¿Y si “los copitos” salieron de los “sótanos de la democracia”?

Para ser jóvenes marginales y decepcionados con el sistema, los fallidos magnicidas tienen abogados caros y políticamente bien vinculados. Cuando la explicación sociológica no alcanza.

26 de septiembre, 2022 | 00.05

Para un médico de guardia, lo urgente reviste carácter de ordinario. Esa naturalización de lo impactante, cuando es llevada al plano del estrépito institucional, produce un efecto de insensibilización social. Una sociedad sometida a escándalos cada vez más regulares acaba no escandalizándose por nada.

El clima colectivo de desidia es funcional a la impunidad, ya no de los autores materiales que están tras las rejas, sino de los potenciales instigadores del intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner del primero de septiembre. 

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En las últimas horas la estrategia de los que, desde el vamos, atribuyeron el atentado a un “loquito suelto”, desconectado de cualquier trama política, parece haber cambiado. Con el ingreso en escena de los abogados vinculados con el PRO y la inteligencia macrista, la “coartada psiquiátrica” cumplió su papel distractivo en la contingencia.

“El jefe de esta banda pequeña y material, sus abogados defensores, eran asesores de un senador de la Nación (Ignacio Torres, del PRO). Alguien que se sienta a 20 o 30 metros mío. Su asesor defiende al que me quiso matar. La asesora de una diputada (Karina Bachey, del PRO) también los defiende", dijo CFK como para graficar su estado de indefensión. Pero también la llegada de los implicados a los ámbitos de la política tradicional.

Los abogados aludidos por la vice son Gastón Marano, ahora ex asesor del senador Torres en la Bicameral de Inteligencia; y la también productora de la señal La Nación +, Brenda Salva, ex consejera de la diputada Bachey en temas de “discapacidad”. Habría un tercer abogado, junto a Marano y Salva, con acceso habilitado al expediente, Fernando Sicilia, patrocinante de Leandro Araque y Facundo Melo, miembros del llamado grupo Súper Mario Bros, en la AFI macrista.

Ya se dijo, vuelve a repetirse: el “loquito suelto” parecía gozar de una soledad muy concurrida. Detrás del inofensivo nombre de “los copitos” aparecen personajes institucionalmente relevantes de la vida política que se referencian en Patricia Bullrich, la ex ministra de Seguridad y presidenta del PRO, y hasta se menciona a un grupo empresario -el del “amigo del alma” del ex presidente Macri-, como financista de grupos afines.

El PRO ordenó que los abogados fueran discontinuados en sus contratos legislativos. Un gesto que no borra -más bien resalta- la existencia de vínculos concretos, un ambiente compartido, una geografía ideológica común, con algunos integrantes del núcleo detenido.

Son grupos que crecieron bajo la prédica trumpista de Bullrich, figura que se regodeó con la violencia cada vez que pudo, asumiendo la defensa de policías que ejecutaban delincuentes por la espalda hasta el derecho de los civiles a armarse como en los Estados Unidos para combatir el delito.

No hay dudas de que Bullrich es una de las principales responsables de la radicalización de la derecha en la Argentina. Imposible no asociar su figura a gestaciones esperpénticas de alta rotación en redes y pantallas, como es el caso de Javier Milei o estos grupos de acción directa en las calles, al estilo de Revolución Federal, que son la consecuencia en acto de discursos violentos, que mucho tienen de laboratorio y nada de espontáneos.

La misma Bullrich que fue amablemente entrevistada, tratada con dulzura casi, por medios del Grupo Clarin, tanto por el diario como en el programa de Mirtha Legrand por Canal 13, para que explique por qué, siendo que reviste como presidenta del principal partido de oposición y lo ocurrido sin dudas fue institucionalmente grave, sigue sin repudiar aunque sea un cachito del atentado.

El Clarin que bajo el dificilísimo título de “Cristina pegó atentado con Vialidad y a los copitos se le pegan los servicios”, en página 3 de la edición de ayer, firmada por su editor, después de reconocer los contactos de los abogados con el macrismo, cosa hoy indesmentible, llega a una conclusión que altera toda lógica planteando que el ataque podría obedecer a una suerte de complot K.

¿No sería más razonable preguntarse si estos grupos fueron generados o infiltrados por una AFI que hasta 2019 practicó el espionaje contra políticos, sindicalistas y familiares del ARA San Juan, con el objetivo de controlar la calle mediante grupos cada vez más bizarros y violentamente antikirchneristas?

¿Por qué no pensar que los “halcones” del PRO, en su afán por derechizar el debate público, financiaron el surgimiento de los “loquitos o animales sueltos”? ¿Es descabellado pensar que destinaron fondos reservados para conducirlos desde la marginalidad al centro del espectáculo televisivo? ¿Y que tanto aval, y de gente tan poderosa y rapaz, produjo en la cabeza de estos sediciosos, neonazis del suburbio, una señal de luz verde a sus bajos instintos?

Todo puede ser, lo que no puede pasar es que dejemos de escandalizarnos por lo ocurrido. Y por lo que sigue ocurriendo.

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Roberto Caballero

Roberto Caballero es periodista argentino, fundador del diario Tiempo Argentino y la revista Contraeditorial. Autor del bestseller Galimberti, de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA, entre otros libros de investigación periodística. Conduce Caballero de Día de 6 a 9 en El Destape radio.