que posee la mayoría de quienes votaron a Milei con sus posiciones neoliberales y no pluralistas. 

En los meses que mediaron entre las PASO y el balotaje he publicado una serie de notas basadas en encuestas académicas que, por el contrario, analizaban las contradicciones entre lo que pensaba una porción de los votantes de Milei y las propuestas del propio candidato. Estos artículos procuraban señalar la posibilidad de usar estas contradicciones para mejorar las chances de defender el sistema democrático y la idea de la unidad nacional. Pensaba que, ese sector (que según los temas oscilaba entre un cuarto y un tercio de los electores de Milei) podría llegar a replantearse su voto si se lograba que reflexionase sobre la distancia que existía entre sus propios valores y los pregonados por el candidato de La Libertad Avanza. De hecho, considero que algo de eso aconteció: alrededor de un 8% de quienes habían votado a Milei en las PASO no lo hizo el 22 de octubre (por ello se mantuvo en el 30%, a pesar de que sumó nuevos votantes). 

Sin embargo, los datos aportados por esas mismas encuestas pueden ser leídos al revés. La gran mayoría de sus votantes (tanto los originales de Milei como los que le aportaron Patricia Bullrich y Mauricio Macri) comparte sus propuestas neoliberales y autoritarias en una serie de cuestiones. Es decir, podemos ver los tres cuartos del vaso ideológicamente lleno, y no el cuarto vacío (al que apuntábamos con nuestras anteriores notas).
Vamos a sintetizar mucha de la información que tenemos sobre este tema en tres cuestiones: la autoubicación en el eje izquierda-derecha, la posición en dos escalas (neoliberalismo-nacionalpopular y autoritarismo-pluralismo) y la respuesta frente a la idea de “acabar con el kirchnerismo”. 

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Lo primero que queríamos destacar es que asistimos a una clara derechización de la ciudadanía, una parte de la cual, incluso, se autoreconoce como de extrema derecha. Existe una pregunta que es relativamente simple “La gente suele hablar de izquierda y derecha, ¿si Usted tuviera que ubicarse en un eje del 1 al 10 donde el 1 es la izquierda y el 10 la derecha, en qué posición se ubicaría?“. Más allá de que cada respondente pueda entender distinto qué significa “1”, “5” o “10” (por lo cual nosotros siempre analizamos esta pregunta junto con otras), en general, el conjunto de respuestas tendía históricamente a presentar una distribución en forma de campana (o similar a una distribución normal). El gráfico 1 muestra cómo respondían en julio de 2021. Se observa que una gran mayoría se colocaba en la posición neutra (5) y que quienes se ubicaban como “10 derecha” eran el 7% del total.

En cambio, para julio de 2023, como se ve en el gráfico 2, quienes se consideraban “10 derecha” habían ascendido al 18% del total. Se redujeron, sobre todo, quienes optaron por las posiciones 3, 4 o 5 (centro-izquierda y centro).

Lo segundo que deseábamos comentar es que existe una fuerte relación entre la adhesión a las ideas neoliberales y las actitudes más autoritarias y menos pluralistas. Desde la militancia progresista se esperaba que dirigentes liberales o radicales no acompañasen la alianza Macri-Milei y que, por el contrario, hicieran un llamado explícito a votar a Massa en defensa de la democracia (así como Macri había llamado explícitamente a votar a Milei). Pero estas voces fueron muy pocas y, la enorme mayoría de las veces, en expresiones poco contundentes, podríamos decir que casi con sordina. El resultado electoral también demostró que los votantes liberales o radicales tampoco rechazaron acompañar con su preferencia a un candidato ultraneoliberal y autoritario y a una candidata a vicepresidenta con vínculos directos con integrantes de la última dictadura.

Un factor explicativo importante de esta conducta de la dirigencia y del electorado votante de Bullrich es que quienes tienen ideas neoliberales o de centro-derecha en lo socioeconómico, ya no comparten posiciones claramente pluralistas en lo político. Tal como puede observarse en el gráfico 3 (en el que cada círculo representa la posición de cada encuestado/a en ambos ejes), resulta muy llamativo que entre más de 5.000 respondentes en julio de 2023, no haya nadie con un nivel mayor a 60 en una escala de neoliberalismo y menor a 20 en una escala de autoritarismo: el área en el extremo superior izquierdo del gráfico 3 está vacía. 

Más en general, también es posible ver cómo se distribuyen los casos en los cuatro cuadrantes de este gráfico (construidos por las dos líneas ubicadas en el valor 50 de cada uno de los ejes). En relación a lo que decíamos antes, solo un 10% presenta posiciones neoliberales y es más pluralista que autoritario (cuadrante superior izquierdo). Es decir, que son muy pocos los liberales clásicos. Esto explicaría porque son escasísimas las figuras políticas de peso que combinen posiciones liberales en lo económico y sean críticos del autoritarismo manifestado por Javier Milei. 

