(Des)cubriendo a Milei

14 de febrero, 2024 | 23.25

El presidente Javier Milei me ha hecho un gran favor personal: hace varios años me tiene bloqueado en la red social antes conocida como Twitter.

Mis amigos y colegas me envían por whatsapp sus tuits (y retuits) y tampoco de esa forma puedo leerlos. A veces me  entero por la prensa de sus tuits (y hasta de sus favs y sus retuits).

¿Por qué hablo de un favor? Veamos. El presidente Milei es un representante de la derecha radical global, que en nuestro hemisferio se manifestó a través de los fracasados gobiernos de Donald Trump y Jair Bolsonaro -ambos intentaron sin  éxito ser reelectos y enfrentan procesos judiciales por intentos de golpes de Estado-. Más allá de las diferencias entre  todos ellos -que existen-, si los tres se reconocen como parte de lo mismo vale la pena tomar en serio esa opinión.

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Si estamos de acuerdo con este enfoque es bueno abrevar en el conocimiento acumulado por parte de quienes se  opusieron (y de alguna manera ayudaron a derrotar) a esos presidentes corrosivos para la democracia en lugar de tratar de inventar nuevamente el agua tibia. 

El lingüista George Lakoff es muy conocido a nivel mundial por sus estudios neurocognitivos sobre cómo opera el  “cerebro político” y en particular sobre su abordaje acerca de la existencia y la eficacia de “marcos” conceptuales.

Para Lakoff, el lenguaje trabaja activando estructuras cerebrales (circuitos que generan “marcos”) y que sirven, entre otras cosas, para ordenar y comprender nuestras experiencias cotidianas. Esos marcos se vuelven más fuertes cuando ciertas formas del lenguaje las activan. Operan por repetición. Uno de los puntos de partida de Lakoff es que incluso negar un concepto o una metáfora activa y solidifica el marco de pensamiento negado. Su más famoso libro se llama “No pienses en un elefante” y de esa forma su potente argumento se cuenta solo. Dicho de otro modo, cuando Richard Nixon dijo en televisión “no soy un ladrón”, el pueblo norteamericano selló de inmediato su suerte política. Los ejemplos de esta dinámica son múltiples.

Ahora bien, ¿qué planteó en su momento Lakoff sobre los miles y miles de tuits y retuits de Trump? Básicamente que  aquel vendedor de sí mismo utilizaba desde la Presidencia esos mensajes con cuatro objetivos:

  1. Encuadre preventivo: Ser el primero en darle un encuadre a un tema.
  2. Desvío: Desviar la atención de los problemas reales que afectan su gobierno.
  3. Contraataque: Atacar al mensajero, cambiar la dirección o el objetivo de ataques.
  4. Globo de ensayo: Probar el efecto en la opinión pública de una cierta idea.

Seguramente alguien nos podrá hacer el favor de hacer encajar los tuits (y retuits) del Sr. Milei en cada una de estas cuatro categorías.

El gran problema es que, al decir del profesor Lakoff, los tuits de este tipo de presidentes le cargan nafta a una “economía parasitaria” en la que todos compiten por “colgarse” de sus mensajes. Periodistas, influencers y políticos opositores  buscan reutitear, repetir, analizar y atacar… los mensajes que van solidificando un mismo marco conceptual. No pienses en que “no hay plata”...

De esta forma, nos dice el ex catedrático del MIT y actualmente de California Berkeley, este tipo de mandatarios logran  con sus mensajes tres objetivos. En primer lugar, así dominan no sólo las redes sino también la agenda de los medios que comienzan a replicar sus mensajes (no importa cuán “opositores” sean esos medios). Además, sus palabras solidifican un mensaje -incluso cuando se niegan-. Y en tercer lugar, la “indignación” por sus efectivamente indignantes mensajes le da energía a su base de seguidores, que ante las réplicas al Presidente ratifican sus posiciones y sienten que forman parte de una cierta épica.

Los medios estadounidenses en su momento fueron cruzados por un gran debate, sobre todo cuando Trump también los  eligió como adversarios. ¿Qué hacer frente a este callejón sin salida? Principalmente me refiero a los medios (o los  periodistas) porque estructuralmente están en una gran “desventaja” en términos de lo que venimos analizando: es su obligación relatar qué dice el Presidente o incluso el hermano de un asesor del Ministerio de Defensa que habla para los periodistas casi todas las mañanas.

Ignorar los tuits y las mentiras que contienen es imposible. Por lo tanto, en primer lugar y principalmente, lo que puede  hacerse es seguir hablando de lo que realmente importa, como la brutal transferencia de ingresos hacia algunos pocos millonarios orquestada por Milei, su total falta de atención a distintos problemas y sectores enteros del Estado, sus ataques fascistas a personas, instituciones o grupos que lo hacen sentir inseguros, sean diputados, mujeres, artistas o personas que disfrutan de la música.

En forma paralela, y como herramienta práctica a este enfoque general, Lakoff propone informar a través de un  “Sandwich de Verdad” (Truth Sandwich). ¿Cuál es la receta?

Muy simple: En primer término afirmar (y titular) cuál es la verdadera situación y los hechos. Recién en segundo lugar, señalar qué es lo que está diciendo el Presidente. Y, acto seguido, realizar un chequeo de sus afirmaciones (¿son verdaderas con respecto a fuentes objetivas o no?).

Al estilo del juego infantil de “ni sí, ni no, ni blanco, ni negro”, de lo que se trata es de no repetir ni propagar el enfoque,  el marco, las palabras que está diciendo este presidente representante de una derecha radical global que quiere destruir al Estado, depredar los recursos naturales y proclamar como únicos héroes a los multimillonarios. Sobre todo porque si se niegan sus términos, también se los refuerza en los cerebros de millones de ciudadanos.

Estamos ante un problema adicional y que también podemos ver en la experiencia estadounidense. Estos peligrosos  payasos mediáticos dan rating. Como bien lo sabe el Presidente, quien estuvo desde 2018 casi a toda hora en la  televisión -no en Tik Tok sino en la vieja y querida caja boba-, principalmente porque “medía”, la “guerra” que encaran  este tipo de mandatarios -en los medios y también con los medios- genera algún tipo de atracción y algún que otro  negocio. En el capítulo argentino de este fenómeno global faltan aún varios episodios y veremos cómo se desarrollan en el futuro. Mientras tanto, es bueno estar prevenidos y tener alguna herramienta conceptual para (des) cubrir a Milei.