Néstor vivió como pensó

Cristina Kirchner cuenta cómo fue el último diálogo con Néstor Kirchner y recuerda su vida junto al ex presidente en Sinceramente

26 de octubre, 2020 | 20.00

Néstor me lo dijo: “Te van a perseguir a vos y a tus hijos”. No fue altisonante. Estaba serio y cuando le pregunté: “¿Por qué decís eso?”, enseguida cambió de conversación. Fue en El Calafate. Lo que no puedo recordar es si fue durante la última semana que estuvimos juntos y que me había resfriado muy fuerte, o en el viaje anterior. Sí recuerdo perfectamente lo del resfrío, porque ese lunes 25 de octubre del 2010 había vuelto enferma de Río Negro, de visitar el centro tecnológico de Pilcaniyeu. Tenía dolor de garganta y anginas, y no me quedó más remedio que cancelar mi visita programada para inaugurar la fábrica de BGH, en Tierra del Fuego. No me sentía nada bien y cuando se lo dije a Néstor, me dijo: “¡Ah, bueno! Ahora lo único que falta es que te mueras y nos dejes a Cobos de presidente”. “¡Mirá querido, a Cobos lo pusiste vos…! Así que a mí no me jodas”, le contesté enojada. Me miró y se rió. En nuestros códigos de discusión esa era su manera de darme la razón. Aún no sabíamos lo que nos iba a pasar.

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Desde que no está, a mí me falta algo en la política, en el análisis. Me falta su mirada sobre las cosas y sobre la gente. Él era un tipo que conocía profundamente la idiosincrasia de los argentinos. Tenía un olfato especial para lo popular, porque él era profundamente popular: usar mocasines y lapicera Bic no era una impostura. Siempre fue así. Nunca se vistió ni actuó como el estereotipo de abogado. Cuando ejercíamos la profesión, yo veía que los demás colegas eran tan distintos... En ese sentido, yo siempre fui más clasemediera que él. Néstor era un tipo sin ningún tipo de apego a la moda o a los bienes y costumbres que dieran estatus. Le gustaba lo popular de corazón. En Río Gallegos, cuando era gobernador solía comer en un taller mecánico de la calle Mitre, al lado de la primera casa propia en la que vivimos los tres con Máximo. Todos los sábados al mediodía, después de haber tomado un café la misma mesa y con los amigos de siempre— en la confitería del hotel Santa Cruz, iba religiosamente al galpón de Francisco “Batata” Mansilla y ahí se quedaba comiendo asado hasta las tres o tres y media, para volver a la residencia a dormir su irrenunciable siesta. Siempre hizo lo que quiso. Vivió como pensó. Hay una canción de Silvio Rodríguez, “El necio”, que aún hoy me parece que habla de él: “Yo no sé lo que es el destino; caminando fui lo que fui; allá Dios, que será divino; yo me muero como viví...”.

Fragmentos del capítulo 3 Néstor y yo y nuestros hijos también de Sinceramente (Sudamericana).