Medio Oriente: la urgencia de una nueva búsqueda de paz

15 de octubre, 2024 | 20.09

A medida que se profundiza la crisis humanitaria en Gaza, se revelan las consecuencias devastadoras de la agresión israelí y el papel que juegan actores como Estados Unidos en perpetuar este ciclo de violencia. El incesante escalamiento del conflicto aleja, incluso ante la mirada de la ciudadanía de Israel, que hay algo más allá de la búsqueda de los rehenes. La ofensiva terrestre sobre Líbano señala que en un sector del Deep State de Tel Aviv reverbera el proyecto estratégico de la "Gran Israel", subrayando la necesidad urgente de una respuesta global ante un conflicto cuyas últimas consecuencias deberían preocupar a toda la humanidad.

El costo humano de un pueblo silenciado

Desde el 7 de octubre de 2023, el mundo ha sido testigo de una escalada brutal en el conflicto en Medio Oriente tras la operación “Diluvio de Al-Aqsa”, un ataque de la unidad de la resistencia palestina en Gaza, comandada por Hamas, que dejó más de 1.200 muertos y 250 rehenes en Israel.

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La acción gazatí parecía tener la intención de abrir un marco de negociación sobre los 7.000 palestinos detenidos en las cárceles de Israel, 2.000 de los cuales no tienen ni sentencia ni causa, y más de 200 son menores de edad. La respuesta del Estado israelí, en un contexto donde Netanyahu fue reelecto como Primer Ministro por sexta vez con una coalición ultrasionista, fue deliberadamente desproporcionada y devastadora. Su ofensiva ha llevado la violencia a niveles sin precedentes en Gaza. Según diversos informes, entre los que se destacan los realizados por Naciones Unidas, más de 41.909 palestinos han perdido la vida desde el inicio de la agresión, con un alarmante 60% de ellos siendo mujeres y niños. El impacto humanitario es catastrófico: 97.303 heridos y 1,9 millones de desplazados.

El sector de la salud ha sido uno de los más afectados, con 986 trabajadores sanitarios asesinados y miles de pacientes, incluidos 12.000 enfermos de cáncer, privados de tratamientos básicos. Las estadísticas son escalofriantes: más de 70.000 infraestructuras destruidas, incluyendo más de 100 centros educativos y el 84% de los centros de salud en Gaza. La destrucción ha arrasado también con 825 mezquitas y más de 200 sitios arqueológicos, evidenciando una campaña sistemática de despojo cultural y humano. En el contexto de esta tragedia, Save the Children informa que al menos 10 niños por día pierden una o varias extremidades, y la ONU ha documentado el asesinato de 175 periodistas en el conflicto, marcando un triste récord histórico. Hay que irse hasta la Segunda Guerra Mundial para encontrar un número más grande de periodistas muertos en un conflicto armado.

The Lancet, la prestigiosa revista médica británica, en un artículo reciente proyectó números escalofriantes. Según esa revista, en conflictos recientes, las muertes indirectas oscilan entre tres y 15 veces en el número de muertes directas. “Aplicando una estimación conservadora de cuatro muertes indirectas por una muerte directa a las 37.396 muertes reportadas (para abril de este año), no es inverosímil estimar que hasta 186.000 o incluso más muertes podrían ser atribuibles al actual conflicto en Gaza” (The Lancet, 10/07/2024).

La comunidad internacional ha reaccionado de manera insuficiente, con los países miembros de la ONU desembolsando 1.690 millones de dólares para asistir a 2,2 millones de personas en Gaza, muy por debajo de los más de 3.000 millones de dólares solicitados por las autoridades palestinas. Esta falta de respuesta es un reflejo de la complicidad de las potencias del Norte Global, que mantienen un silencio ensordecedor ante la barbarie que se desarrolla frente a los ojos de todos.

