Viene a nuestra mesa de trabajo la discusión sobre si esto es shock o gradualismo para estabilizar la economía argentina. Mucho se ha hablado que el gobierno de Milei va por el shock cuando la administración Macri fue por el gradualismo. Vamos a desarmar una parte de esta discusión porque hay mucho que está planteado con el diario en vez de hacerlo con mayor profundidad.
La cuestión principal para desarmar es sobre la definición de shock o gradualismo que estamos usando en esta coyuntura en particular. Y acá cabe analizar un par de ítems. Primero que nada, corresponde señalar la importancia del precio del dólar oficial en estos análisis. Cuando uno calcula el valor en dólares de los precios de la economía puede notar que en la Argentina el IPC anduvo en los últimos años más vinculado al oficial que al blue o los financieros. Esto se puede ver a partir del valor en dólares del IPC, y sobre todo de una canasta básica, o de la energía, recién a finales de 2023, con el tipo de cambio fijo propuesto por la gestión Massa, después de la devaluación de 22% en agosto de 2023, los precios pasaron a caminar hacia un color celeste, o sea, por arriba del dólar, tomando como base los precios de 2017, por ejemplo (antes de entrar en la carrera de devaluaciones desde 2018 y ajustes de la actividad, que incluyen la pandemia).
En segundo lugar, y una vez dicho eso, veamos cómo se manejaron los ordenamientos macroeconómicos de cada gestión. En ese sentido cabe destacar que el macrismo decidió liberar los cepos en 2015, recién asumido. Así, el salto del dólar fue derecho al valor financiero, o paralelo, y se acomodó, apreciando el peso, con la enorme cantidad de capitales financieros que entraron al país en concepto de deuda. ¿Esto fue un shock? Sí, claro, pero tuvo una sensación menor porque la economía no requería un shock tan grande producto de una situación manejable y de la innegable oportunidad de tomar deuda externa, en un país desendeudado.
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Otro comportamiento fue el que se vio durante la gestión Fernández de 2019 a 2023: no se realizó ninguna devaluación en shock, tomando en cuenta que ya se había producido ese shock en agosto de 2019 (después de otros shocks en 2018 y 2019). La caída de la actividad impidió llenar los precios a valores en dólares de 2017 durante un largo plazo, análisis donde cabe mencionar la pandemia y el salto en el precio de los commodities que permitió obtener un ingreso importante de dólares hasta la sequía.
Sin embargo, la gestión Fernández promovió una economía a dos velocidades. De modo tal que se fomentó el crecimiento, pero sin dólares, financiados en muchos casos por los mismos importadores, o por estrategias abordadas por éstos. Ello en muchos casos sí tuvo un impacto en precios (autos, tecnología, algo de construcción y algo de indumentaria), pero su impacto en el promedio no fue significativo hasta noviembre de 2023 (por el tipo de cambio fijo mencionado).
En el caso de la nueva gestión Milei, ocurrió algo inédito en las últimas décadas, un salto del dólar a más del doble (118%) pero sin que ello signifique quitar los cepos. Está novedad se puede clasificar como shock en un punto, pero como gradualismo en otro, si se tiene en cuenta que la macroeconomía podía pedir un salto mayor para sacar los cepos de inmediato (tal como sí ocurrió en 2015). Entonces aquí surge un problema nuevo.
Nota: la ventaja de la escala logarítmica para este caso es que nos muestra las proporciones antes que los valores absolutos. Eso ayuda a ver en un largo plazo los saltos que tuvo el precio del dólar.
Este salto del dólar lleva a un escenario durísimo. El salto de precios (pass through) puede ser 50% en sólo 2 meses, y todavía no se aplicó el salto en las tarifas de los servicios, especialmente del AMBA, la zona más densamente complicada del país. Esto lleva a una caída del poder adquisitivo de los trabajadores registrados de por lo menos 14 puntos en sólo 2 meses (desde octubre). Y podría superar los 17 puntos cumplido el tercer mes (enero). Y una caída incalculable (por hora) de los sectores informales.
