El 25 de noviembre murió Diego Maradona y el mundo se paralizó para despedirlo. Durante varios días consecutivos y en las más diversas latitudes se multiplicaron los homenajes, los mensajes sentidos y las ofrendas. Su foto decoró todos los estadios del mundo y a través de las redes sociales se manifestaron miles de figuras públicas, futbolistas, referentes del deporte, artistas, políticos, clubes, instituciones e incluso Estados. Aunque su grandeza es indiscutible, el fenómeno social y cultural global que se vivió superó los límites de lo jamás imaginado.
“Maradona tal vez sea el último ídolo popular - expresó al respecto el psicoanalista y escritor Jorge Alemán -no creo que ahora la mercadotecnia, los managers, y todo los ítems que se ponen en juego a la hora de construir a un jugador famoso puedan volver a generar algo semejante”. El dolor por su fallecimiento no se trata solo de su desaparición física, sino que conjuga además la certeza del fin de un paradigma de ilusiones y sucesos posibles a escala universal.
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Cuando el Mercado le gana al fútbol
El domingo Lionel Messi hizo el cuarto gol del FC Barcelona frente al Osasuna en el Camp Nou, y, en un gesto entrañable, lo celebró descubriendo una camiseta de Newell's que usó Diego entre 1993 y 1994, y había llegado a las manos del rosarino a través de un coleccionista. Increíblemente la jugada, que terminó con la pelota adentro de los tres palos, fue una representación casi perfecta del gol que hizo Maradona con esa misma camiseta en un partido amistoso contra el Emelec el 7 de octubre de 1993. El momento fue conmovedor y la foto de Messi con los brazos en alto saludando al cielo será una de las postales inolvidables de estos días tan llenos de significado.
Sin embargo el homenaje se nubló rápidamente por una serie de situaciones burocráticas que nada tienen que ver con lo genuino y el cariño, pero hicieron ruido y se instalaron en el debate. En principio la reacción automática del árbitro Mateu Lahoz quien amonestó a Lío conforme al artículo 91 del Código Disciplinario que prohíbe la exhibición de publicidades o lemas y considera a quien lo haga “como autor de una falta grave”. Al mismo tiempo se adjudicó al club una multa en cuantía de hasta 3 mil euros. Al respecto Guillermo Ricaldoni, director de We Are Sports, especializado en marketing deportivo dijo que Messi debió haber tapado las marcas y tener “respeto por la institución para la cual trabaja”. Por otro lado el conflicto con la firma que oficialmente patrocina al Barca, por la aparición del logo de la competencia en la camiseta rojinegra. Si bien la marca alemana publicita al jugador argentino, éste por contrato no puede mostrarla más allá de los botines.
En varios medios calificaron al gesto del capitán de la Selección Argentina como “maradoniano” por la calidad y los rastros del gol, pero sobre todo por la irreverencia de un festejo no calculado por nadie y menos por los intereses comerciales. A Messi, el jugador contemporáneo más importante del mundo, la demostración de su amor hacia Diego le costó por decisión del Comité de Competición de La Liga una multa de 600 euros. Lo que parecía ser una continuidad poética con la simbología futbolística de la jornada en homenaje a Dios, fue interrumpido y castigado por las reglas de un deporte hipermediatizado, y cada vez más oprimido por la FIFA, la mercadotecnia y el negocio. Los ejes fundamentales de la industria del espectáculo, la norma operativa, la automatización de los gestos, y la intervención del dinero, cimentados a costa de devaluar la experiencia única y extraordinaria que implica lo que ocurre adentro de una cancha y nada más. Acaso no era eso lo más importante del fútbol?