La Visión de la "Gran Israel": Bezalel Smotrich

En medio de esta tragedia, muchos analistas empezaron a denunciar que el accionar militar de Israel no es defensivo y, mucho menos, tiene la intención de traer de regreso a los más de 70 rehenes que se cree permanecen con vida en manos de Hamas. La invasión terrestre al Líbano puso en evidencia que, en un sector de la elite sionista está proyectando la construcción de la “Gran Israel”, una expansión de su territorio que, en línea a pasajes de la biblia hebrea, implicaría -en sus visiones más extremas- un Estado desde el río Nilo (en Egipto) al río Éufrates (en Siria), y desde la península de Anatolia (fronteras de la actual Turquía) a la parte norte de la península Arabiga.

Más allá de las denuncias, y las eventuales especulaciones, lo que se ha vuelto cada vez más evidente es que Tel Aviv, bajo el gobierno de Netanyahu, se ha decidido por una política expansionista y de ocupación colonial de territorios que, para la comunidad internacional, son indiscutiblemente palestinos.

Este enfoque ha sido respaldado por figuras prominentes en el gobierno israelí, como Bezalel Smotrich, actual ministro de finanzas, cuya retórica ha revelado una ideología profundamente arraigada en el desprecio por la existencia palestina. Smotrich ha defendido la idea de que los territorios ocupados son parte integral de Israel, ignorando las consecuencias devastadoras que esto conlleva.

En sus propias palabras, Smotrich afirmó: “No hay un país palestino, hay una tierra de Israel”. La justificación de este proyecto se presenta bajo la premisa de la seguridad nacional, argumentando que la expansión territorial es necesaria para proteger a Israel de amenazas externas. Sin embargo, esta narrativa no es más que un velo que oculta las intenciones coloniales de un régimen que busca despojar a los palestinos de sus tierras y derechos. La política de Smotrich y otros líderes israelíes refuerza la noción de que la resistencia palestina es un acto de terrorismo, mientras que las agresiones sistemáticas de Israel se enmarcan como legítimas acciones defensivas.

En marzo de 2023, con un Smotrich siendo ministro de finanzas de Israel, desató una crisis diplomática con el Reino de Jordania tras violar el tratado de paz entre ambos países y hacer comentarios controvertidos sobre el pueblo palestino. Smotrich, en un evento en París, se paró frente a un podio con un mapa que incluía Cisjordania, Gaza y partes de Jordania como territorio israelí, lo que generó rechazo de Jordania. Además, declaró que “no existe tal cosa como un pueblo palestino”, lo que fue denunciado por el Ministerio de Relaciones Exteriores jordano como una incitación peligrosa y una violación de normas internacionales. Israel, sin embargo, reafirmó su compromiso con el tratado de paz con Jordania, mientras la tensión diplomática crecía a pesar de los esfuerzos de funcionarios israelíes para apaciguar la situación (The Jerusalem Post, 20/03/2023).

La idea de "Gran Israel" no es solo un proyecto político, sino también una manifestación del colonialismo que perpetúa este ciclo de violencia. En marzo de 2020, mucho antes de este agudo momento, la BBC mostró un mapa donde se visualizaba cómo la Cisjordania palestina estaba fragmentada, hacia su interior, con asentamientos coloniales israelíes, señalando incluso las dificultades del Estado Palestino, sin ejército e incluso fuerzas de seguridad relevantes, para bloquear la sistemática ocupación sionista de territorios que la comunidad internacional indefendiblemente reconoce como palestinos.

Líbano en la Mira: Los ataques militares a la ONU y la Complicidad de la Casa Blanca

Mientras el conflicto en Gaza continúa intensificando su drama humanitario, el Líbano ingresó de manera definitiva a esta espiral ascendente de violencia. Los recientes ataques israelíes en la frontera han provocado una creciente inestabilidad, resultando en la muerte de civiles inocentes y un nuevo aumento de las tensiones regionales. En este contexto, la complicidad de Estados Unidos se hace evidente. A través de su apoyo militar y político a Israel, la Casa Blanca ha quedado aliada de un régimen que actúa con total impunidad.

Las fuerzas israelíes han llevado a cabo ataques a instalaciones de las Naciones Unidas, lo que constituye una grave violación del derecho internacional. Este tipo de agresiones no solo socavan la credibilidad de las instituciones internacionales, sino que también generan un ambiente de desesperación y sufrimiento para los civiles que buscan refugio.

