Nadie se levanta todos los días festejando que sigue vivo ni se alegra de tener vista para leer ni salta de contento porque puede caminar. No estamos acostumbrados a valorar las cosas que no nos pasan. Habrá que empezar a hacerlo, porque por un tiempo serán las mejores noticias que podamos recibir.
El Gobierno Nacional, como el del resto de los países del mundo, no tiene buenas noticias para contar: la economía no crece, no suben inversiones ni exportaciones. Tampoco hay plata para aumentos jubilatorios excepcionales. El gran activo de Alberto es lo que logró evitar. Todas las calamidades que azotan a otros países, muchos de ellos potencias, no se presentan en suelo argentino, porque el Gobierno quiso y supo evitarlas.
La plaga de los fallecimientos
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Más de 350 argentinos perdieron la vida y cada noche esperamos el parte oficial para saber cuántos se suman. Es un dato triste que se nos va a haciendo costumbre. Pero en el fondo sabemos que ese conteo diario está muy por debajo de lo que podría estar. Quizá sea esta la única plaga evitada que valoremos. Pero hay otras.
La plaga del hambre
En España las llaman “las colas del hambre”: decenas de miles de personas que cada día hacen cuadras de cola para recibir un poco de comida. Cuentan los noticieros que muchos se van sin nada. Lo mismo pasa en Estados Unidos. Ocurrió en Italia. En Argentina no hay colas. En parte porque el Estado asistió a las familias con el Ingreso Familiar de Emergencia. Pero fundamentalmente porque se coordinaron todas las herramientas con que se cuenta para llegar a millones de personas.
Hoy, en medio de la pandemia, la asistencia llega a los barrios más carenciados mejor que en 2002, cuando el hambre parió a los piqueteros que salieron a la calle a reclamar comida. Daniel Arroyo, acosado por los medios de comunicación, se convirtió en el principal comprador de alimentos de las más grandes fábricas del país. A la vez coordina la ayuda de Cáritas, las organizaciones sociales, los intendentes y los comedores barriales. Seguro muchos la pasan mal. Pero en un país en el que el hambre es una injusta amenaza en tiempos de salud, no hay colas del hambre en tiempos de pandemia.
La plaga de los saqueos
Ayer hubo saqueos en varios barrios de Santiago de Chile. También en los últimos días sucedieron saqueos en San Pablo, Brasil, y en varios distritos de Ecuador. En Italia hubo saqueos. En Argentina, con una prolífica historia de estos sucesos, las barriadas están en calma. No es casual. La eficiente entrega de alimentos es una de las razones, pero también la templanza que muestra el presidente en cada presentación pública ayudó a mantener tranquila a la sociedad.
La plaga de la inflación
En el país hay alta inflación desde 1950 y en los cuatro años de Macri superó el 300%. Hubo dos hiperinflaciones, en 1989 y en 1991. El Indec acaba de entregar el dato de abril, que dio apenas un 1,5%. Ferreres midió un 0,8%. El gobierno tomó la razonable medida de imponer precios máximos y hacerlos cumplir mientras dure la pandemia. También controló las principales razones de la inflación macrista: el dólar oficial y las tarifas.
La plaga del desabastecimiento
En Italia y España hubo desabastecimiento. Vimos en la televisión las góndolas vacías. También está sucediendo en Chile. En Argentina no. Desde el Ministerio de Desarrollo Productivo se sigue a diario el abastecimiento de supermercados y mayoristas, que luego proveen a minoristas. En un mercado oligopólico y en algunos casos monopólicos, el gobierno logró mantener las góndolas llenas y sin aumentos desmedidos.
La plaga del desempleo
En Estados Unidos se perdieron más de 30 millones de empleos en dos meses. En Inglaterra estiman que el desempleo llegará a más del 20% en mayo. El pánico a la perdida del conchavo diario es, luego del miedo al virus, la mayor angustia en casi todo el mundo. Acá, la prohibición de despidos, la doble indemnización y el apoyo al pago de la masa salarial mantienen el empleo razonablemente estable.
La plaga de los chantas
Bolsonaro dijo que el Covid 19 era una gripecita y se pasea con sus seguidores sin cuidados personales. Trump también la calificó de una leve gripe que pasará pronto. Boris Johnson dijo que lo mejor era contagiarse todos pronto, sin pensar que para eso necesitaba atender al menos al 70 % de los 60 millones de ingleses. Para colmo se enfermó y casi se muere. López Obrador salió en televisión con la esposa pidiéndole a los mexicanos que salgan a comer afuera. Jeanine Añez, la presidenta de facto de Bolivia, aseguró que la cura estaba en la oración. En tiempos de pandemia, hasta tener un presidente cuerdo es una buena noticia.
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