Hace unos días un profesional de la salud afirmaba en un programa de televisión: la segunda ola implica también una segunda pandemia. Los números de contagios y también de fallecimientos que hemos conocido estos días nos alertan acerca de un cambio drástico de situación. Esas cifras deben ser leídas conjuntamente con la capacidad operativa de todo el sistema de salud y allí también los datos son de consideración con algunas situaciones delicadas.
El año que ya vivimos en pandemia ha implicado también una capacidad de respuesta del sistema de salud que aun con sus problemas, no nos otorgó las postales que hemos conocido de otros países. Ahora, con el incremento de los contagios, nos queda duplicar los esfuerzos para que esas imágenes no formen parte de nuestra vida cotidiana. Desde marzo de 2020 se fueron sucediendo políticas y ajustes sobre ellas porque la incertidumbre acerca de qué sucedería y la inexperiencia en pandemia fueron las marcas que caracterizaron la gestión de la política.
Ahora, días después del incremento exponencial del número de contagios, el gobierno nacional decidió aplicar esa idea respecto a que estábamos en una nueva etapa y así el presidente firmó un nuevo decreto que reestableció restricciones. Evaluación de una situación, posibles respuestas, una opción normativa. En eso el gobierno de Alberto Fernández no ha modificado su criterio de acción, en medio de una situación imprevista.
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Hemos visto que se tomaron decisiones y luego se modificaron o se dudó un tiempo considerable quizás para algunas definiciones, pero no se recurrió a ningún tipo de excepcionalidades ni se torció bruscamente el rumbo de la política sanitaria; aun con el cambio de la conducción del Ministerio de Salud, el criterio siguió siendo el mismo.
El objetivo se ha sostenido desde el inicio, pero sin dudas el transcurso de los meses hace cambiar el énfasis de las decisiones. Las restricciones impuestas al AMBA por el último de decreto son menos estrictas que en el inicio del ASPO, con el objetivo de poder avanzar por la delgada línea entre sostener la economía y cuidar la salud de la población y evitar el colapso del sistema sanitario.
Una línea muy delgada en la que se vuelcan los esfuerzos del gobierno. Pasó algo más con los anuncios: fueron eficaces. Toda política debe pasar los criterios de justicia y bienestar para la población y luego si su enunciación y puesta en práctica logran implementarse.
En medio de los miles de rumores falsos que la prensa opositora descarga día a día, el anuncio del presidente recibió mas indignación en esos medios, que en la población en general; el viernes a las 20 los negocios cerraron y la mayor parte de las personas se quedaron en su domicilio. La anunciada resistencia se evaporó antes de nacer.
El gobierno sabe que las decisiones son difíciles y antipáticas, pero si algo juega a su favor es que no “volanteó” en este año de pandemia y los pasos que siguió guardaron coherencia de conjunto. Vacunas aplicadas antes de tiempo a 70 personas es algo que no debió suceder, pero de ningún modo el cambio de una política. Pensemos que mientras el gobierno sostenía su política sanitaria, la oposición, política o mediática, proponía todos los días adoptar la estrategia de un país distinto cada día.
Y aquí entra en juego la conducta del macrismo, que gobierna la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (además de Mendoza, Jujuy y Corrientes) y representa al principal espacio opositor en el Congreso. Tiene menos problemas con las contradicciones: han criticado medidas que llevan adelante en sus provincias o se ha opuesto a decisiones que hace pocos meses exigían o enunciaban como necesarias.
El ser oposición otorga esas ventajas, porque las responsabilidades son mínimas. Así, no dudaron en convocar a la “desobediencia civil” frente a las decisiones del gobierno nacional que incluye el cierre de los edificios escolares para retornar las clases virtuales, al menos por dos semanas. Y esa propuesta no provino de sectores periféricos del partido sino del propio ex presidente Mauricio Macri y de la presidenta del partido, Patricia Bullrich, quien incluso concurrió a protestas frente a la residencia presidencial de Olivos. Una conducta de quien reniega de su responsabilidad institucional y solo elige el caos como construcción política.
Concurrieron también al Poder Judicial, para declarar inconstitucional el decreto del PEN. Se apoyaron en los medios de comunicación afines para emitir discursos en defensa de la educación y la libertad. Si en esos medios supieran cuánto redujeron Macri y Rodríguez Larreta el presupuesto educativo, seguro quedarían perplejos.
Ironías aparte, la inconsistencia del macrismo en sus argumentaciones públicas es su marca más notable, desde que nos prometió “pobreza cero” y solo nos dejó un incremento de la deuda externa para favorecer la especulación. Por eso, Bullrich falsea datos sobre otros países en temas sanitarios o pone como ejemplo políticas aisladas como solución mágica del todo.
Es reiterada la acusación al populismo de proponer soluciones mágicas, cuando los gobiernos que se identifican con esa corriente son notoriamente racionales en sus políticas y es la derecha la que en el espacio público presenta sus propuestas con escaso sustento argumentativo. Estas posiciones a su vez, alientan a sectores marginales a emitir peligrosos discursos de odio que de crecer serán una amenaza para toda la sociedad y no le ayudará al macrismo a crecer como opción política, aunque hoy crea que los “controla”. ¿El Poder Judicial, la prensa o esos ciudadanos exaltados saliendo a la calle le dará al macrismo la política que parece no quiere construir? Mientras el gobierno siga llevando adelante las políticas en las que cree, podremos evitar ese destino.