La ONU acusó el domingo 13 de octubre a Israel de violar el derecho internacional luego de que tanques israelíes atacaran una posición ocupada por personal de mantenimiento de la paz en el sur del Líbano, horas antes de que Benjamin Netanyahu pidiera a las fuerzas internacionales retirarse de las zonas de combate. La exigencia del primer ministro israelí se dio en medio de combates en múltiples frentes, con las fuerzas israelíes bombardeando el Líbano y ampliando su ofensiva en el norte de la Franja de Gaza. Israel ha enfrentado una fuerte condena internacional tras herir a varios soldados de UNIFIL, la fuerza de la ONU desplegada a lo largo de la frontera entre Israel y Líbano, durante la invasión del sur del Líbano la semana pasada. El personal de la ONU informó que los tanques de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), en la madrugada del domingo, derribaron la puerta principal de su base en Ramiya. UNIFIL señaló que las tropas israelíes ingresaron al recinto y exigieron que se apagaran las luces de la instalación, retirándose 45 minutos después. Dos horas más tarde, varios disparos israelíes cayeron a unos 100 metros de la base, generando una nube de humo que provocó que 15 miembros del personal de la ONU recibieran tratamiento por irritación en la piel y problemas gastrointestinales (FT, 13/10/2024).

Mientras Israel ataca instalaciones de Naciones Unidas en Líbano, el presidente Biden autorizó al Pentágono para desplegar en Israel un avanzado sistema antimisiles estadounidense, junto con los 100 militares necesarios para operarlo, representando un claro fortalecimiento del apoyo militar de Washington a su principal aliado en Medio Oriente. La medida responde a los recientes ataques con misiles de Irán y se da en un contexto de crecientes tensiones regionales, exacerbadas por el asesinato de altos líderes de Hezbolá y Hamas. Mientras el gobierno de Netanyahu prepara represalias contra Irán, el envío del sistema THAAD (Terminal High-Altitude Area Defense) refuerza las defensas israelíes, pero también aumenta el riesgo de una escalada que podría llevar a un conflicto directo entre Israel e Irán, con potenciales repercusiones a nivel global (FT, 13/10/2024).

Con este apoyo, Biden desdibuja su intención de evitar que el conflicto siga escalando. Su apoyo con armamento avanzado se realizó con la intención de que Tel Aviv no dirija sus ataques a sitios nucleares o infraestructuras petroleras iraníes. Sin embargo, las promesas del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, de una respuesta “letal y sorprendente” muestran que la situación podría deteriorarse rápidamente, arrastrando a la región a una guerra de mayores dimensiones.

La complicidad de Estados Unidos no se limita al apoyo militar. También se manifiesta en la retórica que justifica las acciones de Israel y en la falta de presión para que rinda cuentas por sus crímenes. Este patrón de complicidad es denunciado con firmeza por el propio pleno de las Naciones Unidas, ya que perpetúa la espiral de violencia que afecta a los palestinos, a los árabes, a los musulmanes, a Oriente Medio, y a todo el mundo hacia un futuro incierto.

Palabras Finales: Un llamado urgente a la Paz y la Justicia

Como señaló el presidente colombiano Gustavo Petro, la situación en Gaza es una manifestación brutal de un conflicto que pone en juego nuestra condición humana. La violencia en Gaza no es un accidente, sino el resultado de un marco internacional que es incapaz de reaccionar para exigir la Paz. Occidente, al brindar apoyo incondicional a Israel, se convierte en cómplice de un genocidio que no solo debe ser denunciado, sino que también debe exigir un crecimiento en la acción colectiva global.

La historia ha demostrado que la paz auténtica sólo puede surgir a partir de la justicia y el reconocimiento de los derechos de aquellos que han sido silenciados. Es momento de una política internacional sistemática, que levante su voz en contra de las injusticias, exigiendo la protección de los derechos humanos y la dignidad de todos los seres humanos, como cuando se hizo contra la Sudáfrica del régimen de apartheid.

La verdadera paz es posible, pero requiere de ese compromiso colectivo, que supere la política de la diplomacia institucional, para desafiar las estructuras de opresión que han prevalecido durante ya demasiado tiempo.