Además, podemos ver que los neoliberales-autoritarios (cuadrante superior izquierdo) suman el 40% de los encuestados/as, mientras que los nacionalpopulares-pluralistas (cuadrante inferior derecho) son solo el 30%. De modo que las dos coaliciones políticas, que claramente se referenciaban cada una con uno de estos dos cuadrantes ideológicos, necesitaban para triunfar en el balotaje sumar algunos sujetos no identificados directamente con ellos. Pero, la coalición Milei-Macri arrancaba con un 10% de ventaja y, además, podía apelar fácilmente, al sector que, sin estar tan claramente identificado con el neoliberalismo, sí presentaba posiciones más bien autoritarias: el cuadrante inferior derecho, donde se encuentra el 20% de los encuestados/as. Por eso, les funcionó a la ellos la apelación al orden y a la bronca contra las diversas políticas progresistas (en especial las de género). Recurrir a estas cuestiones, además, parecía menos “político” que hacer referencia a las consecuencias socioeconómicas de las futuras medidas que podía implementar un gobierno de Milei, por lo cual sintonizaba mejor con las actitudes apolíticas o antipolíticas de un importante sector del electorado.
En el artículo “El voto en blanco en disputa” pueden consultarse los detalles de las preguntas que conforman estas dos escalas.

Ahora bien, entrando en la última cuestión que queríamos comentar, para que estas posiciones ideológicas se trasladen al voto, es necesario una operación específicamente política. Es decir, que la gente visualice quién canaliza mejor estas ideas en una coyuntura electoral o (en especial en un balotaje) quien se encuentra en las antípodas de las mismas. En este sentido, la articulación entre neoliberalismo y autoritarismo operó políticamente a través de la demonización del kirchnerismo.  Y fue una operación extremadamente eficaz: el 52% de los encuestados/as contesta que está “totalmente de acuerdo” con la idea de que “para sacar adelante a la Argentina, hay que eliminar al kirchnerismo”; a lo que se agrega un 6% que está “algo de acuerdo”. Podría decirse que la suerte del resultado electoral estaba ya sellada de antemano.

Como hemos podido ver, el triunfo de la alianza Milei-Villarruel-Macri-Bullrich (con los distintos elementos que cada uno/a agrega a la misma) resulta mucho más sólido en el plano ideológico de lo que muchos analistas han estado señalando. No debemos olvidar esta cuestión, porque, de otro modo, estaríamos esperando reacciones de una mayoría que pudiera sentirse “traicionada” al implementarse las propuestas centrales de esta alianza neoliberal-autoritaria, cuando muy probablemente no lo percibirá así. Algo similar nos aconteció en los años noventa, cuando la mayor parte de la ciudadanía tampoco percibió como “traición” el giro político al ideario clásico del justicialismo que realizó Menem. 
Para finalizar, quería plantear tres cuestiones que matizan esta conclusión. En primer lugar, el acuerdo ideológico que hemos mostrado con la mayoría de las cuestiones neoliberales y no pluralistas, no significa que todos sus votantes estén expectantes de que Milei concrete todas sus políticas. Por el contrario, casi la mitad de quienes votaron a Milei solo desean que concrete algunas de sus propuestas (39%) o ninguna de ellas (6%). Lo votaron porque creyeron que se iba a moderar o, incluso, que no iba a poder implementar la mayoría de las medidas que ha estado pregonando.

En segundo lugar, si bien son pocas, hay algunas cuestiones claves en las que la mayoría de quienes votaron a Milei en el balotaje se posiciona claramente en contra. La cuestión ambiental es una de ellas. Así el 40% de quienes votaron a Milei manifiestan que “le preocupa mucho el cambio climático y el calentamiento global”, al que le podemos agregar un 32% al que “le preocupa bastante”. Al mismo tiempo, el 67% de los votantes de Milei piensa que es el Estado el que tiene que regular a las empresas para que no contaminen los ríos.

La otra cuestión donde la mayoría de sus votantes se opone a sus propuestas es en el plano de la legislación laboral, como se observa en el gráfico 4. Un 36% pide que “se amplíen los derechos de los trabajadores y que alcancen a todos los que hoy estén ‘en negro’” y un 23% que “no se hagan cambios que flexibilicen el régimen de trabajo porque terminan siempre perjudicando a los trabajadores”. Solo un 29% acuerda con la idea de que “hay que acabar con los llamados ‘derechos de los trabajadores’ que solo promueven la industria del juicio e impiden que las empresas crezcan”, al tiempo que un 12% no sabe nada del tema. Avanzar sobre los derechos laborales lo colocaría al nuevo gobierno en clara confrontación con su propia base electoral. Y el problema para Milei-Macri es que esta es una cuestión clave en su modelo económico.

Y en tercer y último lugar, el nuevo gobierno no se encuentra con una oposición fragmentada y con una base electoral sin claridad política. Por el contrario, el electorado que sostuvo a Unión por la Patria tiene posiciones muy sólidas en lo ideológico. De modo que, como ocurrió entre 2016 y 2019, existe una base desde donde construir la defensa del sistema democrático y de los sectores populares. Habrá que saber esperar y no entrar en provocaciones. Y, así como los neoliberales supieron que, desde el gobierno, podrían revertir muchas de las políticas implementadas entre 2003 y 2015, también tenemos que tener la convicción de que las fuerzas nacional-populares podrán volver a reponerlas cuando vuelvan a tener el apoyo de la ciudadanía. Tal vez sí, haya que tener más claro cuáles son las medidas a tomar y construir los consensos previos que permitan concretarlas al retornar al gobierno, de modo que el canto “Vamos a volver” no sea una mera expresión del deseo de recuperar posiciones gubernamentales sino un regresar para consolidar un proyecto que enamore a las mayorías populares y logre continuidad en el tiempo.