Entre el 18 y el 20 de septiembre, con el objetivo de frenar el avance global de la derecha, se realizó la primera cumbre de la Internacional Progresista. Naomi Klein en su conferencia se refirió a una misión urgente y colectiva para enfrentar al actual sistema depredador, que debe basarse en tres pilares: cuidado, solidaridad y reparación. No es casualidad que haya sido una mujer la que puso el acento en esos tres términos, cuya intersección es el amor.
La escritora canadiense describió al neoliberalismo como un sistema racista, de explotación, basado en un “progreso” que funcionó como una ideología mortal. Consistió en un empuje al crecimiento con una aceleración constante que rompió casi todo el planeta: la relación con la naturaleza, los lugares de cuidado, como los hospitales y las escuelas, y los lazos sociales. La normalidad del neoliberalismo se basa en las crisis permanentes, por lo que nada más errado que pretender volver al modo de vida que teníamos antes de la pandemia. Es un momento para producir nuevas historias y narrativas.
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Naomí Klein, utilizando categorías del feminismo y el psicoanálisis, propone un plan urgente y colectivo cuya centralidad está puesta en el cuidado, la solidaridad y la reparación.
El cuidado
Por cuidado nos referimos a todas aquellas acciones asociadas con la “reproducción de la vida”: se trató a lo largo del tiempo de un trabajo doméstico, desvalorizado e invisibilizado.
La pandemia mostró que los trabajos de cuidado, relegados históricamente a un segundo plano, son esenciales para la vida y el sostenimiento del tejido social. El coronavirus visibilizó la injusticia impuesta por el patriarcado, que las feministas denunciaban desde finales de los años sesenta. Eran las mujeres, históricamente, las que tenían el deber de cuidar a la familia y además realizarlo bajo un sistema de máxima explotación, limitando sus oportunidades y tiempo.
Las personas nacen indefensas, permanecen vulnerables a lo largo del ciclo vital, tienen necesidad de recibir cuidados que constituyen una condición para la vida y, en definitiva, para el desarrollo social y económico de los países.
El coronavirus demostró a todas luces que la vida humana depende del cuidado, el que constituye en consecuencia un derecho, una cuestión política que requiere una solución colectiva. Se corroboró la mentada consigna feminista “lo personal es político”, y que no hay ninguna razón natural que obligue a la mujer a tener que resolver esa tarea. El cuidado es político.
Desencadenada la pandemia, el gobierno de Alberto Fernández decidió dar respuestas estatales para fortalecer políticas públicas de cuidado, asumiendo una corresponsabilidad para esa tarea entre familia y Estado.
Primero el cuidado de la vida y de los más vulnerables, afirmó un presidente atravesado por la ola verde, que puso al Estado al servicio del cuidado. Un Estado que ampara no es autoritario o perseguidor, confusión que plantean los anticuarentena, quienes demandan la falacia de la absoluta libertad individual en el cuidado del propio cuerpo; nadie en situaciones normales se cuida solo, menos aún en una pandemia que atañe a la salud pública y a la red social. Esa demanda es un efecto de la concepción neoliberal de la vida, que privilegia un individualismo opuesto al reclamo feminista sobre el cuidado.
La solidaridad
La concepción de la corresponsabilidad del cuidado se opone al individualismo y conduce a la solidaridad. Naomi Klein prefiere hablar de solidaridad, más que de empatía o altruismo, porque atañe a la supervivencia de lo común. Estar juntos, apoyarnos mutuamente, vivir en comunidad puede ser un modo de subjetivación capaz de salvar al mundo, afirmó la pensadora canadiense.
Nos enfrentamos con que casi todo está deteriorado, roto: la vinculación con la naturaleza, los lazos sociales, la relación con el futuro que involucra la posibilidad de realizar proyectos. La vida se tiñó casi por completo de enfermedad, sufrimiento, miseria y muerte. ¿Qué vamos a hacer en un escenario planetario en el que todo se derrumba? La respuesta que propone Naomí Klein es un trabajo de reparación hacia los individuos, las colectividades y la naturaleza, que comience a poner fin a la muerte promovida y legalizada por el sistema tanático-depredador.
La reparación
La reparación es una concepción que proviene de la escuela inglesa de psicoanálisis. Melanie Klein sostuvo que la reparación implica que el amor, la pulsión vida, predomine sobre el odio. Para que ella sea posible, en primer lugar resulta necesario estar a la altura de enfrentar la pérdida, lo que permitirá iniciar un trabajo de duelo.
Esto significa que habrá reparación siempre y cuando seamos capaces de perder y hacer el duelo de esa “normalidad” en la que neoliberalismo, racismo y patriarcado se habían naturalizado; poder asumir que esa forma de vida nos condujo a la actual crisis sistémica.
Urge imaginar y construir una vida social donde los cuidados y la solidaridad sean los pilares para organizar lo común. La reparación por el otro y con el otro constituye, también, la posibilidad de repararnos a nosotros mismos.
El peronismo y el feminismo cuentan con una caja de herramientas como el amor y la igualdad, que pueden funcionar de faros orientadores en el trayecto que va desde la actual necropolítica hacia una política de la vida.
Nora Merlin
Psicoanalista
Magister en Ciencias Políticas