Ya en diciembre anticipábamos un año complicado, y sabíamos que serían necesarias políticas activas para revertir la tendencia dejada por el gobierno anterior, que durante cuatro años había desgastado las herramientas del Estado, además de debilitar y concentrar la economía. Los números con los que veníamos desde el macrismo nos hacían esperar una caída del 1,3% para este año, que sólo iba a ser posible revertir con mucho esfuerzo.
Y como sabemos, la pobreza, la precarización del mercado laboral, la desigualdad, tiene cara de mujer. El macrismo nos dejó a las mujeres menores de 30 años con un 25% de desocupación formal, y a esto se suman muchas mujeres calificadas de “inactivas”, por no estar estudiando ni trabajando formalmente, que en muchos casos han visto truncada su carrera universitaria por estar realizando tareas de cuidado.
Sobre llovido, mojado, nos cayó la pandemia de COVID-19, que lleva las previsiones de caída al 7,3% o más. Y esto a pesar de todas las políticas que se están llevando a cabo desde el Estado. Sin estas políticas, la situación sería mucho peor, como ocurre en algunos países donde el Estado no está tan presente y deja la ciudadanía abandonada a su suerte, o solo se ocupa de rescatar grandes empresas. A nivel global, se espera que el comercio mundial caiga un 13% y que la economía sufra una fuerte contracción. Lamentablemente, la crisis a global es enorme.
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Pero al mismo tiempo, la pandemia y su respuesta (el aislamiento social, preventivo y obligatorio) nos dan un respiro para pensar ese desarrollo nacional que queremos. Es importante que las mujeres con los pies y la cabeza en el territorio podamos pensar en cómo queremos que se estructure el nuevo mapa de empleo, en cómo generar esos puentes para la construcción de empleos formales, con mujeres participando y con mujeres liderando empresas.
En la actual emergencia, el rol del Estado es clave. Lo es rescatando a innumerables pequeñas y medianas empresas, que son las que generan la mayor cantidad de puestos de trabajo en nuestro país. Pero también es la clave feminista en la que lo hace. Me refiero a que ha incluido desde el minuto cero a las trabajadoras de casas particulares en el ingreso familiar de emergencia, dándoles el reconocimiento que les corresponde. Transitar esta emergencia es fundamental para mitigar los daños que esta catástrofe global produce, y sostener el entramado productivo y social que será la base para salir adelante y volver a poner a la Argentina de pie, al tiempo que construimos esa nueva normalidad. Desde los lugares de gestión, las mujeres proponemos políticas económicas, y pensamos en cuestiones estratégicas tales como qué empresas necesitamos, cómo organizar cooperativas, como organizar mercados comunitarios, o plataformas de venta que reflejen la economía local. Las mujeres debemos ser parte de la planificación y la acción, para que la nueva normalidad sea feminista.
Esto significa planificar esa nueva normalidad desde el feminismo, y repensar todo. Por ejemplo, debemos plantearnos si necesitamos jornadas laborales tan extensas, o si podemos tener jornadas laborales más cortas que nos dejen tanto a varones como mujeres más tiempo para las tareas de cuidado.
Desde el Banco Ciudad estamos implementando cambios reales. Conseguimos la unanimidad del Directorio para crear un Comité de Políticas de Género, desde donde se están elaborando políticas de igualdad, en cuanto a licencia por paternidad, mentoreo, promociones, discriminación positiva, para así poder romper el techo de cristal en la alta gerencia. Es de destacar la creación de comités de género en el Banco Provincia, con el liderazgo de Juliana di Tullio, y en Banco Nación, gracias a Cecilia Fernández Bugna. Asimismo, el Banco Central creó una gerencia de género para medir las brechas hacia adentro del sistema financiero.
La creación de los comités busca no sólo un avance de las mujeres hacia el interior del sistema financiero, si no también lograr transformar aquellos lugares donde se decide cómo otorgar un crédito, cómo se califica a las mujeres que los solicitan, cómo se define el riesgo, para lograr así una mejor inclusión financiera.
El sistema financiero argentino representa solo el 15% de nuestro producto, siendo un porcentaje bajo en comparación a las grandes potencias económicas, como así también respecto de los países de la región. Necesitamos que nuestro sistema financiero crezca en profundidad, que logre tener una mayor presencia en la estructura económica, permitiendo que las empresas puedan tomar créditos para crecer y lograr sostenibilidad en el tiempo.
Quienes tenemos responsabilidades en la gestión nos toca hacer lo imposible por disminuir el impacto de la pandemia, pero sobre todo tenemos la responsabilidad de poder sentarnos a pensar colectivamente esa nueva normalidad. Y lo que nos queda claro, que esa nueva normalidad no puede darse sin los feminismos. Lo normal no puede seguir siendo el patriarcado, el androcentrismo. Tenemos la oportunidad de repensarnos y hemos evidenciado que sin igualdad no podemos hablar de normalidad. Cambiemos privilegios por derechos y sumisión por empoderamiento.