Como primer acercamiento a la dureza de estas medidas podemos ver el índice Construya de enero de 2024. El índice Construya (mide ventas de los materiales de la construcción al sector privado) en enero 24 bajó 19,7% sin estacionalidad contra diciembre. Y 30,2% contra noviembre. Se desploma la construcción, fuente de numerosos empleos, informales y de sectores con muchas necesidades. Este valor de ventas de materiales es el valor más bajo desde julio 2005 (excluida pandemia). La obra pública está sintiendo un impacto todavía más fuerte.
En este sentido, el Consejo Federal de la Cámara Argentina de la Construcción se reunió hace unos días y declaró el estado de emergencia en todo el país, frente a la caída de la obra pública. Advirtió por el futuro de 1.400 empresas y 200 mil empleos. No suena bien. La obra pública tiene un efecto multiplicador en todo el sector privado y es un driver de federalismo innegable.
De este modo se configura un escenario muy difícil. En el que se puede observar una búsqueda de parte del gobierno de licuar pasivos, absorber saldos monetarios de distinto tipo, dejar ocurrir un overshooting de precios que baje el nivel de dinero real en el mercado (para adquirir las mismas cantidades el sistema demanda más dinero y ello no está ocurriendo en los niveles necesarios). Recordemos que la inflación no es un fenómeno sólo monetario, como les gusta decir, sino sobre todo uno estructural basado en la falta de dólares para atender un cierto nivel de actividad y otro vinculado a disputas distributivas. Pero una vez ocurrida la inflación por estas causas si no se ajustan los ingresos (y ello en consecuencia requiere dinero) la caída se hace sentir en las cantidades y en el nivel de vida.
Este dilema imposible entre la calidad de vida de la sociedad y los objetivos de estabilización requerían dejar pasar unos meses antes de generar una devaluación tan brusca. Pero eso chocaba con la lógica que potencia la ideología libertaria de la actual gestión con la clásica mirada desindustrializadora del FMI.
En síntesis, el ajuste es inflacionario, y eso licua la plaza de pesos en relación con los dólares disponibles, baja las cantidades vendidas y por ende las producidas, presiona al alza el desempleo, pero eso mismo permite reducir la necesidad de dólares de la economía, y es el principal fundamento de su estabilización. La estabilización de un cementerio. Pero a un costo inmanejable desde la política para una Argentina que viene muy golpeada socialmente desde 2018.
Es verdad que, si faltan dólares (que pueden faltar por la sequía pero también por la deuda externa mal planificada por el macrismo), el déficit fiscal juega en contra porque es expansivo, y genera mayores inconsistencias macroeconómicas. De lo que se trata en este momento es de que el ajuste ordene la macro. Pero lo grave acá es que podrían ser más progresivos en el ajuste. O sea, no hacer tanto daño en los ingresos de la gente y cobrar más impuestos a los grandes. Y quedar en el mismo superávit. La Argentina no podía encarar este tipo de shock sin política industrial orientada a mayores exportaciones de valor agregado, siendo éste el principal error del marco teórico oficialista.
¿Hay alternativa? Siempre hay alternativa. Una vez que ya se hizo una depreciación de 54% (un salto de más de 118% en el dólar), en el corto plazo debería buscarse una estrategia para recomponer ingresos de la sociedad mientras se vuelven a mirar los precios, para achatar la curva de aumentos (la inflación es un fenómeno macro, pero la política puede intervenir en la curva, para extenderlos en el tiempo), no perder de vista las estrategias de aumento de exportaciones que se venían trabajando hasta 2023, y apuntar a una estabilización en el largo plazo. Eso no resolvería el problema de la inflación de inmediato, pero podría trabajar la idea de un aterrizaje que no sea con tanto dolor social.
Porque no está claro si la crisis de gobernabilidad (que ya tiene emergentes como el fracaso de la ley ómnibus) está más cerca con bajo desempleo y alta inflación, como hasta octubre pasado, o con altísimo desempleo y mayor pobreza con baja inflación, como vamos a ver estos meses.