La mano que sostiene el arma que apuntó a Cristina en la cabeza es la mano de cada uno de sus perseguidores. Cada medio, cada periodista, cada fiscal, cada juez que la persiguió empuñó esa arma.
No hablo del periodista que la critica; hablo del que todos los días durante horas desde hace años la llama chorra, psicópata, asesina de Nisman y tantas, tantas barbaridades más. Ellos la pusieron de blanco para que algún loco le disparara.
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Esto se inscribe en el marco de la persecución mediático judicial que sufrieron los líderes latinoamericanos. Manuel Zelaya, de Honduras, Fernando Lugo, de Paraguay, Rafael Correa de Ecuador, Lula y Dilma de Brasil, Evo Morales de Bolivia. Fueron perseguidos, fueron difamados, fueron demonizados, fueron deshumanizados, fueron destituidos, fueron encarcelados en algunos casos y sufrieron atentados e intentaron asesinarlos en otros.
Todos sufrieron la persecución por llevar abrigo a sus pueblos, por defender a las clases populares.
La mano que sostiene el revolver es la de sus perseguidores y del otro lado no está solo su cabeza de Cristina, sino la de cada trabajador que es el verdadero objetivo de la derecha. Y si esto es latinoamericano es porque es organizado por los Estados Unidos. Y en Argentina subió la temperatura de la persecución con el alegato del fiscal Luciani, una farsa encubierta por el periodismo canalla.
Y volvió a subir con las vallas y la represión de Horacio Rodríguez Larreta en su pelea con Patricia Bullrich y Mauricio Macri para ver quién le pega mas al peronismo.
La persiguen para disciplinar a un pueblo e imponer un proyecto neoliberal que prive de derechos a la clase trabajadora. Le dispararon a la cabeza a la democracia y en ese disparo intentaron matar cualquier iniciativa para desarrollar un proyecto nacional y popular, que defienda el plato de comida suficiente en la mesa de las familias argentinas y la dignidad de los trabajadores y trabajadoras.
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Ese hombre que disparó andaba por los móviles de la televisión opinando contra el peronismo, buscando protagonismo mediático como tantos que vimos desde las marchas contra la cuarentena. Él fue empujado hasta Juncal y Uruguay por los discursos de odio que fueron moldeando una parte de la sociedad que se va volviendo cada vez mas odiadora.
Lo advertí hace dos semanas y me denunciaron y pidieron que me metan preso. Me denunciaron Eduardo Feimann y Luis Majul, pero lo hicieron con el apoyo de Fopea, Adepa, Patricia Bulrrich y otros dirigentes del PRO.
Si este atentado es repudiado de manera categórica por toda la clase dirigente argentina será el principio del fin de la persecución. Sería fantástico que empiecen a aparecer voces que digan “yo me bajo de esta contienda, yo nunca mas voy a agraviar al otro.”
Pero si no es así, si es relativizado como hizo ayer Patricia Bullrich, entonces puede ser el principio de otro era de violencia fatal en el país. No violencia de ida y vuelta porque eso no existe hoy en el país. Violencia feroz de la derecha hacia el pueblo, en cabeza de la dirigencia popular.
Vayamos hoy todos a la plaza a defender a Cristina y con ella a un pueblo y para gritar bien fuerte “Nunca más violencia política en Argentina”.