En 2020 los activos de los argentinos en el exterior sumaban unos 400 mil millones de dólares (un poco menos de 90 mil están declarados ante la agencia tributaria), una cifra ligeramente superior al PIB de ese mismo año, y unos 120 mil millones de dólares más que los activos que los extranjeros tienen en Argentina (los datos proceden de la Posición de Inversión Internacional PII publicados por el FMI para 140 países).
Argentina es uno de los mayores acreedores netos del mundo. El único en América Latina. Este es un hecho atípico que no podemos festejar. Veamos por qué:
En el planeta, la mayoría de países son deudores (105); los acreedores son solo 35. Entre estos últimos, Argentina ocupa el puesto 16. Prácticamente no hay países en desarrollo que sean acreedores netos del resto del mundo, solo Argentina, Sudáfrica y Tailandia.
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Poseer una gran riqueza en el exterior puede ser una buena noticia para un país desarrollado. Significa que tras hacer las mejores inversiones en su país y alcanzar el pleno empleo, se comienzan a buscar alternativas afuera.
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Sin embargo, el hecho atípico de la riqueza argentina expatriada no es una buena noticia. La enorme cantidad de dinero en el exterior no es el uso que más le conviene al país por más que sea conveniente para sus dueños. No podemos estar orgullosos de ser el único país latinoamericano, ni uno de los 3 países en desarrollo, que es acreedor neto del resto del mundo.
Es dinero de unos pocos. Es dinero que no invirtió ni generó empleos ni fábricas en el país. Es dinero en gran parte improductivo. Es dinero fugado, evadido. Es dinero que demandó divisas y debilitó el peso y así generó inflación. Ese dinero afuera explica la pobreza adentro.
Ningún país en desarrollo puede sostener el crecimiento si los dólares se van afuera en vez de entrar al circuito productivo. Así tampoco podrá tener una moneda estable.
Detener la fuga es un imperativo para que ese dinero comience a generar un efecto multiplicativo interno: aumentar la producción, mejorar el empleo y salarios, crecer el consumo.
Ese dinero afuera también se necesita para pagarle la deuda al FMI y a los acreedores privados. Una vía es la propuesta de la creación de un Fondo, con un aporte especial de emergencia sobre el valor de activos en el exterior no declarado.
Los dólares afuera son un ‘lujo’ que la economía no puede permitirse. Y mucho menos en épocas de ‘vacas flacas’. Porque además son dólares generados desde Argentina, pero quedan ociosos afuera, sin contribuir en nada puertas adentro.