Maradona como símbolo cultural
A partir de los 80’s Maradona se convirtió en el jugador más buscado del planeta. Su debut en 1976 y los cinco años que jugó en Argentinos Juniors le sirvieron para consolidarse profesionalmente y saltar del anonimato a una exposición que nunca más se extinguiría. Dejó de ser Pelusa para transformarse en una ficha buscada por los grandes equipos locales y los clubes más importantes de Europa. Las siguientes paradas fueron La Bombonera, donde debutó en febrero de 1981 con dos goles, luego el F.C. Barcelona, para en 1984 asentarse en Napoli donde permaneció hasta 1992. La mano de Dios, el gol a los ingleses, la Copa del Mundo, el Estadio Azteca, el tobillo como una pelota, el amor intenso a la camiseta, fueron algunos de los momentos de su vida que pasaron a ser emblemas colectivos. En términos socio históricos durante los 80’s fue cuando se hizo más visible que el deporte y sobre todo el fútbol constituían una actividad importante en los procesos de cambio cultural, y más aún en América Latina donde prevalecía una mayor heterogeneidad y complejidad social atada a las históricas desigualdades.
Además de sus dotes extraordinarios en el campo de juego, que lo posicionaron frente a las audiencias multitudinarias, Maradona como símbolo fue una construcción producto de su tiempo, una expresión única e irrepetible en medio de un mundo convulsionado por la creciente televisación de los eventos y la espectacularización del deporte, pero en el que todavía había espacio para la contingencia. Hasta su llegada a Nápoles ningún equipo del Sur de Italia había ganado jamás el Calcio. El fútbol parecía ser monopolizado por el Norte rico y omnipotente, el de Berlusconi y el de la FIAT. El Diez llegó a una región fuertemente racista, clasista y fragmentada. Rápidamente se puso a la cabeza del equipo, y contra todo pronóstico, consiguió dos Scudettos (87-90), una Copa UEFA (89), una Coppa Italia (87) y una Super Coppa Italiana (90). Maradona fue la representación viva de lo posible, lo accidental.
Jorge Alemán en este sentido explica: “Maradona es una encrucijada, un cruce de caminos muy distintos. Lo que ha sido como jugador, la cantidad de lugares que ha conectado. El Viaje a Italia, el viaje a Cuba con Fidel Castro, son determinantes. Esas acciones le cambian todas las coordenadas simbólicas porque la adhesión que él hace a los movimientos nacionales y populares, y los proyectos políticos transformadores no se va a volver a ver ni se vio nunca en un jugador de esa categoría mundial”. Una muestra de ello fue la propuesta de creación, a mediados de los 90’s, de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP), un sindicato de jugadores autónomo que entendía que los protagonistas del juego eran los futbolistas, y no los managers, auspiciantes, o dirigentes. En su afán por ir contra la administración del sistema y ejercer presiones para modificarlo, Diego se erigió y habitó este planeta como un sujeto comprometido y disfuncional a la reproducción del status quo.
Un presente híper calculado
El siglo XXI nació con un perfil tecnológico que lo diferencia del siglo XX y las épocas anteriores. Nació bajo el signo del orden y un celo administrativo sustentado en la convicción de que las cosas libradas a sus propias fuerzas tienden a perder el control. Vivimos bajo un paradigma que se propuso la eliminación de lo accidental y lo contingente, la transformación de lo espontáneo en algo calculable y de lo incierto en algo predecible. Las cláusulas interminables en los contratos, las exigencias de los auspiciantes, los algoritmos, la multiplicación inabarcable de pantallas, la imposibilidad de correrse del laberinto de la industria de masas, son los elementos que hoy acorralan al mundo del fútbol y la cultura como nunca antes. Pareciera ser que no hay lugar para lo único e irrepetible, aquello que cuenta con una gran intensidad expresiva.
Lo particular de este modelo es que no implica la figura del control externo. “El deseo de pertenecer” y “la seducción del formar parte del sistema”, son herramientas muchísimo más poderosas que las técnicas ortodoxas por la fuerza, y ofrecen la experiencia eufórica de una supuesta libertad de elección ampliada. La vida y trayectoria de Maradona fue un error perfecto de la matrix que, en el marco actual, hubieran sido imposibles. Tal como sostiene Alemán “él pertenece a un universo simbólico que ya no encuentra condiciones para arraigar en el mundo actual. Así que habrá jugadores muy famosos, venerados, pero no va a volver a haber un jugador de estas características”.