“El tiempo es oro” es una frase muy común en castellano que tiene equivalentes en varias lenguas. Tal vez la más conocida sea “time is money” -el tiempo es dinero-, una antigua frase estadounidense que tiene que ver con el trabajo y la productividad, y que es un emblema de la cultura de ese país con gran influencia, principalmente, en el llamado mundo occidental.
A lo largo de los siglos la noción del “tiempo” se ha ido modificando en las diferentes culturas. Para millones de residentes en el campo las estaciones del año, el ritmo de la agricultura, el sol y la luna son los que regulan las actividades de la vida cotidiana, desde el alba hasta el anochecer. En las ciudades, en cambio, no miramos el sol para saber la hora, usamos algo llamado reloj. Y como cada minuto “vale oro”, también el reloj fue mutando para ganar tiempo.
Aquel hermoso reloj que portaba el caballero en su bolsillo fue cambiado por uno en la muñeca del brazo para no desperdiciar esos valiosos segundos que se perdían en sacar el reloj del bolsillo y quitar la tapa que lo cubría. Aunque hoy el reloj está en el teléfono celular, donde concentramos gran parte de nuestras vidas para -entre otras cosas- ganar tiempo, y no dispersarnos en buscar lo que debemos hacer en una maraña de papeles como antaño.
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Nuestras vidas están repletas de frases que nos incentivan a ganarle al tiempo. Por eso, como se suele decir, “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
Pero la pandemia del coronavirus ya está cambiando nuestra forma de percibir el tiempo. Todo se hace más lento en aras de preservar nuestra salud. La distancia en las filas que hacemos frente a un comercio y el hecho de que dentro del local pueda haber muy poca gente hacen que un trámite de compra, que antes de la pandemia podía llevar unos diez minutos, ahora tarde tres o cuatro veces más. Incluso los locales de comida rápida, símbolo por excelencia de la necesidad de “ganar” tiempo, ya no son tan rápidos. Y los ejemplos abundan. Ahora, los tiempos son otros.
En 1941, el escritor Budd Schulberg publicó el libro “Por qué corre Samuelillo”, la historia del joven Sammy que busca permanentemente el éxito. Sammy nunca se detiene. Mientras se lo ve correr surge la pregunta ¿para qué corre?
Las epidemias y las pandemias modifican hábitos de producción, de consumo, de higiene y de bienestar, así como las rutinas laborales, transformando la esfera pública y la privada. La salud y el tiempo son justamente cuestiones públicas y privadas estrechamente vinculadas. Resta saber cómo se articularán una vez que pase la pandemia… solo el tiempo lo dirá.