El acto del 75 aniversario del nacimiento del peronismo no se deja interpretar por un discurso ni por las presencias o por las ausencias en el acto recordatorio. Hubo un pueblo en las calles. Hubo millones interesados en su desarrollo. Hubo una audiencia inalcanzable para cualquier otra movilización política. El ataque informático, cuya procedencia no es difícil de imaginar, ocupa un lugar anecdótico: no es más que un episodio que se suma a la perversa y sistemática agresión a la libertad de la palabra en la Argentina. Una agresión cuyos responsables están a la vista de todos y pueden identificarse perfectamente sin otro recurso más que leer o mirar a los paniaguados del grupo Clarín y sus adyacencias.
Fue una movilización pacífica. Respetuosa –hasta donde puede serlo una movilización multitudinaria- de la demanda de cuidado por la salud y la vida de todos los argentinos y argentinas. Sin trabajadores de prensa agredidos. Sin imágenes de dirigentes políticas presas. Sin insultos. Sin gritos desaforados ni clamores de venganza. Así es el pueblo argentino. Así es la alcurnia histórica del 17 de octubre.
No fue, ciertamente, un 17 de octubre más. En los 75 años de historia del peronismo, nos hemos acostumbrado a la diversidad y mutuo antagonismo de las evocaciones hechas en su nombre. Este año no hubo cien actos celebratorios del nacimiento del principal movimiento popular de nuestra historia. Hubo, sí, y hay que reconocerlo como inevitable, algún foro celebratorio de un ex presidente provisional y algún preparativo electoral de cierto ex secretario de estado dizque propietario de verdades doctrinarias del justicialismo. Todo anecdótico. La verdad del peronismo estuvo en las calles y estuvo en la sede de la CGT. La ausencia de Cristina fue tanto o más importante que muchas, acaso que la mayoría, de los y las presentes. Cristina no necesita aparecer en las cercanías del poder ni participar en los protocolos de la celebración. Su propio nombre y su apellido tienen significación por sí mismos y la inmensa mayoría de los testimonios de los hombres y las mujeres que se acercaron a la plaza y sus adyacencias testimonian su centralidad en este episodio histórico del país.
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El homenaje al nacimiento del peronismo tuvo el sello de la masividad y de la unidad. El movimiento obrero, el partido, las organizaciones juveniles, la presencia femenina, todo el vasto y variado universo que se incluye en su referencia histórica expresó una significativa presencia. También se hizo presente la nueva etapa política que se abrió en 2003: las izquierdas que por fin comprendieron (comprendimos) el lugar histórico del peronismo como manifestación nacional del antimperialismo y de la lucha por la justicia social, los radicales herederos del populismo yrigoyenista…El 17 de octubre alcanzó su máximo reconocimiento político popular, su más amplio repertorio de apoyos.
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La cuestión es hoy el modo de traducir este apoyo popular en acción política. En una situación en la que los poderes fácticos han declarado una guerra sin cuartel contra el gobierno de Alberto Fernández. Se comportan como si en el país no hubiera habido elecciones el año pasado. Quieren condenar al periodismo que no responde a sus dictados. Arman causas judiciales contra instituciones que intentan proteger a la población de la infecciosa práctica de la mentira organizada (nada menos que Stornelli es el ejecutor de la infamia, como si le faltaran méritos para ser destituido y penalmente castigado). La gran pregunta de la hora es cómo se hace para convertir la memorable jornada del 17 en fuerza política que invierta el curso de un innegable asedio contra el gobierno popular. Cómo se hace para imponer el reconocimiento de lo que el pueblo votó a fines del año pasado.
El delirio de la derecha es tan agudo que hasta Macri se permite tomar la palabra con gestos de autoridad, solamente comprensibles por la existencia de periodistas dispuestos a renunciar a cualquier ética profesional en aras de defender una propuesta política, que sólo se sostiene en la mentira multiplicada. Los gestos cómplices de Morales Solá y Sirven, por ejemplo, habilitan la insólita declaración de Macri: “Mi gobierno terminó el día de las primarias abiertas”. Para empezar, tamaña declaración debería habilitar un proceso para que él y todos sus funcionarios devolvieran los haberes acreditados por sus funciones públicas, lo que no sería más que un modesto reconocimiento al incalculable daño que sus “servicios” hicieron al país.
Este 17 de octubre fue la ocasión de una amplia y profunda irrupción popular en la dura coyuntura política argentina. Ante todo, es el propio gobierno el que tiene que tomar conciencia de esta circunstancia que es una enorme oportunidad política. Es la condición para retomar la iniciativa. Para ejercer en plenitud el poder que da la soberanía popular expresada en los votos. Soberanía para dirigir la conducta de los grandes jugadores de la economía, hasta ahora liberados en la dirección de la maximización de sus intereses y del manoseo irresponsable y autoritario de sus posiciones dominantes de mercado, expresadas de modo guarango en la reciente reunión de Idea.
El 17 de octubre de 1945 irrumpió un nuevo actor histórico en la política argentina. Unos días antes el conservadorismo (de derecha y de “izquierda”) había establecido la consigna de entregar el gobierno a la corte suprema de entonces (no muy diferente de la de ahora). En lugar de la corte, el gobierno fue tomado por el pueblo. Tan profundo fue el corte que la misma constitución nacional fue modificada en la dirección del pleno reconocimiento de los derechos de los trabajadores y del pueblo. En la misma dirección ideológica que hoy señala la nueva encíclica del papa Francisco.
Muchas son las interpretaciones posibles de este 17 de octubre. Una de ellas es la de la emergencia de una gran oportunidad. La de que el gobierno de Alberto Fernández abra una etapa distinta y superior. La que encadene la gesta de la defensa de la vida contra la amenaza de la pandemia con la apertura de un camino de recuperación de la autoridad estatal para abrir un camino de desarrollo económico independiente con justicia social. ¿Quién de los muchos millones que participamos en la celebración de este 17 de octubre podría estar en desacuerdo?